Espectáculos
Fernanda Metilli explora otros matices de la actuación teatral
Junto a Eduardo Blanco protagoniza ‘Empieza con D, siete letras’. Feliz con la convocatoria de Juan José Campanella para protagonizar su obra en el Politeama, no descuida su faceta de comediante en ‘Las chicas de la culpa’.
Faltan casi dos horas para que comience la función de ‘Empieza con D, siete letras’ en el Politeama, cuando Fernanda Metilli sube las escaleras del teatro. Vestida con una falda con volados y un top, llega con su café en la mano -algo que no puede faltarle- saluda y espera paciente en una mesa el momento en que comenzará la charla. “Estoy muy contenta, con mucho agradecimiento y sorpresa, no porque no le tuviéramos fe, sino sorprendida por todo lo que agradece la gente esta historia que está contada desde un punto muy real”, dice sentada en uno de los sillones del hall del primer piso de la sala.
“Siempre subrayamos que no es la típica historia de un tipo que se enamora de una pendeja, o la pendeja que se enamora de un hombre con plata”, explica la actriz que viene de hacer ‘Exit’ y antes ‘Matilda’ e ‘Inmaduros’. En la obra dirigida por Juan José Campanella, Fernanda interpreta a Miranda Delgado, una profesora de yoga que conoce en la sala de espera de un consultorio dental a Luis Cavalli (Eduardo Blanco), un médico jubilado recientemente viudo. Entre risas y dificultades, ambos descubrirán que la vida siempre nos puede sorprender.
HISTORIA DE VINCULOS
-¿Cómo define a Miranda?
-Cuando la leí por primera vez dije: “¡ay, qué bueno! ¡Qué mina fuerte!” Después, cuando bajó la adrenalina y la ebullición de la alegría de que me hayan convocado y la volví a leer me di cuenta de que tiene una parte rota que está bárbara porque ahondar ahí me permitió jugar en otro campo en el que yo no venía acostumbrada. Juan Campanella obviamente me dijo: “Ella está muy frágil, si bien es una mina muy fuerte, en este momento está súper frágil. Cualquier comentario que le dicen la quiebra un poquito”. Y creo que eso fue lo más difícil, es lo que más me cuesta porque como comediante puedo nadar en la comedia al toque, pero después, con un comentario, tengo que transformarme en esa fragilidad y eso me pareció lo más difícil. Lo que voy trabajando todos los días.
-¿Qué les agradece el público?
-Que sea una historia de vínculos y también que se muestre y que se hable de la relación del padre con el hijo, que interpreta Gastón Cocchiarale de una manera exquisita; que se muestran todos los vínculos de una misma relación. El otro día salíamos y una pareja grande me dijo: “Nosotros somos segundas parejas de nuestras vidas y nos pasó eso con nuestros hijos”.
-La obra también habla del vínculo de Miranda con su expareja y como él la tiene atada desde lo económico.
-Sí, son cosas que la mayoría de las mujeres pasan cuando se separan. Yo lo vivo con mis amigas, el miedo a dejar de tener relación con la expareja a nivel económico y también esa manipulación de parte del ex.
-Eduardo y Juan trabajan juntos y son amigos desde hace muchos años, ¿cómo fue para usted sumarse a esa dupla?
-Espectacular. Con Maru Zapata, que es quien hace el personaje de Carmu y además es la asistente de dirección, lloramos de risa porque es hermoso verlos en los dos roles, de amigos y de director-actor, porque obviamente esa misma confianza que tienen de hace cuarenta años también la vuelcan con mucho respeto en el proyecto. Son muy generosos. Ellos tienen una simpleza y una sencillez que hacen que sea muy fácil sentirlos cerca. Quizás uno los tiene como “uh, son ellos, Blanco y Campanella”, pero son súper sencillos y tienen los mismos miedos que todos.
-¿Cómo se siente tocando otros matices dentro de la actuación?
-Bien, es hermoso. Obviamente que me tenía muy nerviosa esa parte. Si bien yo confío en mí, este era un tono actoral que no había demostrado nunca. Este proyecto me trajo de vuelta a mi raíz teatral. Cuando empezamos los ensayos le decía a Agus (Aristarán), mi novio: “siento que estoy en la facultad”. Porque aprendo mucho con ellos y además es teatro puro, pasás por todas las emociones.
LA COMEDIANTE
-Sigue también con ‘Las chicas de la culpa’ con mucho éxito.
-Sí, nos lleva mucho trabajo el espectáculo porque, justamente, cada función es distinta. Este va a ser nuestro quinto año y aprendimos, con nuestras subidas y bajadas, a escucharnos y a decir: “No nos llenemos de funciones porque nos cansamos”. Respetamos mucho eso, que es nuestro gran secreto: no agotar el producto. Nos han convocado para streamings importantes y de lugares que nos dijeron que nos querían todos los días, pero no lo hacemos porque nos juega en contra.
-Después de tantos años haciendo humor, ¿siente que cambió algo en la manera de hacerlo en el último tiempo?
-Creo que sí. Es un laburo que hay que hacer, como todo cambio lleva una resistencia y es cierto que hay que tener más cuidado con lo que decís. No todo es chiste, no te podés reír de todo. Nos vamos a equivocar mil veces y no hay problema en pedir disculpas. Por otro lado, no es lo mismo el margen que tenemos nosotras, el contexto que tenemos en ‘Las chicas de la culpa’. Nosotras sabemos que no podemos ir a decir lo mismo a un programa de tele. Tenés que saber donde estás y siempre tratamos de hacer humor con nosotras. En algún punto, está bueno que cambie el humor y, sobre todo, el rol de la mujer haciendo humor. Para mí es bienvenido siempre.
-¿Cuál es su límite en el humor?
-Siempre es el otro. Yo conmigo puedo hacer un montón de chistes, en tanto y en cuanto no me duela. Si veo que me puedo reír está ok y lo hago, y si veo que no, es porque todavía no pasó el tiempo que tenía que pasar.
-Cuando estudiaba teatro en Tandil, ¿imaginaba el presente que terminó construyendo?
-Mi objetivo era muy claro: poder vivir de actuar o de dar clases, y de hacer reír, pero nunca creí que iba a hacer tanto. El objetivo lo tenía y sabía que lo iba a lograr y que si no se daba y tenía que vender ropa a la mañana y dar clases a la tarde lo iba a hacer. Y de hecho lo hice mucho tiempo; entonces no había nada que me asustara. Fui muy privilegiada pero también muy disciplinada, y creo que eso también me hizo bien, pero me sorprendió. Por suerte la vida me sigue sorprendiendo para más. -¿Se siente una privilegiada?
-Sin duda. Soy muy consciente y con ‘Las chicas de la culpa’ tenemos una frase antes de salir a cada función que es “no naturalicemos esto”. Las funciones agotadas no se pueden naturalizar. Es un privilegio absoluto. -¿Hay algún personaje que le gustaría hacer?
-Hacer de mala me encantaría, nunca lo hice. En ‘Exit’ había algo de eso, pero hacer ficción de mala, más oscura, me gustaría mucho.
“Siempre subrayamos que no es la típica historia de un tipo que se enamora de una pendeja, o la pendeja que se enamora de un hombre con plata”, explica la actriz que viene de hacer ‘Exit’ y antes ‘Matilda’ e ‘Inmaduros’. En la obra dirigida por Juan José Campanella, Fernanda interpreta a Miranda Delgado, una profesora de yoga que conoce en la sala de espera de un consultorio dental a Luis Cavalli (Eduardo Blanco), un médico jubilado recientemente viudo. Entre risas y dificultades, ambos descubrirán que la vida siempre nos puede sorprender.
HISTORIA DE VINCULOS
-¿Cómo define a Miranda?
-Cuando la leí por primera vez dije: “¡ay, qué bueno! ¡Qué mina fuerte!” Después, cuando bajó la adrenalina y la ebullición de la alegría de que me hayan convocado y la volví a leer me di cuenta de que tiene una parte rota que está bárbara porque ahondar ahí me permitió jugar en otro campo en el que yo no venía acostumbrada. Juan Campanella obviamente me dijo: “Ella está muy frágil, si bien es una mina muy fuerte, en este momento está súper frágil. Cualquier comentario que le dicen la quiebra un poquito”. Y creo que eso fue lo más difícil, es lo que más me cuesta porque como comediante puedo nadar en la comedia al toque, pero después, con un comentario, tengo que transformarme en esa fragilidad y eso me pareció lo más difícil. Lo que voy trabajando todos los días.
-¿Qué les agradece el público?
-Que sea una historia de vínculos y también que se muestre y que se hable de la relación del padre con el hijo, que interpreta Gastón Cocchiarale de una manera exquisita; que se muestran todos los vínculos de una misma relación. El otro día salíamos y una pareja grande me dijo: “Nosotros somos segundas parejas de nuestras vidas y nos pasó eso con nuestros hijos”.
-La obra también habla del vínculo de Miranda con su expareja y como él la tiene atada desde lo económico.
-Sí, son cosas que la mayoría de las mujeres pasan cuando se separan. Yo lo vivo con mis amigas, el miedo a dejar de tener relación con la expareja a nivel económico y también esa manipulación de parte del ex.
-Eduardo y Juan trabajan juntos y son amigos desde hace muchos años, ¿cómo fue para usted sumarse a esa dupla?
-Espectacular. Con Maru Zapata, que es quien hace el personaje de Carmu y además es la asistente de dirección, lloramos de risa porque es hermoso verlos en los dos roles, de amigos y de director-actor, porque obviamente esa misma confianza que tienen de hace cuarenta años también la vuelcan con mucho respeto en el proyecto. Son muy generosos. Ellos tienen una simpleza y una sencillez que hacen que sea muy fácil sentirlos cerca. Quizás uno los tiene como “uh, son ellos, Blanco y Campanella”, pero son súper sencillos y tienen los mismos miedos que todos.
-¿Cómo se siente tocando otros matices dentro de la actuación?
-Bien, es hermoso. Obviamente que me tenía muy nerviosa esa parte. Si bien yo confío en mí, este era un tono actoral que no había demostrado nunca. Este proyecto me trajo de vuelta a mi raíz teatral. Cuando empezamos los ensayos le decía a Agus (Aristarán), mi novio: “siento que estoy en la facultad”. Porque aprendo mucho con ellos y además es teatro puro, pasás por todas las emociones.
LA COMEDIANTE
-Sigue también con ‘Las chicas de la culpa’ con mucho éxito.
-Sí, nos lleva mucho trabajo el espectáculo porque, justamente, cada función es distinta. Este va a ser nuestro quinto año y aprendimos, con nuestras subidas y bajadas, a escucharnos y a decir: “No nos llenemos de funciones porque nos cansamos”. Respetamos mucho eso, que es nuestro gran secreto: no agotar el producto. Nos han convocado para streamings importantes y de lugares que nos dijeron que nos querían todos los días, pero no lo hacemos porque nos juega en contra.
-Después de tantos años haciendo humor, ¿siente que cambió algo en la manera de hacerlo en el último tiempo?
-Creo que sí. Es un laburo que hay que hacer, como todo cambio lleva una resistencia y es cierto que hay que tener más cuidado con lo que decís. No todo es chiste, no te podés reír de todo. Nos vamos a equivocar mil veces y no hay problema en pedir disculpas. Por otro lado, no es lo mismo el margen que tenemos nosotras, el contexto que tenemos en ‘Las chicas de la culpa’. Nosotras sabemos que no podemos ir a decir lo mismo a un programa de tele. Tenés que saber donde estás y siempre tratamos de hacer humor con nosotras. En algún punto, está bueno que cambie el humor y, sobre todo, el rol de la mujer haciendo humor. Para mí es bienvenido siempre.
-¿Cuál es su límite en el humor?
-Siempre es el otro. Yo conmigo puedo hacer un montón de chistes, en tanto y en cuanto no me duela. Si veo que me puedo reír está ok y lo hago, y si veo que no, es porque todavía no pasó el tiempo que tenía que pasar.
-Cuando estudiaba teatro en Tandil, ¿imaginaba el presente que terminó construyendo?
-Mi objetivo era muy claro: poder vivir de actuar o de dar clases, y de hacer reír, pero nunca creí que iba a hacer tanto. El objetivo lo tenía y sabía que lo iba a lograr y que si no se daba y tenía que vender ropa a la mañana y dar clases a la tarde lo iba a hacer. Y de hecho lo hice mucho tiempo; entonces no había nada que me asustara. Fui muy privilegiada pero también muy disciplinada, y creo que eso también me hizo bien, pero me sorprendió. Por suerte la vida me sigue sorprendiendo para más. -¿Se siente una privilegiada?
-Sin duda. Soy muy consciente y con ‘Las chicas de la culpa’ tenemos una frase antes de salir a cada función que es “no naturalicemos esto”. Las funciones agotadas no se pueden naturalizar. Es un privilegio absoluto. -¿Hay algún personaje que le gustaría hacer?
-Hacer de mala me encantaría, nunca lo hice. En ‘Exit’ había algo de eso, pero hacer ficción de mala, más oscura, me gustaría mucho.