Elencos estables, Estado y sindicatos

La situación planteada con el Ballet Estable del Colón reaviva la discusión sobre el trabajo de los artistas. Maru Bolatti, con nueve elencos nacionales a su cargo, comparte su mirada.

Por Mariela Bolatti *
Especial para La Prensa

 

Estamos en estos días frente a un debate recurrente, pero que a raíz de algunos hechos que han tomado fuerte estado público se ha vuelto a ubicar entre los primeros lugares en una parte significativa de la población. Diré entonces, para empezar, que bienvenido sea una vez más este debate porque, sin dudas, desde allí se podrán encontrar caminos constructivos, más sanos y saludables. Pero que, en ese afán de mejorar y hacer algunas correcciones que pudieran ser necesarias, no cometamos el error de dinamitar mucho de lo que está bien.

No todas las áreas del quehacer cultural se encuentran en la misma situación, hay particularidades y diferencias entre lo que sucede en la música, el teatro, la danza, las expresiones emergentes, los nuevos lenguajes multimedia, el cine, etc. Para no dispersarnos y ampliar demasiado la cuestión hacia todas las expresiones del arte podríamos centrarnos en el papel que deben cumplir los elencos estables ligados a la música y a la danza (coros, orquestas, ballets, etc.) dentro de la estructura del Estado y cuál es, finalmente, el lugar que debe tener ese estado en relación al sostenimiento y al apoyo de la cultura.

 

HORARIO REDUCIDO

Refiriéndonos a las áreas bajo mi competencia, a la hora de responder a los cuestionamientos del tipo por qué los artistas trabajan lo que parecen ser "horarios reducidos'', etc., respondo que no hay que olvidarse de aspectos que son elementales: el tiempo de formación y preparación de un artista de altísimo nivel -que puede comenzar en los primeros años de la infancia-, las horas de sacrificio y dedicación, el entrenamiento constante que es imprescindible y que excede por mucho a la carga horaria reglamentaria que tiene un artista dentro de su elenco, la inversión que debe hacer en materiales -instrumentos y su mantenimiento, vestuario, libros, partituras-, en el cuidado de su físico y en clases dentro y/o fuera del país a lo largo de toda la vida. Pero a todo esto se le suma el estrés producido por la preparación que exige la labor del artista profesional.

La actividad artística ocurre en el cuerpo, en la garganta y en la mente de quien la desarrolla durante las 24 horas del día. En ese sentido, quizá en línea con lo que puede ocurrir con los científicos o con los deportistas, la del artista profesional es una actividad que no puede dejarse en la oficina para el día siguiente. Un artista está haciéndose preguntas y buscando respuestas constantemente, sin importar el lugar o la situación en que se encuentre.

Frente a todo eso, considero que el Estado suele proveer -aún con las dificultades y todo lo que queda por mejorar- un respaldo y una garantía en el trabajo que prácticamente no puede brindar ningún otro estamento de la sociedad. Si hablamos de la danza debemos decir que muy difícilmente un bailarín pueda vivir de su profesión si no es empleado del Estado, sea nacional, provincial o municipal. De hecho, no existen elencos privados de danza que les permita a los profesionales poder vivir de esta tarea en el largo plazo. Podemos pensar, como excepciones, en las casas de tango, los ballets de algunos programas de televisión o algunos otros espectáculos teatrales; pero entonces tenemos que recordar, al mismo tiempo, que son cargos escasos, con propuestas de duración limitadas en el tiempo y que se trata muchísimas veces de trabajadores contratados en condiciones precarias y, por lo tanto, sin derechos laborales, pago de cargas sociales, licencias por enfermedad, vacaciones, etc.

Pero además, no debemos perder de vista que la carrera de un bailarín es bien diferente a la de muchos otros trabajadores de la cultura, ya que deberán comenzar su formación siendo niños y porque siendo el cuerpo su instrumento principal de trabajo, sufrirán más que el resto el paso del tiempo y el deterioro de una actividad físicamente sacrificada. Por supuesto, el entusiasmo, la vocación, el deseo de alcanzar metas de excelencia, funcionan como motores para sostener todo el esfuerzo. Pero como contrapartida, son una minoría quienes llegan a ocupar un cargo en elencos de la excelencia de, por caso, nuestro Ballet Folklórico Nacional o la Compañía Nacional de Danza Contemporánea.

Esto se hace aún más difícil en el caso de las mujeres, debido a que sus años de trabajo profesional coinciden precisamente con los más fértiles, haciendo que deban responder como trabajadoras y como madres en simultáneo. Y en tal sentido, está pendiente la solución para esos profesionales cuando el cuerpo ya no les permite trabajar como bailarines, sin que haya que jubilarlos forzosamente y aprovechándolos como coreógrafos, maestros, preparadores, etc.

 

LAS ORQUESTAS

Tienen sus diferencias, pero tampoco es sencilla la situación de los músicos instrumentistas y músicos cantantes. Por empezar, en la Argentina no hay productores o sponsors privados que sostengan grandes orquestas o elencos numerosos. Y en el caso particular de nuestra dirección, sería inimaginable pensar en organismos como el Coro Polifónico Nacional de Ciegos, la Orquesta Sinfónica Nacional, el Coro Polifónico Nacional, la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos, la Orquesta Nacional de Música Argentina, etc., si no fuera con el financiamiento del Estado, que es, en definitiva, el de todos los habitantes del país; siendo sostenedores y consumidores de esta maravillosa propuesta cultural.

Y como solo algunos pueden atravesar las pruebas de admisión y ocupar estos cargos, son muchísimos los que buscan su lugar, con mejor o peor suerte, en el mundo privado, no siempre teniendo el respaldo de cobertura social que todo trabajador merece.

En este duro contexto no debe soslayarse el papel que cumplen los sindicatos. Como en cualquier actividad humana, el agrupamiento gremial tiene un papel fundamental. Integrados por trabajadores de la misma especialidad, son esos sindicatos los que conocen mejor que nadie y quienes tienen la experiencia sobre la tarea que realizan sus compañeros. Es desde allí que pueden defenderlos y acompañarlos en consecuencia. Y pareciera una discusión algo caduca suponer que quienes desarrollan un oficio ligado a la cultura, sea desde la música, desde la danza o desde cualquier otra rama del arte, no son trabajadores, por tanto, no merecen tener los mismos derechos laborales y la protección que cualquier otro miembro de la sociedad.

Naturalmente, es deber de los funcionarios públicos estar atentos, mantener un diálogo permanente y dar respuesta a las sugerencias y reclamos de esos representantes gremiales; es importante construir juntos.

 

MEMORIA

Por otra parte, en un sentido importante, tampoco tenemos que olvidarnos del lugar de los Estados como defensores de la identidad de un pueblo, de un país o de una región. ¿Sería posible, si no fuera por el aporte del Estado, la existencia de elencos que impulsan la cultura popular de nuestro país como la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto, la Orquesta del Tango de la ciudad de Buenos Aires, la Orquesta Provincial de Música Ciudadana de Córdoba o el Ballet Folklórico Nacional, por nombrar solo a algunos? Por supuesto que no. Ahí queda en evidencia que esa presencia imprescindible del Estado permite resguardar y conservar la memoria de un pueblo y garantizar la diversidad y el acceso a la cultura a grandes porcentajes de los ciudadanos que, de otra manera, no podrían hacerlo. Prácticamente nada de todo eso podría ocurrir si todo quedara en manos del mercado, cuya única lógica es la del rédito económico.

No olvidemos que la cultura y el arte constituyen herramientas fundamentales para recuperar la autoestima de los pueblos. Una verdad de perogrullo que, de todos modos, vale la pena volver a poner periódicamente sobre el tapete.

 

* Directora Nacional de Organismos Estables del Ministerio de Cultura de la Nación.