El clásico Concierto de Año Nuevo, dirigido esta vez por Riccardo Muti
En Viena, el evento de música clásica más visto en el mundo
Establecido por Clemens Krauss en 1939, el Concierto de Año Nuevo en Viena acaba de celebrar otra edición. Difundido por vía televisiva a más de noventa países, contó con una audiencia calculada en más de cincuenta millones de personas (hay quienes estimaron un número mayor). Esperado habitualmente con ansiedad y alegres premoniciones por tantísima gente, constituye desde ya el suceso de música clásica de mayor proyección en todo el planeta y, en función de sus características, volvió a configurar un calificado y divertido deslizamiento en el año que recién se inicia.
ALTO NIVEL
Cabe aclarar que a diferencia de los alemanes, que no dejan de reírse a su manera, los austríacos son sumamente alegres (revisemos su repertorio de operetas), y al mismo tiempo tradicionalistas, con un dejo de nostalgia en miradas que evocan su poderoso pasado imperial. Sobre estas bases, el evento de que se trata conjugó al mismo tiempo un repertorio consagrado en gran parte a la familia Strauss (Johann I, Johann II, Eduard, Josef), ejecutado por la Filarmónica de Viena con rango mayúsculo, y un desarrollo absolutamente distendido a lo largo de todo su transcurso (en 2025 se conmemoran dos siglos del nacimiento del Rey del Vals, del que se ejecutaron ocho piezas). Así, y ante un auditorio donde no cabía un alfiler, predispuesto por cierto al festejo, el director, como es habitual dialogó informalmente con el público, abandonó la batuta (por supuesto que la agrupación funciona perfectamente sola) y se dio vuelta para canturrear y animar la participación de la concurrencia en las piezas más populares.
La jornada, se erigió otra vez en una gran fiesta.
MUTI Y UNA MUJER
Josef Krips sucedió a Krauss en la titularidad de la serie, y luego se hizo cargo de esa posición el concertino Willi Boskovsky, tan ligado a la denominada música ligera de la nación de Sissi y Francisco José. Ello hasta que la propia orquesta decidió en 1989 invitar para la conducción de estas funciones cada año a un músico diferente, cuidadosamente seleccionado entre aquellos con quien la vincula un feeling especial. Así, y en jornadas siempre estelares, fueron pasando nada menos que Herbert von Karajan y Christian Thielemann, Lorin Maazel, Maris Janssons y Gustavo Dudamel, Carlos Kleiber (de gran rapport con los instrumentistas) y Daniel Barenboim, Nikolaus Harnoncourt, Georges Pretre, Franz Welser-Moest.
Aunque la función que nos ocupa fue descontracturada, desde luego que su concertación no resultó nada fácil (actuaron incluso en los intermedios, como novedad, los ballets de la Staatsoper y de la Volksoper). Porque requirió en el maestro cualidades especiales de equilibrio para asumir un programa necesitado de un particular despliegue de gracia y elegancia, sutilezas rítmicas y de fraseo, líneas no exentas de nostalgia y emoción.
Cabe destacar igualmente que la velada de este 1° de enero marcó un hito en el célebre ciclo. Porque fue la primera oportunidad en ochenta y cinco años en que se incluyó una obra compuesta por una mujer: el fogoso ‘Ferdinandus-Walzer’, de Constanze Geiger, contemporánea de los Strauss.
Siempre en el bellísimo Salón Dorado del Musikverein, uno de los centros de conciertos más prestigiosos en el plano internacional, y con “un espíritu de esperanza, de amistad y de paz”, le tocó estar en el podio por sexta vez a Riccardo Muti (83). Con vigor y rigor técnico que nunca decaen no obstante el paso del tiempo, el gran maestro napolitano incursionó en un catálogo que constantemente se va renovando y retroalimentando, y sostuvo con superior calidad la mejor y más rica tradición de Austria, “el país de la música” por excelencia.
“Cita cultural imprescindible”, el evento abarcó elocuentes contradanzas, valses y polkas, y, como es de rigor, concluyó con una refinadísima interpretación de “el hermoso Danubio Azul” y toda la concurrencia batiendo palmas sobre los sones de la Marcha Radetzky, casi como el Himno Nacional de Austria. “Sobre las olas del Danubio azul”, dijo Muti, “esperamos enviar al mundo un barco lleno de belleza y amor”.