RAZON Y FE

Hace 21 años fallecía Antonio Quarracino

El último jueves se cumplieron 21 años del del fallecimiento del cardenal Antonio Quarracino, quien falleció el 28 de febrero de 1998 siendo arzobispo de Buenos Aires.

Fue Quarracino quien en 1992 rescató a monseñor Jorge Mario Bergoglio de la casa jesuita en Córdoba, a donde había sido destinado y estaba retraído, dedicado a atender confesiones, y lo trajo a Buenos Aires como obispo auxiliar. Bergoglio -que había sido muy joven, con 37 años superior provincial de los jesuitas, puesto que ocupó entre 1973 y 1979, y luego fue unos años rector del Colegio Máximo en San Miguel- pasaba lo que muchos han considerado un exilio y él mismo ha reconocido como un tiempo de "gran desolación, un tiempo oscuro". Quarracino -recordó la agencia AICA- abrió un camino insospechado en la vida de quien luego sería su sucesor en el arzobispado porteño entre 1998 y 2013, cuando fue elegido obispo de Roma y asumió el papado con el nombre de Francisco.

El cardenal Quarracino murió en el mismo mes en que falleció en Roma un dilecto amigo, el cardenal argentino Eduardo Pironio, actualmente en proceso de beatificación. Pocas horas antes de morir en Roma su entrañable amigo, el cardenal Quarracino se había comunicado con él desde Buenos Aires, y con voz entrecortada por el llanto le dijo: "Querido Eduardo: vas a ir al cielo, y al llegar decíle a la Virgen que pronto podamos reunimos allí nuevamente". Al fallecer el cardenal Quarracino, hubo un primer velatorio privado en la residencia del arzobispado en Olivos y luego sus restos fueron trasladados a la Catedral de Buenos Aires, escoltados por el Regimiento de Granaderos.

Allí monseñor Bergoglio (hoy papa Francisco) rezó un solemne responso, tras lo cual el pastor fallecido recibió los primeros homenajes de su pueblo. Y se sucedieron muchas misas.
En una de ellas, monseñor Mario Serra, obispo auxiliar, quien interrumpió varias veces su homilía invadido por la emoción, recordó al cardenal como alguien "afable, sencillo, cordial, comunicativo, frontal, constantemente de buen humor y con un amor apasionado por la verdad. Abierto siempre al diálogo con los demás", especialmente con los fieles de otras confesiones, y preocupado sobre todo por las vocaciones sacerdotales.

Y en otra misa, monseñor Héctor Aguer, también obispo auxiliar, dijo: "Quienes hemos colaborado estrechamente" con el cardenal Antonio Quarracino, "y en realidad cuantos le han conocido y tratado, pudimos apreciar su inteligencia, su vasta cultura, su amplísima experiencia eclesial; pero sobre todo hemos reconocido en él a un hombre bueno, generoso, magnánimo, hemos gozado de su llaneza, de su cordialidad y de su buen humor. En treinta y cinco años de episcopado, se prodigó en todos los aspectos del ministerio pastoral".

Antonio Quarracino había nacido en Pollica, pequeña población de la provincia de Salerno, en el sur de Italia, el 8 de agosto de 1923, y vino al país con sus padres inmigrantes cuando tenía apenas cuatro años de edad.

Al alcanzar la mayoría de edad, se hizo ciudadano argentino. Vivió sus primeros años en San Andrés de Giles, provincia de Buenos Aires, donde cursó la escuela primaria, Luego entró en el Seminario San José, de La Plata, donde siguió sus estudios en la ciencias humanas y eclesiásticas.
El 22 de diciembre de 1945 fue ordenado sacerdote en la basílica de Luján por el obispo de Mercedes, monseñor Anunciado Serafini. De modo similar al de su amigo Pironio, la patrona de la Argentina estuvo hondamente presente en su vida.

Fue profesor de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina Santa María de los Buenos Aires. El 3 de febrero de 1962 San Juan XXIII lo nombró obispo de Nueve de Julio, en la provincia de Buenos Aires. El 3 de agosto de 1968 Pablo VI lo trasladó a la diócesis de Avellaneda. El 18 de diciembre de 1985 Juan Pablo II lo promovió a la arquidiócesis de La Plata.

El 10 de julio de 1990, Juan Pablo II lo nombró arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina. En 1991, Juan Pablo II lo creó cardenal de la Santa Iglesia Romana, del título de Santa María de la Salud, en Primavalle. 

Durante su mandato como arzobispo de Buenos Aires publicó diferentes obras relacionadas con la Doctrina Social de la Iglesia y también destacó por su perfil de periodista: Colaboró en "Sapientia", la revista de filosofía impulsada por monseñor Octavio N. Derisi; en la "Revista de Teología", como así también en diarios nacionales como La Prensa. Asimismo, fue el primer arzobispo en tener una columna televisiva. Fue en el programa Claves para un Mundo Mejor, conducido por Tito Garabal. Su lenguaje era directo y sin vueltas originó más de una polémica importante. Son aún recordadas sus frases sobre la homesexualidad, como cuando sostuvo, por ejemplo, que lesbianas y gay deberían ser "encerrados en un ghetto".

"Algunas veces, y no sólo a causa de la agudeza de su estilo, produjo enfado y fastidio a los manipuladores de la opinión, a quienes haciendo valer el poderío exorbitante del micrófono o de la página impresa imponen la dictadura de cierta unanimidad ficticia. Molestó al "jet-set" de los nuevos sofistas, pero cosechó la aprobación, el aplauso y la sonrisa de la gente sencilla, del argentino común, de aquellos cuya opinión certera no suele caber en las encuestas. Ellos decían: ¡Quarracino tiene razón!", recordó no hace mucho tiempo monseñor Aguer.