Estrés, rituales y Mundial
"Tus creencias se transforman en tus pensamientos
Tus pensamientos en tus palabras
Tus palabras en tus acciones
Tus acciones se transforman en hábitos
Tus hábitos se convierten en tus valores
Cuida tus valores ya que Son tu destino"
Gandhi
La identidad de las personas, así como la de los diferentes grupos sociales, se va construyendo, deconstruyendo, identificando y des identificándose, mediante actos, creencias compartidas, situaciones diversas ya sean eventos pequeños y grandes, que hacen parte tanto de lo cotidiano como, aun distanciados en el tiempo, se repiten de manera periódica. Entre nuestros rituales periódicos que son los que van conformando la identidad social, como las crisis económicas, conflictos sociales, hay algunos tan propios, aunque no exclusivos ya que ocurren en otras sociedades, como por ejemplo los "piquetes", pero que van adaptando y a su vez aportando a la sociedad de donde surgen, diferentes características que hacen a su identidad.
De la misma manera que un individuo adquiere voluntaria o involuntariamente, de manera a veces imperceptible para sí mismo, hábitos tanto negativos, como consumo de sustancias tóxicas diversas (tabaco alcohol, psicofármacos), como positivos, en la alimentación o el control y cuidado de su salud mental y física por ejemplo, también los hábitos, esos actos repetidos una y otra vez, van conformando la identidad del ser. Así como somos lo que pensamos, también somos lo que hacemos, nuestros actos van construyendo nuestra identidad.
Desde una perspectiva neurobiológica (hoy se usa "neurociencias"), desde aún antes de los descubrimientos de la neuróloga Rita Levi-Montalcini de los factores de crecimiento neuronal que le valieron el Premio Nobel de medicina en 1986, pero claramente impulsados a partir de este hallazgo, sabemos que el tejido neuronal, las vías, los centros que están relacionados con las diferentes actividades, se van modificando en relación a las experiencias, actos, pensamientos, etcétera, es decir toda nuestra producción como seres vivos y en evolución, interactúa de una manera plástica con el tejido nervioso. A su vez, esos cambios facilitan que el mantenimiento de esas funciones sean positivas o no para el individuo. Así núcleos o centros que tienen que ver con el estrés, como la corteza orbitofrontal o la amígdala, presentan modificaciones anatomo-funcionales según el grado de estrés, ansiedad, depresión o trauma psíquico.
Entre estos rituales repetidos, hay uno que cada uno de nosotros recordará en su propia historia, cuándo fue que comenzó, de qué manera, qué memorias lleva asociadas, la calidad de esos recuerdos, las cogniciones y emociones en suma que condensó ese hecho, que se repite por lapsos de tiempo periódicos pero prolongados: se llama Mundial de Fútbol. Este evento, como muchos otros, pero quizás apartado entre uno y otro estimulo, lo convierte en especial y va cargado de un peso extraordinario en cuanto expectativas y emociones asociadas, al punto que la sociedad queda coaptada, capturada por ese estado emocional.
Al momento de escribir esta nota, "la Argentina" (el país, todos nosotros), que iba al Mundial con la firme esperanza de ser campeona del mundo, pasó a ser un fracaso, luego de perder con Arabia Saudita. Se habrá jugado el partido contra Méjico del cual obviamente no sabemos hoy el resultado, pero sí al leer la nota. La Argentina estará de nuevo en la senda de la "merecida victoria" o quizás en el desastre de consecuencias inimaginables. Lo interesante es que en lugar de pensar en un equipo que nos representa, con un sesgo cognitivo compartido, personalizamos y "la Argentina", es decir nosotros. Así el éxito o el fracaso son rotundos y personales. Nuestro ser está puesto en juego en ese reflejo "tan argentino", según calificaba un diario español luego de la derrota, pasando de la euforia al drama. Esa frustración aun breve, parece autorizar la transgresión de barreras morales y así dar paso a otro proceso que se está convirtiendo, si no lo ha hecho aún, en ritual, en esa costumbre que es la violencia social.
Un "influencer", al igual que políticos diversos, es acusado de "mufa" (influir mágica y negativamente) pero en su caso es hostigado y amenazado de muerte. Todo también justificado, en el templo de la victimización, al autoasignarse el rol de víctimas (de la crisis social y económica, del fútbol, de lo que sea), supuestamente por el malestar social, que avalarían no ser responsables de sus actos, banalizando así la comisión de un delito (amenazas).
Muy pocos días u horas inclusive separan estados anímicos totalmente opuestos, en uno la elación el ser, hinchado con su propio orgullo, en el otro hundido y reconfirmando el inevitable pesimismo de la catástrofe.
Somos "el mejor país del mundo", en el que "el argentino donde va se destaca", también por momentos el peor en el que pasan cosas que en ningún país pasan, es decir vivimos en los extremos de los pensamientos e ideas que colisionan entre sí. Los políticos se dividen a su vez entre el deseo personal y la conveniencia de que este enorme caudal de expectativas se vea reconfortado o a la inversa frustrado, a la luz de lo que esa tormenta de emociones puede significar de cara a las elecciones del año siguiente. Ya vivimos en el pasado mientras "millones de argentinos jugaremos el mundial" (según decía la canción), ganando una copa mientras perdíamos otras cosas más graves en el mismo momento.
Las pasiones sirven, quizás sea el exceso de las mismas las que nos privan de la posibilidad de gozar de ellas, ya que en sus extremos queman la mente y el espíritu. Lo vemos en varias áreas en el que esas emociones pueden ser vehículo de actos positivos como algunos muy destructivos como la violencia social en la que vivimos.
En los extremos está la imposibilidad en muchos casos del goce, pero sin embargo hay muchos que creen que es solo en los extremos es donde existe el mismo.
Quizás para identificarse con rutinas y hábitos positivos, debamos entender que la moderación, el camino del medio, es un ritual rutinario pero es una buena vía y lleva a una buena vida. Quizás el mundial nos sirva para ver como algunos hábitos que nos identifican deben ser progresivamente desacondicionados, diría un behaviorista.
En el fondo aprender a ser más felices ya que tenemos lo necesario para ello, pero también complementariamente todo lo necesario para la infelicidad, el estrés y el malestar.
Esta en uno seguir uno u otro camino, nuestra salud individual y colectiva lo agradecerá.
Pero para terminar: ¡Vamos Argentina!
(esperemos estar en este domingo todos en ese estado de animus)