Prometió ante representantes de otras Iglesias y comunidades cristianas a continuar el diálogo en aras de la unidad

Francisco reforzará el ecumenismo

El papa destacó la urgencia de que los cristianos sean "una misma cosa". Llamó a hacer más por los pobres y por mantener viva en el mundo la sed del Absoluto. Largo apretón de manos con el rabino jefe de Roma y gratitud a los musulmanes.

Ciudad del Vaticano - El papa Francisco se comprometió ante representantes de las otras Iglesias y comunidades eclesiales cristianas a proseguir el diálogo ecuménico en aras de la unidad, y expresó que una de las "insidias más peligrosas de nuestro tiempo" es pensar que el hombre no tiene necesidad de Dios y reducirlo "a aquello que produce y a lo que consume".

"Deseo asegurar mi firme voluntad de proseguir con el diálogo ecuménico", afirmó el pontífice en el discurso que dirigió a esos representantes y a los de otras religiones que asistieron el martes a la solemne misa con la que se abrió su pontificado.

Acogido con un gran aplauso cuando entró en la sala Clementina, del palacio Apostólico, Francisco insistió -en la misma línea que sus predecesores- en la urgencia de que todos los cristianos sean "una misma cosa" (Ut unum sint) y en poder testimoniar de manera "libre, alegre y valiente" el Evangelio. "Será nuestro mejor servicio en un mundo de divisiones y rivalidades", precisó.

MUCHO POR HACER

Francisco expresó que las religiones también tienen que estar cercanas a los hombres y mujeres que, sin reconocerse en ninguna tradición religiosa, buscan la verdad, la bondad y la belleza, "que es verdad, bondad y belleza de Dios".

"Todos tenemos que hacer mucho por los más pobres, los débiles y los que sufren, para favorecer la justicia y promover la reconciliación y construir la paz. Pero, sobre todo, tenemos que tener viva en el mundo la sed del Absoluto, no permitiendo que prevalezca una visión que reduce al hombre a aquello que produce y a lo que consume. Es una de las insidias más peligrosas de nuestro tiempo", afirmó el papa.

En el encuentro, en el que la presencia más relevante, sin duda, fue la del patriarca de Constantinopla, el ortodoxo Bartolomé I, el Papa saludó y agradeció además a los representantes de otras tradiciones religiosas, en "primer lugar a los musulmanes", de quienes destacó que rezan también a un Dios único. Dijo que su presencia en el acto era una señal de la voluntad de potenciar la cooperación por el bien común de la humanidad.

En ese clima fraterno, un largo apretón de manos marcó el saludo entre el papa Francisco y el rabino jefe de Roma, Riccardo Di Segni. El Papa expresó a los representantes judíos su deseo de proseguir "de manera fraternal el provechoso diálogo que el Concilio Vaticano II auspiciaba y que se ha llevado adelante dando muchos frutos".

La unidad de los cristianos se rompió por vez primera tras el concilio de Efeso, en el año 431, cuando se separó la Iglesia asiria, o persa. Veinte años después, en el concilio de Calcedonia, se separaron las Iglesias copta, siria, etíope y armenia, que habían abrazado la tesis del monofisismo, según la cual Cristo sólo tenía una naturaleza, la divina, y era hombre sólo en apariencia.

En 1054 se produjo el gran cisma, cuando se separaron las Iglesias de Oriente y Occidente, y la última gran separación se produjo en el siglo XVI (1517) con la reforma protestante de Lutero. A las dos grandes Iglesias les separan razones teológicas, como el rechazo de los ortodoxos al primado de Roma.