Había una vez…un Perito

Por Franco Ricoveri

Había una vez un gran hombre llamado Francisco Pascacio Moreno, pero todos lo conocían como “el Perito”, que quiere decir: experto, ducho, hábil, inteligente, dispuesto y muchas otras cosas que lo describen bien. Lo llamaron así especialmente por su trabajo fijando los límites de la frontera con Chile, pero lo merece por todo lo que hizo.
Fue uno de los más grandes hombres de la Patria explorador, científico, escritor, educador, político… Fue muchas cosas, pero todas con un mismo fin. A los grandes hombres se los mide por su “capacidad de servicio”, le deberíamos dedicar varias de estas charlitas, ya que su nombre, hoy casi olvidado, tendría que estar al lado de San Martín, Belgrano o Güemes. Y esta historia se la voy a contar de atrás para adelante.
El día en que se murió, en su entierro, no hubo nadie del gobierno. A él le debíamos tantas, pero tantas cosas que fue imperdonable, solo el diario La Prensa lamentó ese hecho quejándose: “¿No saben en el gobierno todo lo que le debemos?” Cuando hace poco (2019) se cumplieron los 100 años de esa muerte, casi nadie lo recordó. Su memoria parece perdida: “¿no sabían en el gobierno todo lo que le debemos?” - Abuelo, ¿es una historia triste?
- No… Bueno un poquito sí, porque habla de ingratitudes, pero como habla de un “gigante”, te va a gustar. Al morir tenía estrechado a su corazón un relicario con un fragmento de la Bandera de los Andes. Lo merecía. Sobre su escritorio había un papel con esta confesión: “¡Cuánto quisiera hacer, cuánto hay que hacer por la patria! Pero ¿cómo, cómo? ¡Tengo sesenta y seis años y ni un centavo! ¿Cuánto valen los centavos en estos casos...? ¡Yo que he dado mil ochocientas leguas a mi patria y el Parque Nacional, donde los hombres de mañana, reposando, adquieran nuevas fuerzas para servirla, no dejo a mis hijos un metro de tierra donde sepultar mis cenizas!”.
Es cierto, sin él, nuestro mapa sería muy distinto. Y las 25 leguas cuadradas (¡más de 12.000 hectáreas! ) que el gobierno le había cedido en uno de los lugares más lindos del país, el Lago Nahuel Huapi, las cedió para hacer obras de beneficencia para los chicos más pobres: escuelas, comedores. “Un niño con barriga vacía -decía-, no puede aprender a escribir la palabra pan”. Siempre se hizo cargo él mismo de todo lo que podía, aún más allá de sus fuerzas.
¿Te acordás cómo te gustaba el cuento “El gigante egoísta”? La historia del Perito tiene algo parecido, podría llamarse la del “gigante generoso”.
Sus últimos años los dedicó, como les decía, a tratar de ayudar a los más necesitados. Y los descubrió a mirando a su alrededor, cuando se encontró con unos muchachitos que intentaban entrar en su quinta a robar fruta. ¿Y qué hizo entonces? ¿Los echó? No, les abrió el portón de su casa a esos chicos, que provenían de los basurales, de la “quema” y de un barrio siempre inundado al que llamaban por eso “de las ranas”. Comedores, escuelas y pensar, mucho pensar para encontrarle la salida a estas desgracias. Y empezó en su propia casa. Ahí te muestro una foto de los primeros chicos a los que alimentó.
Como ves, no les daba lo que le sobraba, les daba “todo lo que tenía”. Y le puso un lindo nombre: “Obra de la Patria”.
En esos últimos años de su vida se ocupó también de una institución que hizo mucho bien en el mundo: los Scouts. Desde la “Obra de la Patria” se institucionaliza ese movimiento con el nombre de “Asociación de Boy Scouts Argentinos”. Él fue su primer presidente y tuvo una esperanza a la que el tiempo le daría razón. Estudiando sus propósitos y sus prácticas, creyó que era una “solución del más grave problema que aflige a todos los hogares argentinos y que tanto preocupa a lo más sano y a lo más noble de nuestra juventud.” Y hay mucho de cierto en esto
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- ¡Cuantas cosas hizo este hombre, abuelo!
- Si Don Francisco Pascasio Moreno, “el Perito” pudo en sus últimos años hacer tantas cosas, fue porque fue fiel a su vocación, y esa es otra historia que me encanta…
- ¡Y a mí también me va a gustar!