Hay vacaciones de invierno en la educación y hay feria en los tribunales, pero la política y la economía no se toman descanso. Como en el cuento de la frazada corta parece haber llegado un punto en que asegurar un logro incuestionable (haber achicado la inflación heredada) provoca rozamientos con otras metas invocadas: el incremento de las reservas y la búsqueda del superávit fiscal.
La recesión golpea la recaudación del fisco (pese a que se posterga la prometida eliminación de gravámenes como el Impuesto País o las retenciones) y los mecanismos monetarios diseñados en la Casa Rosada y el Palacio de Hacienda se muestran por ahora útiles para frenar el ascenso de los dólares libres y sofrenar la brecha cambiaria, pero empujan hacia arriba la inquietud del mercado y la tasa de riesgo del país.
El campo mantiene un tercio de la cosecha gruesa en silobolsas y espera el momento adecuada para vender. Los dólares agrarios tardan en llegar.
El Gobierno necesita fondos frescos para desanudar esa galleta, terminar con el cepo y poner en movimiento un proceso de inversión que reactive la economía. Choca, hasta el momento, con la cordial negativa del Fondo Monetario Internacional, que aplaude los embates contra la inflación pero cuestiona varios costados de las decisiones económicas. Quizás esta reticencia se vaya ablandando en lo que resta del año, los meses de mayor sequía financiera para el fisco. El fundamento de ese optimismo oficialista tiene nombre y apellido: Donald Trump. Si hasta el último sábado el (ya oficialmente) candidato republicano aparecía como favorito para la elección presidencial de noviembre, desde el último sábado, cuando en Butler, Pensilvania, sobrevivió milagrosamente al intento de magnicidio perpetrado por Thomas Matthew Crook, su reelección es virtualmente un hecho. “Paga 2 con 10”, diría un viejo burrero.
Puede darse por descontado que mucho antes de que la victoria se consume y de que, en enero de 2025, el republicano asuma el cargo, las estructuras de poder del mundo empezarán a reacomodarse y adecuarse a su fuerte influencia. El gobierno libertario confía en que esa influencia le resulte favorable, por ejemplo, en los organismos financieros internacionales de los que Washington es socio principalísimo. ¿No le consiguó Trump a Mauricio Macri un préstamo excepcional del Fondo?
QUE NO CUNDA EL PANICO
Es en virtud de esas conjeturas que el Milei procuró mostrar indiferencia la semana última, cuando los dólares libres ascendieron fuertemente. “No hay pánico”, afirmó. Lo que no impidió que acusara al mayor banco privado nacional de “golpismo” por ejecutar una opción de venta de bonos al Banco Central, una operación absolutamente legal.
El Presidente recibió una respuesta firme de la Asociación de Bancos Argentinos. Con la firma de su titular, Javier Bolzico, ADEBA calificó de "injusta e incorrecta" la denuncia de Milei y subrayó que el banco señalado –el Macro- no había hecho otra cosa que "ejercer" lo que estaba previsto en un contrato. La respuesta destacó asimismo que la acusación presidencial "genera dudas sobre la libertad de comercio" y exhortó a “no banalizar” el concepto de golpe de Estado.
Al tiempo que tramita estas cuestiones que tienen peso existencial para el gobierno, ya que se relacionan con su crédito ante la opinión pública, en el seno del poder parecerían activarse procedimientos tendientes a afianzar una cúpula obediente a Milei y su entorno inmediato.
CAMBIO DE PIEL
Mirando retrospectivamente es probable que el apartamiento de Nicolás Posse de la jefatura de gabinete haya sido el primer acto de esta sucesión, en la que se están definiendo o redefiniendo espacios claves de la estructura del Estado y el sistema de mandos del futuro partido oficialista, que mantendrá el nombre de La Libertad Avanza pero que está cambiando de piel y de controles bajo la batuta de Karina Milei.
Santiago Caputo, que por el momento juega en tándem con la secretaria general de la Presidencia, controla desde el no-lugar oficial que ocupa (es, en lo formal, asesor de comunicación) posiciones estratégicas en la reestructurada SIDE (la estructura de inteligencia del Estado, que maneja también los gastos reservados de los ministerio de Defensa y de Seguridad), el ministerio de Salud, Trabajo y enclaves de Economía, la cartera en manos de su tío, Luis Caputo.
En esas reestructuraciones rodó la cabeza de Fernando Vilella, que fue hasta hace una semana secretario de Estado en lo que había sido (y ahora vuelve a ser) Agricultura y Ganadería. El desplazamiento fue uno más en una extensa lista que supera el número de 50, pero tuvo mayor importancia que otros, porque Vilella estaba a cargo de una cartera estratégica que él mismo se encargó de bautizar como Secretaría de Bioeconomía. Definía a la bioeconomía como “el conjunto de sectores de la economía que utilizan recursos y/o procesos biológicos para la producción sustentable de bienes y servicios. Se apunta hacia el máximo aprovechamiento de la biomasa actual y la diversidad biológica. Nuestra propuesta implica acelerar y potenciar las fortalezas y beneficios de lo que se hace, no reemplazarlo", explicaba didácticamente.
Al enterarse de que lo habían removido, declaró: "La agenda del actual Gobierno la escribí yo y ahora me pidieron que me vaya". Se había enterado del despido mientras volvía a Buenos Aires después de cerrar importantes acuerdos en Beijing.
La gestión de Vilella, exdecano de la Facultad de Agronomía (UBA), venía siendo jaqueada desde el Ministerio de Economia. La secretaría cuestionaba –discretamente- el desaliento que las políticas fiscal y cambiaria (la combinación de retenciones y dólar atrasado) generan en el sector. También propugnaba apalancar las exportaciones en una gran ventaja competitiva de carácter ambiental: la producción agraria argentina es la más eficiente del mundo y la que supone la menor huella de carbono. Este costado fue golpeado por los grupos ideológicos antiambientalistas del oficialismo. “Ahora decidieron ir para atrás”, señaló Vilella tras enterarse que la Secretaría recuperaría su nombre tradicional. Se afirma que los trolls que bombardearon a Vilella operan por consigna de Santiago Caputo.
Habrá que ver si ese rebautizo y las nuevas autoridades pueden resolverse al ministro su principal preocupación política actual: la menguada liquidación de exportaciones que es uno de los motivos que explican el retroceso en materia de reservas del Banco Central en las últimas semanas.
En cualquier caso, la cartera encargada del negocio más sólido de la Argentina, la gran fábrica de dólares genuinos, ha pasado de las manos de un técnico independiente, sostenido por una amplia base de productores, al control más cercano del centro político. ¿El ojo del amo engorda el ganado?