“Esta obra te recuerda todo el tiempo que seguís estando vivo”

Mercedes Scápola analiza el éxito de ‘Las cosas maravillosas’. La pieza, que lleva dos años en cartel y cada tres meses cambia de protagonista, está siendo encarnada ahora por Victorio D'Alessandro.

Cuando Mercedes Scápola, más conocida como Mey, empezó a dar sus primeros pasos dentro del mundo de la actuación ni se le cruzaba la idea de dirigir. Sin embargo, quizás inconscientemente había algo que se estaba gestando: “me acuerdo de ir a ver a mi mamá (Mercedes Morán) al teatro y siempre estar cerca de los directores mirando cómo lo hacían. Disfrutaba mucho de verlos trabajar, de ese proceso de ensayo más que de la función en sí. También me pasó que estudié muchos años con Julio Chávez y Julio es un gran director de actores. Es extraordinario, y yo aprendí con él casi todo lo que sé de dirigir, de observar qué instrumento me toca enfrente, ver qué tiene o qué no. Como directora intento que toda mi generosidad, que a veces no tengo en otras cosas, esté puesta para que el actor tenga el mejor trabajo de su vida”, dice sentada en un sillón ubicado en el hall del primer piso del Multiteatro.

Allí, los lunes y martes, Mey dirige ‘Las cosas maravillosas’, el unipersonal de Duncan Macmillan y Jonny Donahoe que desde 2022 se presenta en Buenos Aires con un protagonista -o más bien un narrador- que rota cada tres meses, y que a sala llena emociona con una historia pequeña pero de lo más conmovedora. Por estos días el protagonista es interpretado por Victorio D’Alessandro, quien propone desde el escenario una experiencia diferente en la que el público, de manera muy sutil, colabora a contar el cuento.


APRENDER A SOLTAR

-¿Cuál es la clave del éxito de la obra?

-Me parece que es una obra muy sincera y desde mi humilde lugar, donde soy una pieza más, aunque la dirección es importante, intento que la propuesta no sea pretenciosa. Detesto la pretensión en las obras, no lo puedo soportar, intento que no sea intelectual por más que sea un texto súper profundo y bien escrito, que no sea críptico. La obra habla de la salud mental y a veces uno puede decir “¡uh, qué plomo!”, pero acá te morís de risa, la pasás bomba, no te tiene que pasar lo que le pasa al protagonista para sentirte identificado. A mí no me pasó nada de lo que vivió el narrador y me conmuevo en cada función. Es un momento tan complicado en el mundo, en el país ni hablar, hacer una lista de cosas maravillosas muy mini, como venir al teatro y pasarla bien, ya es un montón. Creo que la obra tiene eso: que la gente sale y te dice; “voy a hacer mi propia lista”, porque no sabés si mañana te morís. La obra te recuerda todo el tiempo que seguís estando vivo.

-Es una puesta que requiere un director muy presente, ¿verdad? Porque va cambiando constantemente.

-Yo soy un poco obsesiva y vengo a todas las funciones hace dos años. Es un espanto (risas). Ahora, en unos días va a ser la segunda vez en dos años que no vengo a la función porque tengo que hacer un viaje de laburo, y ya me quiero morir. Falté una sola vez el año pasado cuando lo estaba haciendo Andy Kusnetzoff porque estaba me encargaba de la dirección artística de las charlas TED y sentí un duelo. Pero es mi manera de trabajar. También cuando laburo como actriz amo que vengan los directores y me es muy necesaria la mirada de afuera.

-¿Cómo convive esa obsesión con el hecho de que la obra cambia en cada función porque el público tiene su participación?

-Esta obra es un ejercicio para soltar porque cada función realmente cambia dado que el público ayuda a contar el cuento. Cada persona es diferente y no sabés con qué te va a salir. De hecho, parte de mi trabajo es preparar al actor o la actriz para que esto sea como un ‘Elige tu propia aventura’. Sabés que hay cuatro o cinco cosas que pueden pasar. También cómo invitar a la persona a participar es toda una manera y se ensaya, hay algo que tiene esta obra que para mí está bueno que es que no se note mi marca. Cuanta menos marca mía se vea, para mí está mejor dirigida. Si parece que está todo armado en el momento, mucho mejor, aunque esté todo premeditado. Ese es el encanto de la obra. Y yo voy manejando mi obsesión de la manera que mejor puedo, tratando de acompañar a la persona a que sea más capitán de barco para que convenza a todos de que va a ser el mejor viaje de sus vidas.

Actor y directora de ‘Las cosas maravillosas’, que sale a escena los lunes y martes en el Multiteatro.

EL ENCANTO

-Muchas veces dijo que el teatro participativo no le gusta, ¿qué vio en esta obra para que le interesara hacerla?

-Para mí el texto es de los más bellos que leí en mi vida. La había visto y me parecía una historia hermosa y bien escrita. Es a prueba de balas, no conozco a nadie que diga “no me gustó”. He hecho muchas obras de teatro que la gente te dice “mmmm” y está perfecto. Acá nos pasa que te puede gustar más o menos, pero el texto es una bomba. No por nada es un éxito en todas partes del mundo. Es una historia muy chiquita y muy profunda, que está muy bien escrita y tiene humor, emoción, profundidad. Yo la vi y dije “quiero hacer esto”, y, además me pareció un riesgo, una invitación a hacer algo frente a lo que te planteás “¿cómo hago?”. De hecho, le presté mucha atención a ver cómo invitaba al público a participar siendo yo una persona a la que no le gusta hacerlo. Pensé cómo me gustaría que me inviten a hacer esto sin sentirme ridiculizada. Acá nadie está expuesto. A mí eso es lo que no me gusta de lo participativo, pero en esta obra eso está re cuidado.

-¿En algún momento pensó en convocar a su madre?

-Fue una de las cosas que en su momento pensaron los productores, pero ella venía de hacer su unipersonal mucho tiempo y cuando fuimos a verla y se la propusimos dijo que quería hacer una obra con más gente. Así que ya no la pensé de nuevo.

-¿Qué le genera más nervios: dirigir o actuar?

-Son nervios distintos. Me pongo nerviosa siempre. Lo que me pasa ahora es que me pongo aún más nerviosa porque se trabaja tanto que sentís que tenés que tener todo bajo control. Pero a la vez es una pieza que tenés que soltar todo el tiempo. Entonces trato de controlar todo hasta que arranca la función y ahí...que Dios nos ayude. Como actriz siento que tengo todo más bajo control porque estoy arriba del escenario y más o menos sé lo que me pude pasar. Como directora, al menos en un unipersonal, siento una cosa más maternal, necesito cuidar al que está arriba del escenario, que la pase bien, que la gente se ría, que no se olvide la letra.


SUS ELEGIDOS

-¿Usted tiene armada su lista de cosas maravillosas?

-Cuando empecé a ensayar le contaba a mi hijo León (11 años) que era la historia de un chico que hace una lista de las cosas maravillosas por las que vale la pena vivir. León la vio por primera vez hace poco, bajó de la sala solo y escribió en la lista que tenemos en el hall “existir”. Entendió todo. Yo siempre pongo en primer lugar a mi hijo. Después algo que me apareció en la lista hace un par de años es trabajar con amigos. A mí trabajar con gente que me quiere y que la quiero me cambia la vida. Que la gente agradezca cuando sale de la función es también una de las cosas más maravillosas que me pasó con esta obra. E ir al teatro también, claramente me sigue gustando mucho.