Opinión
Guerra en Ucrania: ¿A quién le gustaría reemplazar a Zelensky? ¿O ya es tarde?
Después del viaje del presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyj a los Estados Unidos, varios analistas (y nosotros) ven cada vez más signos de que Occidente está presionando a Kiev para que haga mayores concesiones a Rusia. Con respecto a la situación en Donbass: Una brigada ucraniana podría verse rodeada en Wuhledar. Pokrovsk está amenazado de destrucción. La ofensiva rusa de verano ha llegado a su clímax.
Desde el inicio de esta columna en febrero de 2022 siempre hemos recurrido como “marco teórico” al filósofo de la guerra, Clausewitz: "La maravillosa trinidad es la imagen de la dimensión interna de las comunidades que hacen las guerras. Se trata de una imagen que representa las tensiones y relaciones en una visión pluralista del Estado. Es percibida en la realidad, es imaginada y desde ahí es elevada a concepto. Distingue los caracteres de cada una de las partes: pueblo, jefe militar y jefe político".
“Corresponde al pueblo la confluencia del odio, la pasión, la enemistad y la violencia primitiva de su esencia como ciego impulso natural. Al jefe militar pertenece el juego del azar y las probabilidades, que remite al talento y el valor de la actividad libre del alma. Al jefe político pertenece el entendimiento que determina a la guerra como instrumento político subordinado”.
Unas sociedades atravesadas por tantas guerras, como la ucraniana y la rusa, requieren del diálogo, el encuentro y la reconciliación. Requieren de líderes sabios y prudentes. No hay dudas que con la guerra en Ucrania, desde lo estratégico, estamos en presencia de un hecho histórico.
¿ALGO ESTÁ CAMBIANDO EN ESTOS DÍAS?
Desde la continua escalada verbal, con amenazas e insultos, hasta el intento de bajar el tono. Hoy, Joe Biden da la sensación de querer recalibrar la estrategia estadounidense frente a Rusia. Si, hasta hace unos meses, el presidente estadounidense lanzaba diatribas contra su homólogo ruso, Vladimir Putin, llamándolo "carnicero" o dictador de días contados, ahora desde la Casa Blanca probablemente se han dado cuenta de que seguir por ese camino podría ser contraproducente. "Al jefe político pertenece el entendimiento" volviendo a Clausewitz.
Los líderes políticos de ambos bandos, seguramente, serán expuestos a futuros bochornos que surgirán en las negociaciones, cuando la OTAN se encuentre y necesite ir terminando la guerra en Ucrania, frente a un líder que ha sido denigrado e insultado en varias ocasiones.
Hay una posibilidad bastante visible de que, luego de las elecciones en los Estados Unidos, se llegue a algún tipo de negociación.
Los tonos triunfalistas anunciados en los últimos meses ya no se corresponden con la realidad y, por eso, Biden empieza a perder los estribos con sus más cercanos colaboradores. Los cuales, como si nada hubiera pasado, siguen hablando de victorias, si no improbables, muy difíciles de obtener en el campo de batalla (al menos en las condiciones actuales). La inteligencia rusa dice que los Estados Unidos quiere reemplazar al presidente ucraniano Zelensky con una figura más controlable.
De hecho, hace pocos días en ‘The Economist’ (el semanario globalista que transmite las directivas del Estado profundo a los europeos), aparece un artículo que podría haber sido escrito por un analista que podría ser tildado de pro-ruso.
Con el título: “La guerra va mal. Ucrania y sus aliados deben cambiar de rumbo, es hora de tener objetivos de guerra creíbles y de adherirse a la OTAN”, el periódico norteamericano, el 26 de septiembre de 2024, dice: “Si Ucrania y sus aliados occidentales quieren ganar, primero deben tener el coraje de admitir que están perdiendo. En los últimos dos años, Rusia y Ucrania han librado una costosa guerra de desgaste, que es insostenible. Cuando Volodymyr Zelensky viajó a Estados Unidos para ver al presidente Joe Biden esta semana, trajo consigo un ‘plan para la victoria’, que se esperaba que contuviera un nuevo llamado a las armas y al dinero. De hecho, Ucrania necesita algo mucho más ambicioso: un cambio de rumbo urgente. Un indicador de la decadencia de Ucrania es el avance de Rusia en el este, en particular en torno a la ciudad de Pokrovsk. Hasta ahora, es lento y costoso. Según estimaciones recientes, las pérdidas rusas ascienden a unos 1.200 muertos y heridos al día, además del total de 500.000. Pero Ucrania, con una quinta parte de la población de Rusia, también está sufriendo. Sus líneas podrían desmoronarse antes de que se agote el esfuerzo bélico de Rusia”.
Además de la imagen, muy sugerente, que acompaña el articulo (se adjunta en ‘The Economist’) va mostrando un Zelensky en salida.
Si Volodymyr Zelensky continúa desafiando la realidad, afirmando que el ejército ucraniano puede recuperar todo el territorio robado por Rusia desde 2014, alejará a sus partidarios y dividirá aún más a la sociedad ucraniana. Es hora de un nuevo enfoque honesto.
LA NEGOCIACIOÓN
En el campo diplomático la conversaciones, o negociaciones, están empantanadas voluntaria o involuntariamente por las partes. Nos encontramos ante dos formas diametralmente opuestas de concebir la negociación. Desde el punto de vista estadounidense, en la práctica el mismo adoptado por Zelensky, la guerra y la paz constituyen dos fases distintas de la guerra: cuando comienzan las negociaciones, la aplicación de la fuerza debe cesar para dejar espacio a la diplomacia.
Según esta visión, bien resumida por Henry Kissinger en su fundamental Orden Mundial, la fuerza es necesaria para producir la negociación, luego debe permanecer al margen. Y, aún más, lo reafirmó en su última aparición en Davos, y se animó a decir lo "políticamente incorrecto", el ex Secretario de Estado sostuvo que Ucrania va a tener que realizar concesiones territoriales para alcanzar la paz.
LA DURA REALIDAD
Evidentemente, algunos círculos estadounidenses empiezan a temer que su instrumento en Kiev los arrastre directamente a una tercera guerra mundial, pero esta vez atómica. Pero tal vez sea demasiado tarde: Zelensky es como Biden y puede contar con el conocido lobby armamentístico.
Ambos participantes directos se subestimaron mutuamente en distintos grados. Moscú no esperaba que Kiev militarizara las zonas residenciales y, mucho menos, en la escala en que lo hizo, lo que obligó al presidente Putin (que escribió extensamente sobre sus sentimientos afines hacia los ucranianos en su artículo de julio de 2021 titulado ‘Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos’) a priorizar los combates calle por calle para sacar a las fuerzas ucranianas de esas zonas, en lugar de limitarse a bombardearlas sin preocuparse por las bajas.
Desde la perspectiva de Kiev y sus socios de la OTAN, no esperaban que la economía rusa -tanto la actual como la relacionada con lo militar- tuviera la resiliencia que mostró frente a las sanciones occidentales sin precedentes lideradas por Estados Unidos. Todos los informes anteriores sobre que Rusia “se estaba quedando sin municiones y mano de obra” han sido desacreditados por su continuo, lento pero constante avance durante los últimos cinco meses. Tampoco tomaron lo suficientemente en serio el casus belli de seguridad nacional de Rusia, razón por la cual está tan comprometida con el conflicto.
Ambos participantes directos también subestimaron la participación de la OTAN en el conflicto, aunque de maneras opuestas. Rusia no parece haber esperado que intensificaran sus envíos de armas hasta el punto de crear una guerra indirecta literal y duradera (guerra proxy), mientras que Kiev no anticipó cuánto tiempo tardarían en llegar las armas pesadas que lleva meses solicitando. En cuanto a la OTAN, parece haber sobreestimado la unanimidad de su apoyo hacia Ucrania, ya que están surgiendo graves divisiones dentro del bloque. Estas tres subestimaciones contribuyeron a prolongar el conflicto.
En conclusión, la reciente visita de Zelensky a Estados Unidos y su encuentro con Trump ponen de relieve la incertidumbre política que caracteriza el futuro de las relaciones entre Ucrania y los Estados Unidos. Mientras que, por un lado, Biden sigue apoyando a Kiev, la figura de Trump representa una alternativa ambigua, que podría cambiar radicalmente el enfoque estadounidense hacia la guerra en Ucrania. Este escenario abre el camino a una serie de posibles acontecimientos diplomáticos y militares, que podrían redefinir no sólo el futuro del conflicto, sino también el equilibrio geopolítico global.
Al cierre de este artículo, el mundo conoce el recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente. Como escribió el politólogo Ian Bremmer en X, “el deseo de restablecer una disuasión mínima, al atacar Tel Aviv, Irán nos ha recordado que la paciencia estratégica se ha agotado. Y los destinos futuros de Medio Oriente son cada vez más inciertos en la guerra aparentemente interminable que lo consume”. Estamos en medio de una guerra mundial por partes, irrestricta y con riesgos de escalada.
Desde el inicio de esta columna en febrero de 2022 siempre hemos recurrido como “marco teórico” al filósofo de la guerra, Clausewitz: "La maravillosa trinidad es la imagen de la dimensión interna de las comunidades que hacen las guerras. Se trata de una imagen que representa las tensiones y relaciones en una visión pluralista del Estado. Es percibida en la realidad, es imaginada y desde ahí es elevada a concepto. Distingue los caracteres de cada una de las partes: pueblo, jefe militar y jefe político".
“Corresponde al pueblo la confluencia del odio, la pasión, la enemistad y la violencia primitiva de su esencia como ciego impulso natural. Al jefe militar pertenece el juego del azar y las probabilidades, que remite al talento y el valor de la actividad libre del alma. Al jefe político pertenece el entendimiento que determina a la guerra como instrumento político subordinado”.
Unas sociedades atravesadas por tantas guerras, como la ucraniana y la rusa, requieren del diálogo, el encuentro y la reconciliación. Requieren de líderes sabios y prudentes. No hay dudas que con la guerra en Ucrania, desde lo estratégico, estamos en presencia de un hecho histórico.
¿ALGO ESTÁ CAMBIANDO EN ESTOS DÍAS?
Desde la continua escalada verbal, con amenazas e insultos, hasta el intento de bajar el tono. Hoy, Joe Biden da la sensación de querer recalibrar la estrategia estadounidense frente a Rusia. Si, hasta hace unos meses, el presidente estadounidense lanzaba diatribas contra su homólogo ruso, Vladimir Putin, llamándolo "carnicero" o dictador de días contados, ahora desde la Casa Blanca probablemente se han dado cuenta de que seguir por ese camino podría ser contraproducente. "Al jefe político pertenece el entendimiento" volviendo a Clausewitz.
Los líderes políticos de ambos bandos, seguramente, serán expuestos a futuros bochornos que surgirán en las negociaciones, cuando la OTAN se encuentre y necesite ir terminando la guerra en Ucrania, frente a un líder que ha sido denigrado e insultado en varias ocasiones.
Hay una posibilidad bastante visible de que, luego de las elecciones en los Estados Unidos, se llegue a algún tipo de negociación.
Los tonos triunfalistas anunciados en los últimos meses ya no se corresponden con la realidad y, por eso, Biden empieza a perder los estribos con sus más cercanos colaboradores. Los cuales, como si nada hubiera pasado, siguen hablando de victorias, si no improbables, muy difíciles de obtener en el campo de batalla (al menos en las condiciones actuales). La inteligencia rusa dice que los Estados Unidos quiere reemplazar al presidente ucraniano Zelensky con una figura más controlable.
De hecho, hace pocos días en ‘The Economist’ (el semanario globalista que transmite las directivas del Estado profundo a los europeos), aparece un artículo que podría haber sido escrito por un analista que podría ser tildado de pro-ruso.
Con el título: “La guerra va mal. Ucrania y sus aliados deben cambiar de rumbo, es hora de tener objetivos de guerra creíbles y de adherirse a la OTAN”, el periódico norteamericano, el 26 de septiembre de 2024, dice: “Si Ucrania y sus aliados occidentales quieren ganar, primero deben tener el coraje de admitir que están perdiendo. En los últimos dos años, Rusia y Ucrania han librado una costosa guerra de desgaste, que es insostenible. Cuando Volodymyr Zelensky viajó a Estados Unidos para ver al presidente Joe Biden esta semana, trajo consigo un ‘plan para la victoria’, que se esperaba que contuviera un nuevo llamado a las armas y al dinero. De hecho, Ucrania necesita algo mucho más ambicioso: un cambio de rumbo urgente. Un indicador de la decadencia de Ucrania es el avance de Rusia en el este, en particular en torno a la ciudad de Pokrovsk. Hasta ahora, es lento y costoso. Según estimaciones recientes, las pérdidas rusas ascienden a unos 1.200 muertos y heridos al día, además del total de 500.000. Pero Ucrania, con una quinta parte de la población de Rusia, también está sufriendo. Sus líneas podrían desmoronarse antes de que se agote el esfuerzo bélico de Rusia”.
Además de la imagen, muy sugerente, que acompaña el articulo (se adjunta en ‘The Economist’) va mostrando un Zelensky en salida.
Si Volodymyr Zelensky continúa desafiando la realidad, afirmando que el ejército ucraniano puede recuperar todo el territorio robado por Rusia desde 2014, alejará a sus partidarios y dividirá aún más a la sociedad ucraniana. Es hora de un nuevo enfoque honesto.
LA NEGOCIACIOÓN
En el campo diplomático la conversaciones, o negociaciones, están empantanadas voluntaria o involuntariamente por las partes. Nos encontramos ante dos formas diametralmente opuestas de concebir la negociación. Desde el punto de vista estadounidense, en la práctica el mismo adoptado por Zelensky, la guerra y la paz constituyen dos fases distintas de la guerra: cuando comienzan las negociaciones, la aplicación de la fuerza debe cesar para dejar espacio a la diplomacia.
Según esta visión, bien resumida por Henry Kissinger en su fundamental Orden Mundial, la fuerza es necesaria para producir la negociación, luego debe permanecer al margen. Y, aún más, lo reafirmó en su última aparición en Davos, y se animó a decir lo "políticamente incorrecto", el ex Secretario de Estado sostuvo que Ucrania va a tener que realizar concesiones territoriales para alcanzar la paz.
LA DURA REALIDAD
Evidentemente, algunos círculos estadounidenses empiezan a temer que su instrumento en Kiev los arrastre directamente a una tercera guerra mundial, pero esta vez atómica. Pero tal vez sea demasiado tarde: Zelensky es como Biden y puede contar con el conocido lobby armamentístico.
Ambos participantes directos se subestimaron mutuamente en distintos grados. Moscú no esperaba que Kiev militarizara las zonas residenciales y, mucho menos, en la escala en que lo hizo, lo que obligó al presidente Putin (que escribió extensamente sobre sus sentimientos afines hacia los ucranianos en su artículo de julio de 2021 titulado ‘Sobre la unidad histórica de rusos y ucranianos’) a priorizar los combates calle por calle para sacar a las fuerzas ucranianas de esas zonas, en lugar de limitarse a bombardearlas sin preocuparse por las bajas.
Desde la perspectiva de Kiev y sus socios de la OTAN, no esperaban que la economía rusa -tanto la actual como la relacionada con lo militar- tuviera la resiliencia que mostró frente a las sanciones occidentales sin precedentes lideradas por Estados Unidos. Todos los informes anteriores sobre que Rusia “se estaba quedando sin municiones y mano de obra” han sido desacreditados por su continuo, lento pero constante avance durante los últimos cinco meses. Tampoco tomaron lo suficientemente en serio el casus belli de seguridad nacional de Rusia, razón por la cual está tan comprometida con el conflicto.
Ambos participantes directos también subestimaron la participación de la OTAN en el conflicto, aunque de maneras opuestas. Rusia no parece haber esperado que intensificaran sus envíos de armas hasta el punto de crear una guerra indirecta literal y duradera (guerra proxy), mientras que Kiev no anticipó cuánto tiempo tardarían en llegar las armas pesadas que lleva meses solicitando. En cuanto a la OTAN, parece haber sobreestimado la unanimidad de su apoyo hacia Ucrania, ya que están surgiendo graves divisiones dentro del bloque. Estas tres subestimaciones contribuyeron a prolongar el conflicto.
En conclusión, la reciente visita de Zelensky a Estados Unidos y su encuentro con Trump ponen de relieve la incertidumbre política que caracteriza el futuro de las relaciones entre Ucrania y los Estados Unidos. Mientras que, por un lado, Biden sigue apoyando a Kiev, la figura de Trump representa una alternativa ambigua, que podría cambiar radicalmente el enfoque estadounidense hacia la guerra en Ucrania. Este escenario abre el camino a una serie de posibles acontecimientos diplomáticos y militares, que podrían redefinir no sólo el futuro del conflicto, sino también el equilibrio geopolítico global.
Al cierre de este artículo, el mundo conoce el recrudecimiento del conflicto en Medio Oriente. Como escribió el politólogo Ian Bremmer en X, “el deseo de restablecer una disuasión mínima, al atacar Tel Aviv, Irán nos ha recordado que la paciencia estratégica se ha agotado. Y los destinos futuros de Medio Oriente son cada vez más inciertos en la guerra aparentemente interminable que lo consume”. Estamos en medio de una guerra mundial por partes, irrestricta y con riesgos de escalada.