Un escritor francés, joven, agraciado, Gustavo Flaubert, publicó a los 36 años, una novela, que aún hoy, que han transcurrido casi 170 años, sigue vigente. Su título es ‘Madame Bovary’ y describe la historia de Emma Bovary, una muchacha de pueblo, culta y romántica, que sueña con un mundo, que siente que está más allá del estrecho horizonte provinciano en el que vive.
Conoce a un joven, Carlos, en quién ve al “Príncipe Azul”. Se casa y lo descubre mediocre, aburrido, ni bueno ni malo. Ella es joven y vital. Y otro supuesto “Príncipe Azul” –un joven romántico- se cruza en su camino. Ella ya está casada. Se desilusiona rápidamente de este amor repentino. Y después otro, y otro y otro. Hasta que sólo le queda una opción: la prostitución total o la muerte.
¿LIBRO INMORAL?
La crítica consideró inmoral el libro. La justicia francesa procesa a Flaubert. Es absuelto, aunque el juez, sin duda un inmoral disfrazado de moralista, le agrega un discurso artificial de quince minutos sobre los valores morales.
Pero la novela ‘Madame Bovary’ tuvo tanto éxito, que noventa años después de su aparición ya en 1947, el cine argentino estrena una película dirigida por Carlos Schlieper, que se llama precisamente ‘Madame Bovary’, con Mecha Ortíz en el rol protagónico. Actúan también Roberto Escalada, Angelina Pagano y Juan Carlos Altavista, el querido Minguito, entre otros.
CARRERA
Flaubert fue hijo de un eminente cirujano, quien quiso que su hijo siguiera su carrera. Ingresó a la facultad de Medicina. Pero a los pocos meses habló con su padre y le dijo: “Tu vocación, papá, como cirujano, es abrir cuerpos. La mía es abrir almas. Quiero ser escritor”. A los 28 años emprendió un viaje de varios años por Oriente. Visitó Egipto, Siria, la entonces Palestina, Turquía. Al regreso, con la experiencia adquirida y su enorme talento, Flaubert, comenzó la serie de novelas que lo colocarían a la altura de los mejores escritores de su tiempo.
Escribiendo, fue una especie de mago que hizo volar sus sueños. Mostró a sus lectores, lo conocido como si fuera nuevo y lo nuevo, como si fuera ya conocido. Él comprendía que la literatura que ingnorase la ética, no merecía llamarse literatura. Entendía que el escritor no valía por la brillantez de sus ideas, sino por lo positivo de las mismas.
Flaubert fue un hombre solitario, que vivía prácticamente retirado en su casa de campo, cerca de París. Fue siempre indiferente a los elogios y a las críticas.
Y cierro esta nota con una anécdota: Prácticamente Flaubert tenía un solo amigo: el eminente escritor francés Víctor Hugo, casi 20 años mayor que él y autor entre otros libros, de ‘Los Miserables’.
Almorzaban ambos un día en un restaurant de París y Flaubert, que sufría de epilepsia, tuvo un desvanecimiento. Cayó al suelo con tan mala suerte que al caer, su cabeza golpeó fuertemente contra el piso, produciéndose una herida cortante de la que comenzó a manar abundante sangre.
Víctor Hugo corrió prestamente hacia un hospital muy cercano y regresó con un médico. Este le manifestó a Flaubert: “Diez minutos de demora y usted hubiera fallecido”.
Una semana después, ya normalizado, el escritor le dijo a Víctor Hugo, ratificando su escepticismo frente a la existencia: “No olvido que me salvaste la vida. Te lo agradezco. Pero me quitaste la posibilidad de evitar los males, que como a todos, sin duda me reserva la vida. Sé que mi prestigio y mi fortuna no podrán evitar ese final. Pero igualmente valoro tu gesto de amigo”, agregó.
Con sesenta años, cumplidos hacía pocos meses, se extingue la vida de Gustavo Flaubert a quien quiero dedicarle este aforismo final: “Los grandes libros sobrepasaron a sus autores”.
Conoce a un joven, Carlos, en quién ve al “Príncipe Azul”. Se casa y lo descubre mediocre, aburrido, ni bueno ni malo. Ella es joven y vital. Y otro supuesto “Príncipe Azul” –un joven romántico- se cruza en su camino. Ella ya está casada. Se desilusiona rápidamente de este amor repentino. Y después otro, y otro y otro. Hasta que sólo le queda una opción: la prostitución total o la muerte.
¿LIBRO INMORAL?
La crítica consideró inmoral el libro. La justicia francesa procesa a Flaubert. Es absuelto, aunque el juez, sin duda un inmoral disfrazado de moralista, le agrega un discurso artificial de quince minutos sobre los valores morales.
Pero la novela ‘Madame Bovary’ tuvo tanto éxito, que noventa años después de su aparición ya en 1947, el cine argentino estrena una película dirigida por Carlos Schlieper, que se llama precisamente ‘Madame Bovary’, con Mecha Ortíz en el rol protagónico. Actúan también Roberto Escalada, Angelina Pagano y Juan Carlos Altavista, el querido Minguito, entre otros.
CARRERA
Flaubert fue hijo de un eminente cirujano, quien quiso que su hijo siguiera su carrera. Ingresó a la facultad de Medicina. Pero a los pocos meses habló con su padre y le dijo: “Tu vocación, papá, como cirujano, es abrir cuerpos. La mía es abrir almas. Quiero ser escritor”. A los 28 años emprendió un viaje de varios años por Oriente. Visitó Egipto, Siria, la entonces Palestina, Turquía. Al regreso, con la experiencia adquirida y su enorme talento, Flaubert, comenzó la serie de novelas que lo colocarían a la altura de los mejores escritores de su tiempo.
Escribiendo, fue una especie de mago que hizo volar sus sueños. Mostró a sus lectores, lo conocido como si fuera nuevo y lo nuevo, como si fuera ya conocido. Él comprendía que la literatura que ingnorase la ética, no merecía llamarse literatura. Entendía que el escritor no valía por la brillantez de sus ideas, sino por lo positivo de las mismas.
Flaubert fue un hombre solitario, que vivía prácticamente retirado en su casa de campo, cerca de París. Fue siempre indiferente a los elogios y a las críticas.
Y cierro esta nota con una anécdota: Prácticamente Flaubert tenía un solo amigo: el eminente escritor francés Víctor Hugo, casi 20 años mayor que él y autor entre otros libros, de ‘Los Miserables’.
Almorzaban ambos un día en un restaurant de París y Flaubert, que sufría de epilepsia, tuvo un desvanecimiento. Cayó al suelo con tan mala suerte que al caer, su cabeza golpeó fuertemente contra el piso, produciéndose una herida cortante de la que comenzó a manar abundante sangre.
Víctor Hugo corrió prestamente hacia un hospital muy cercano y regresó con un médico. Este le manifestó a Flaubert: “Diez minutos de demora y usted hubiera fallecido”.
Una semana después, ya normalizado, el escritor le dijo a Víctor Hugo, ratificando su escepticismo frente a la existencia: “No olvido que me salvaste la vida. Te lo agradezco. Pero me quitaste la posibilidad de evitar los males, que como a todos, sin duda me reserva la vida. Sé que mi prestigio y mi fortuna no podrán evitar ese final. Pero igualmente valoro tu gesto de amigo”, agregó.
Con sesenta años, cumplidos hacía pocos meses, se extingue la vida de Gustavo Flaubert a quien quiero dedicarle este aforismo final: “Los grandes libros sobrepasaron a sus autores”.