Fin de año, espíritu navideño y salud mental
El fin de año es un momento en el que, a pesar de todo lo que haya ocurrido o de que eventualmente los resultados no hayan sido lo que esperábamos, sirve para reflexionar sobre el pasado, celebrar el presente y mirar hacia el futuro. De alguna manera, es el tiempo de memoria y balance de todo lo que ocurrió en el año.
Se usa habitualmente la expresión “espíritu navideño” para referirnos al estado anímico que anhelamos en esta época y en general pensamos en los momentos para compartir emociones positivas como alegría, gratitud y amor con nuestra familia, amigos y en general. De hecho, la celebración de la llegada del “espíritu navideño” como tal, reproduce una tradición celta que como otras de las que se llamaron posteriormente paganas, por no ser las tradicionales de la iglesia católica, indicaba también épocas o ciclos anuales, como es el caso de los cambios estacionales. En esta fecha, el solsticio de verano o invierno según el hemisferio. Ese espíritu navideño se consideraba que era portador de energías positivas y llegaba como un espíritu benigno (en contraposición con las maldiciones, espíritus malignos), para aportar alivio, consuelo y energías positivas.
Sin embargo, para muchas personas, en particular en nuestro medio afectado por temas y noticias predominantemente negativas, el fin de año también puede traer estrés, ansiedad y tristeza, especialmente en el contexto del malestar social y la incertidumbre económica. Al mismo tiempo, la llegada de esta época supone para muchos un fenómeno por momentos de duelo por expectativas no cumplidas, en el que pensar en actitudes positivas o “de espíritu navideño” se antojan irreales. Pero nuestra salud mental, y en consecuencia la física, la salud, el bienestar en suma, se basa en cuestiones que a veces por elementales consideramos que no son las realmente importantes y así buscando grandes soluciones o propuestas, pasamos por alto algunas básicas que, de tan conocidas, desatendemos. Sin duda, pueden ser muchas o hasta considerarse otras, pero: ¿Cuáles son algunas de esas cuestiones que, si bien las conocemos, desatendemos?
1. Buscar fomentar emociones positivas, como la felicidad, la alegría y la gratitud congruente con el ritual sea que lo consideremos cíclico o religioso. Esto, de manera genérica, no solo mejora nuestro bienestar general, sino que innumerables trabajos demostraron que pueden mejorar nuestra función cerebral y ayudarnos a afrontar el estrés, reducir la depresión y aumentar la resiliencia. Algunas acciones simples para esto pueden ser:
- Expresar gratitud por lo que tenemos, en lugar de centrarnos en lo que nos falta. Pensar en alguien en particular a quien le podemos estar agradecidos por algo y por qué no, enviar una nota de agradecimiento, independientemente de la recepción que tenga. El permitirnos expresar agradecimiento, el ser agradecidos, está en general muy poco valorado para el propio bienestar emocional y sin embargo es cada vez más considerado como estrategia efectiva para lograrlo.
- No desestimar emociones y momentos positivos simples, como un llamado a alguien que habitualmente hemos dejamos de lado, o postergamos indefinidamente, o una demostración de afecto que no usamos demasiado, o a quien no se la expresamos habitualmente. También participar en algún evento, salida, inclusive unos momentos de lectura o escuchar música, por ejemplo, o una actividad que nos provoque placer, y nos permitamos abandonarnos así sea unos momentos, pero de manera consciente, a esa sensación de placer para contrabalancear la de displacer que nos es tan habitual y espontanea.
-Controlar la compulsión a la búsqueda de noticias negativas en medios, redes y buscar una lectura o un video, hoy tan difundido esto último en redes, sobre algo positivo o que nos toque particularmente.
2. No dejar de practicar la compasión, el sentimiento de preocuparse por los demás y tratar de entender su forma de ver las cosas y por lo que están pasando. Se habla mucho de empatía y olvidamos a veces el término compasión, que es compartir la pasión del otro, o en el uso de la palabra empatía, compartir el pathos, el malestar del otro. Para otros es el compartir la emoción del otro, conocer que los hace sufrir o doler y querer ayudarlos. Esto es ver desde el lugar del otro, y para eso esas palabras compasión y empatía tan usadas, requieren básicamente no el enunciado o declamación, sino la práctica, que ya no es tan fácil ni frecuente. La compasión beneficia tanto a quien la da como a quien la recibe. El ser compasivos, empáticos, empieza de alguna manera con nosotros mismos, ya que sin ello es difícil poderlo proyectar en los demás. Es no ser tan duros, críticos y negativos empezando por nosotros, sea en el tono y en la perspectiva con la que miramos todo. De alguna manera ese otro punto de mira, otra perspectiva cambia todo y nos permite ser más benévolos en nuestra consideración a veces muy dura respecto al otro.
Pensar en alguna forma de ayudar a otros necesitados, en principio en nuestro propio círculo, quizás a quienes nos cuesta por momentos dedicarles el tiempo en el vértigo cotidiano o sin darnos cuenta hemos dejado de lado. Esto también va en relación a la compasión y a la empatía en general.
Hoy es poco practicada y quizás sea imposible en la crisis de la inseguridad y el temor que provoca, pero había una antigua tradición y era que en toda mesa de nochebuena se dejaba una silla para acoger a alguien que no tenía con quién, y/o con que, pasar esa nochebuena. Recuperar de alguna manera ese espíritu adaptado a las épocas actuales, pero pensar en alguna forma de ayuda a quienes menos tienen.
3. Mirar el otro lado de la vida, no todo es negativo. En general la buena noticia no es noticia y estamos constantemente alertas a lo negativo y a la noticia de “alto impacto”. Esto sin embargo nos crea una dependencia hacia ese estímulo negativo y llegamos a creer que es la totalidad de la existencia. Sin embargo, ver qué puede alimentar nuestro optimismo y esperanzas, e inclusive buscar que las mismas situaciones tengan otra mirada nos permite entrar en otro estado mental. De esta manera reformular situaciones y pensamientos negativos en positivos sea escribiendo o en voz alta, pensar cómo podemos aprender de esa situación, o qué nos muestra a pesar de la dificultad que plantea.
4- En muchos casos los balances negativos y las planificaciones tienen que ver con objetivos muy difusos y especialmente amplios. Establecer objetivos realistas, en pasos pequeños y manejables, puede ayudar a tener otra expectativa más positiva. Cercano a esto es pensar casi por defecto, aunque en principio sea o suene forzado o artificial, en términos positivos respecto al futuro e inclusive trasladar ese cambio de mirada hacia la relación con los demás. A veces estamos más concentrados en ver las reacciones negativas o incluso en persistir con personas que nos resultan negativas en detrimento de relaciones que quizás en menor cantidad, pero que son positivas o al menos la base de las mismas no es el conflicto.
CONCLUSIÓN
El fin de año y el espíritu navideño en general se basa en tomar una época como cierre de ciclo y comienzo de otro. En la mayoría de las tradiciones, religiones, mitos, es el nacimiento de una nueva era, el cambio de ciclo con las expectativas de lo nuevo. Es una buena ocasión para pensar que se cierra una etapa dejándola atrás con lo bueno y lo malo, y que es una nueva oportunidad de un mayor bienestar, de un estado anímico mejor, más positivo.
Al mismo tiempo la oportunidad de ensayar nuevas estrategias que permitan otra mirada de la vida, habiendo aprendido sobre el pasado, al cual de alguna manera le agradecemos, pero lo dejamos. Al cultivar emociones positivas, practicar la compasión y mirar el lado positivo de la vida, no sólo podemos encontrar un mayor bienestar sino afrontar el estrés, la ansiedad, el malestar, que tan frecuentes son en nuestras sociedades actuales y en definitiva estar más sanos.
La dificultad para ponerlas en práctica es que las consideramos ilusas, irreales, o elementales, pero al igual que los habituales consejos para la salud o el estrés, lo más simple a veces es lo más difícil de practicar y sostener en el tiempo, y su simpleza es lo que engaña, ya que son muy eficaces.
En definitiva, el trabajo consciente, sobre lo simple y ya conocido, pero descartado por esto mismo, puede ser una nueva oportunidad a no desaprovechar. Un remedio simple, económico y muy eficaz.
Les deseo una muy feliz Navidad.