Había una vez…un mediohombre

- ¿Quieren que les cuente una historia de piratas?

- ¿Ingleses? -preguntó uno de los nietos.

- Y, sí, en la historia, la mayor parte de los piratas fueron ingleses… Pero lo que les quiero contar es en realidad cómo unos pocos valientes salvaron a América del Sur de caer en sus manos. Estamos a mediados del siglo XVII. Tenemos unos tres mil defensores de una ciudad, Cartagena de Indias, contra cerca de 30 mil atacantes que se vinieron con casi 200 barcos (ingleses, norteamericanos y esclavos de Jamaica). Tan seguros estaban de su victoria que hasta habían mandado a acuñar medallas para festejar la conquista. Tan avergonzados quedaron por su derrota, que por años esa parte de la historia se borró. Es una de las peores pérdidas navales que se hayan visto… Volvieron, muy maltrechos, menos de la mitad de los hombres y de sus barcos. Y todo gracias a ‘Mediohombre’…

- ¿Cómo? – dijeron intrigados…

Me detuve un ratito:

- A ‘Mediohombre’… Así le decían al Almirante Blas de Lezo; en combates anteriores había perdido un ojo, un brazo y una pierna… ‘Hombreymedio’ lo llaman en un libro… En verdad valía como un batallón. Sin él, se hubiese perdido todo…

Imagínense si se ven rodeados de 200 barcos, sus cubiertas repletas de hombres, los cañones empiezan a escupir su fuego. ¡Varios miles de cañones! Del otro lado solo hay mil soldados, algunos voluntarios y cerca de 600 nativos armados con arcos y flechas… ¿Valdría la pena combatir? ¡Parecía una derrota segura…! En verdad la historia da para un libro, y si no les hubiese anticipado el final, ustedes ya podrían pensar en que ganaban los piratas. Pero no, lo imposible se hizo realidad: ganaron los buenos. Cuando pasan esas cosas hay que mirar la mano de Dios, sin dudas, y después, hay que estudiar a quien supo “liderar” esa proeza. Porque más allá del hecho histórico, tenemos que aprender de él para luchar en esta vida. La historia es maestra de vida.

Lo primero que tenía, como buen, jefe era conciencia de que la misión a cumplir valía la pena y era necesaria. Nuestro Almirante había jurado defender su bandera. Y lo cumplió siempre. Así fue perdiendo en distintas batallas partes de su cuerpo, como les decía. Lo segundo es ser realista, conocer bien a su gente y el terreno. Un 10 tenía Don Blas en esto. Como hace todo buen jefe, estaba “ahí” donde tenía que estar. En primera fila.

Lo tercero sería planificar todo lo posible y estar preparados para tener que improvisar con inteligencia. Para sobrevivir a un ataque tan terrible, volcó todos sus recursos: los que tenía y los que imaginaba. Allí sorprendió a los barcos con balas de cañones unidas por cadenas para derribarles los mástiles. ¡Un invento suyo! A sus cañones les ideó una forma más sencilla para apuntar. Hundió sus barcos en el canal de entrada para que no puedan llegar con sus barcos; cavó fosas profundas en las murallas para que cuando llegaran con sus escaleras de asedio se quedasen sin poder llegar y mucho, muchísimo más. Algo también muy importante, es que se anticipaba al movimiento enemigo gracias a sus espías, quienes también supieron engañarlos y hacerlos atacar por un lugar imposible.

DAR EL EJEMPLO

Se conserva al menos parte de un discurso que le da a sus soldados cuando casi todo parecía perdido, allí les dice: “No podemos ser inferiores a nuestros antepasados, quienes también dieron la vida por la religión, por España y por el rey, ni someternos al escarnio de las generaciones futuras que verían en nosotros los traidores de todo cuanto es noble y sagrado. ¡Morid, entonces, para vivir con honra! ¡Vivid, entonces, para morir honrados! ¡Viva España! ¡Viva el rey! ¡Viva Cristo Jesús!”.

Nuestro ‘Mediohombre’ dio el ejemplo. Por eso su gente lo siguió, confiaron en él y, para nuestro bien les tocó ganar. Con coraje y perseverancia, dos cosas que deben ir juntas. ¡Ojalá en Malvinas hubiésemos tenido un jefe así…!

- Y, ¿qué pasó con los piratas, abuelo?

- Tuvieron que marcharse “con la cola entre las patas”. Su jefe gritó: "¡Que Dios te maldiga, Lezo! Volveré". El nuestro se burló: “Para venir a Cartagena, es necesario que el Rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque ésta solo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres".

De ellos tenemos que aprender que nunca hay que confiar ni en las propias fuerzas, ni en la debilidad del enemigo. Tan tremenda fue la derrota inglesa que por años prohibieron hasta recordarla. Ya sabemos que con la Historia se miente mucho. También pasó con sus grandes derrotas de las invasiones inglesas al Río de la Plata, en donde los echamos casi a escobazos; y trataron de disimular. O vamos más cerquita: ¡todavía esconden las cifras reales de sus bajas en Malvinas! El Imperio británico ha sido ante todo un maestro en propaganda y mentiras: la leyenda negra antiespañola, fue la primera batalla ganada con puras palabras, puras invenciones.

- Pero, ¿hay ingleses buenos? – dijo el más inocente.

- Por supuesto, y muy buenos: yo le debo mucho a algunos de sus escritores… Tienen también grandes santos como el Cardenal Newman, pero la “corona británica” ha sido siempre nuestra enemiga. Y eso me hace acordar a una frase que se atribuye a nuestro héroe: “Todo buen español debería mear siempre en dirección a Inglaterra”.

- Abuelo, esas cosas no se dicen…

- Puede ser…, pero igual hay que aprenderlas, porque somos hijos de esa España… Es sólo cuestión de tener memoria. Con elegancia, pudor y, por supuesto, sin odio, más o menos habría que apuntar hacia el noreste.

- ¡Abuelo…!