Empieza el reinado del Diez

En la edición del jueves 21 de octubre de 1976 la crónica de La Prensa apenas comentaba el hecho, incluso sin citar al protagonista. Pero aun en esa mínima enunciación, en la mente de Jorge Esteban Otero, el encargado de la cobertura de ese partido en La Paternal, tal vez existía la noción de que algo llamativo había sucedido. “Para la reanudación del encuentro, Argentinos realizó un cambio que fue aprobado por el público por las cualidades del ingresante”, escribió el periodista fallecido hace poco menos de dos décadas. El “ingresante” era nada más y nada menos que Diego Armando Maradona, un purrete de 15 años que tenía el don de hacer posible lo imposible con una pelota en sus pies. Ese 20 de octubre del ´76 se inició nada más y nada menos que el reinado del Diez.

Talleres tenía un muy buen equipo y en sus filas se destacaban excelentes jugadores como el Hacha Luis Antonio Ludueña y el Rana José Daniel Valencia, además de Luis Galván, un sobrio defensor que se estaba haciendo un lugar en la Selección argentina. A pesar de haber ganado 1-0 ese miércoles por la tarde, el conjunto cordobés, el partido y el resultado quedaron en un segundo plano quizás injusto. Para el mundo del fútbol ese día se reduce a la primera vez de Diego, a la ceremonia bautismal en el verde y raleado césped de la canchita de Juan Agustín García y Boyacá.

Maradona, con el número 16 en la espalda, entró en reemplazo de Rubén Giacobetti, el mediocampista que a lo largo del primer tiempo no había podido contener a Ludueña. El Hacha había marcado el gol de Talleres ingresando en el área como centrodelantero hecho y derecho a pesar de su condición de volante de galera y bastón. Los cordobeses estaban siendo claramente superiores a Argentinos. Tanto el equipo del Maestro Rubén Bravo -eximio atacante del Racing tricampeón de 1949, ´50 y ´51- como el Bicho estaban cumpliendo destacadas campañas en el Nacional del ´76. Por eso ambos conjuntos pretendían quedarse con los dos puntos en disputa.

Juan Carlos Montes, el DT del local, decidió que era momento para que entrara en escena ese pibito que estaba a diez días de cumplir 16 años. Hacía rato que venía pensando en darle la oportunidad de debutar. Algunos dirigentes dudaban de la conveniencia de esa idea. Todos sabían que Diego hacía maravillas en las prácticas, pero le objetaban al entrenador la juventud del muchachito que también vio postergada su presentación por una suspensión de cinco fechas impuesta por haber recibido una tarjeta roja en un partido de Séptima División. Sí, de Séptima. Así de joven, casi nene, era Maradona.

“Juegue como usted sabe”. La leyenda cuenta que ésas fueron las simples instrucciones de Montes. Y Diego cumplió al pie de la letra. Pocos minutos después de haber pisado la cancha le tiró un caño a Juan Domingo Patricio Cabrera, un mediocampista que años más tarde actuó en San Lorenzo y en Vélez.

El pibito que jugaba de 10 con el 16 en la espalda se llevó todos los aplausos. Anduvo bárbaro ese día y no le pesó el debut. No pudo impedir que la victoria quedara en poder de Talleres. Pero tal situación terminó siendo un pequeño detalle dentro de una inmensa historia.

Poco más de siete mil espectadores fueron testigos privilegiados de ese partido. Lo curioso del caso es que mucha más gente jura haber asistido esa tarde a la cancha en La Paternal. Lo cierto es que todos, los que realmente estuvieron en Juan Agustín García y Boyacá y los que dicen haber estado, quedaron subyugados eternamente por “las cualidades del ingresante”. Todos empezaban a disfrutar de una era mágica e inolvidable: el reinado del Diez.