Había una vez…un autito Buby
Por Franco Ricoveri
- ¡Ven chicos! Miren lo que conseguí: un autito Buby. ¿Quieren que les cuente su historia?
- ¡Claro! -dijeron todos peleándose por verlo.
- Es la historia de un querido amigo, el que lo fabricó: don Haroldo “Buby” Mahler. ¿Se acuerdan que lo conocieron en Córdoba? Uno de mis placeres esas vacaciones era ir a oírle sus historias, y entre ellas está la de estos autitos. Una historia que comenzó cuando él era casi un bebito y mostró la hilacha: su primera palabra no fue ni “mamá”, ni “papá”, fue ”tutú”.
- ¿Qué quiere decir “hilacha”? - “Mostrar la hilacha” quiere decir mostrar el carácter, y justo él me decía que creía que, en el carácter de cada uno, se va formando el “destino”, la vocación. Y parece que desde chico don Buby amó a los autos, porque señalaba siembre el “fordcito A” de su padre como a un amigo más. Lo lindo es que su padre, al darse cuenta de esa inclinación la fue promoviendo regalándole un autito a pedales apenas tuvo fuerzas, o de los chiquititos para coleccionar. Dinky era la marca. Y así también fue alimentando sus intereses. Es cierto, Dios nos va descubriendo las cosas con delicadeza de Padre para mostrarnos el camino que Él soñó. Así fue creciendo. Sabía todas las marcas de los autos, arreglaba lo que se le cruzaba, amaba las herramientas. La gran ocasión para que nazcan estos autitos, los “Buby”, llegó en el cumpleaños del hijo de un amigo. Ya era un hombre. ¿A ver si adivinan qué quiso comprarle?
- ¡¡Un autito!!
- Obvio, un Dinky quiso comprarle, pero eran carísimos porque eran importados. Entonces se quedó pensando por qué no se podrían hacer también en Argentina autitos de buena calidad. Y así se puso a estudiar el caso, habló con uno de sus profesores de la Universidad, planeó cómo y, al poco tiempo, nacieron los Bubys, que nada le envidiaban en calidad a los importados. Es más, ¡eran mejores! Les inventó un sistema de suspensión que los otros no tenían y así, corrían mejor y más rápido. El siguiente paso era venderlos. No es fácil. Les voy a leer lo que escribió recordando ese momento: “El 29 de noviembre, día de mi cumpleaños, me aventuré a recorrer la zona norte de la Ciudad. Se dio que, pasando por una elegante peluquería en la Av. Callao, vi juguetes y dudé si entrar o no. Primero seguí de largo, pero mi decisión cambio y decidí volver, entré y para mi sorpresa, me atendió personalmente el dueño del negocio que se había interesado bastante por el producto, de forma tal que sobre el mostrador estaban todos los colores que llevaba en el muestrario. Mientras conversaba, un señor, al lado mío, observaba atentamente los autitos, no tardó en preguntarme: ´joven, ¿quién fabrica esos autitos?´ Alabó el producto, comentándome que en realidad una peluquería no sería el negocio adecuado para lo que estaba ofreciendo. Sacó una tarjeta invitándome para que lo visite al día siguiente por la mañana. Este señor, que gentilmente asistió a un joven que ofrecía un producto, pero que estaba completamente despistado en la comercialización, era nada menos que el Gerente de la juguetería Santa Claus, la más importante en ese momento, ubicada sobre la Av. Santa Fe”. Y así nacieron los autitos que hicieron felices a muchísimos argentinos que todavía los recuerdan…
Dos fábricas, una en Buenos Aires, la otra en Córdoba. Muchas familias trabajando y, lo más importante: muchos chicos jugando con sus “Bubys”. Fíjense qué linda conclusión que escribió en sus memorias y que es la misma que me contaba este verano: “Hoy, tras 50 años trascurridos, veo claramente que esa decisión de entrar en la peluquería marcó el comienzo de un destino”. Si no entraba quizás todo quedaba ahí… No hay casualidades, queridos chicos… Hay que ser valientes cuando la causa es buena.
- ¿Todavía se fabrican los Bubys?- me preguntó el mayor.
Le dije que no, que por esas cosas de nuestro país las dos fábricas habían tenido que cerrar. Y me quedé pensando en mi pobre Argentina. ¡Cuanta gente buena trabajó, generó ideas, industrias! ¡Y cuántas terminaron mal por culpa de los de siempre…! Inflación, corrupción política, problemas con los sindicatos, desabastecimiento de materias primas, hasta los atentados terroristas y la guerra civil de los 70. ¡No les faltó nada! Para cansar a cualquiera. Doy fe de que Buby Mahler es un patriota que ama a su tierra… la sigue amando y cultivando. Hoy tiene un gran vivero de árboles, sobre todo robles, y a sus más de 90 años los sigue cuidando y regando todos los días. Como cuidaba a sus autitos, a sus trabajadores. Como hubiese querido seguir haciéndolo si lo hubiesen dejado. Los robles que él planta los disfrutarán y admirarán recién sus nietos, sus bisnietos… ¡qué lindo! ¡Eso es la Esperanza!
- Ya no se fabrican más los Buby. Ahora solo se venden juguetitos chinos. Son otra cosa. Los Buby tenían alma, tenían adentro el corazón de un gran hombre: mi amigo Haroldo Mahler, Buby.
-¿En serio abuelo? ¿Tienen corazón? ¿Dónde? ¿Me lo prestás que lo quiero ver?