POR AGUSTÍN DE JESÚS SUÁREZ (*)
La forma en la que educamos a nuestros niños y jóvenes está, por varias razones, en el centro de muchos debates sociales, uno de los cuales sin dudas es el cómo y para qué se los educa.
La Modernidad nos ha acostumbrado a una educación meramente
Si bien los métodos y formas de educar están y seguirán siendo cruzados por las nuevas tecnologías (especialmente, luego de la pandemia) hay verdades sobre la educación que se mantienen inalterables.
Parte central de la labor educativa radica en la importancia de formar en los alumnos habilidades que les permitan no solo aprender contenidos, sino
EL METODO SOCRATICO
En este sentido, la tradición educativa occidental nos ofrece un gran número de propuestas que merecen ser tenidas en cuenta en el diseño de las currículas escolares.
Tomemos, por ejemplo, el Método Socrático, piedra fundacional de la Retórica. El sistema dialéctico de exposición y defensa de ideas que nos fue legado en los escritos de Platón permite a quienes lo practican desarrollar las indispensables habilidades de pensamiento y expresión asertiva.
Para poder poner en práctica una herramienta de este estilo
Resulta sumamente paradójico que ante los resultados negativos de diversas evaluaciones educativas que evidencian el gran déficit de comprensión lectora de textos sencillos se denueste cualquier atisbo de educación tradicional por un prejuicio que la concibe como anticuada, desactualizada y desinteresada de las reales necesidades de los alumnos.
Sería inmenso el bien que se haría si todos los establecimientos educativos dedicaran al menos diez minutos diarios a que sus estudiantes desarrollen la práctica como lectores con libros formativos y bellamente escritos.
El sistema educativo debe repensarse a sí mismo si quiere estar a la altura de los desafíos que el presente y el futuro les deparan a nuestros niños y jóvenes. Y, para lograrlo, no basta solo con dar “saltos hacia adelante”. También es necesario volver a las fuentes, a lo que verdaderamente significa educar: no solo brindar conocimientos, sino promover al alumno para que alcance la plenitud en todas las dimensiones de su persona.
Las herramientas están allí desde siempre. Solo hace falta tomar la decisión de implementarlas. Sin dudas, los hombres y mujeres en los que nuestros estudiantes se conviertan en el futuro nos agradecerán que lo hagamos.