El viaje como simbolismo y la búsqueda por restaurar el equilibro roto

En 'Sapos secos. Crónica de una mirada ausente', el musical de Pedro Velázquez y Sebastián Aldea, en el Teatro El Extranjero.


‘Sapos secos. Crónica de una mirada ausente’. Libro y dirección general: Pedro Velázquez. Música original y dirección musical: Sebastián Aldea. Dirección vocal: Aldu Gribnicow. Diseño de escenografía e iluminación: Wilfredo Parra. Diseño de vestuario: Yanina Poggi. Coreografía: Anto Campaniello. Actores: Lucre Orlando, Nacho De Santis, Nicolás Sousa, Gaby Genovese, Nano Galarza, Catalina Lemos, Luli Louzan, Fer Martins, Aimy, Guido Savino. Músicos en escena: S. Aldea, Leandro Glüzmann, Nacho Peláez. Duración: 90 minutos. En el Teatro El Extranjero.


 

Los relatos clásicos suelen comenzar con un estado de equilibrio inicial que, inevitablemente, se ve alterado por una ruptura, lo que empuja a los personajes a realizar acciones para recuperar esa armonía perdida; aunque el camino sea arduo, el objetivo consiste en restablecer el orden original o alcanzar una nueva forma de estabilidad. Una de las grandes historias de Occidente, la Biblia, no es más que la narración de una caída, la de Adán y Eva, cuya reparación se completa y se cierra con la muerte de Cristo en la cruz. De este modo, todos los relatos podrían interpretarse como variaciones de un mismo esquema estructural o sistemático: equilibrio roto, desarrollo de una serie de acciones de composición y solución. En los intersticios de esta secuencia reposan las soluciones a las causas de la alteración inicial.

Así como un sistema está compuesto por elementos interrelacionados que dependen unos de otros, en este tipo de relatos, cada acción afecta y redefine a las demás, y mantienen una coherencia interna que lleva al desenlace. Esto quiere decir que un cambio en uno de los elementos, como una ruptura o desequilibrio, afecta a todo el conjunto y el relato despliega acciones que buscan restaurar esa armonía perdida. Así, los sistemas narrativos se destruyen y, al mismo tiempo, sobreviven en nuevas formas, recomponiéndose en torno a otros nuevos equilibrios.

En este contexto, el personaje, o héroe, en su búsqueda por restaurar el equilibrio roto, emprende acciones que resuelven el conflicto por un viaje de transformación profunda. Según el poeta y crítico de arte Juan Eduardo Cirlot, el viaje tiene una carga simbólica ligada al retorno, en el que se busca religarse al origen, generalmente asociado a la figura materna. Desde esta perspectiva, el viaje es una oportunidad para la transformación del héroe y para la integración de aquello que ha sido reprimido o ignorado en su conciencia. Se trata de una restauración de su integridad a través de una confrontación con sus sombras y deseos profundos. Este viaje no es sólo un desplazamiento físico o literal sino también simbólico, una travesía interior que refleja el proceso de recomposición de su mundo interno y externo. En este sentido, las acciones que el héroe realiza pueden verse como una intervención en el sistema de relaciones en el que está inmerso, tanto en el plano personal como en el colectivo.

 

CONSTELACIONES

Las constelaciones familiares son el punto de partida de la obra ‘Sapos secos. Crónica de una mirada ausente’. El relato se centra en un grupo terapéutico que va a participar en una sesión de constelaciones, un proceso que puede pensarse como una recomposición narrativa o discursiva de las relaciones familiares. Desarrollada por Bert Hellinger, teólogo y psicoterapeuta alemán nacido en la década de 1920, esta teoría sostiene que los individuos son parte de un sistema mayor, y que las dinámicas familiares están interrelacionadas de manera tal que cualquier movimiento en un elemento afecta al todo. Desde esta perspectiva, la búsqueda de equilibrio no sólo es personal sino también colectiva, y abarca tanto las emociones heredadas como los vínculos familiares y sus historias no resueltas.

Al inicio de la obra, los espectadores son testigos del desplazamiento de una madre y su hijo hacia la ciudad costera de Las Toninas, enviados por su terapeuta con el objetivo de recomponer su vínculo familiar. En este viaje ambos intentan poner en práctica las recomendaciones profesionales: abrazarse, disculparse y mantenerse alejados de los celulares. Este desplazamiento no se presenta simplemente como una serie de acciones orientadas a un objetivo externo sino que se configura como una intervención profunda en su sistema familiar. Cada paso que dan hacia la sanación emocional se alinea con la idea de Cirlot sobre el viaje como un retorno simbólico, en el que se busca reconectar con el origen y sanar las fracturas en el vínculo materno.

En este esquema, el héroe atraviesa distintas etapas, comenzando con una llamada a la aventura que lo saca de su mundo ordinario y lo lleva a enfrentarse con desafíos externos e internos. Durante el viaje, no sólo se asoma a pruebas físicas o emocionales sino que también debe confrontarse con aspectos de sí mismo, lo que lo lleva a un proceso de autoconocimiento y transformación. Este trayecto implica una muerte simbólica del viejo yo, seguida de una resurrección en la que el héroe regresa con una nueva visión o sabiduría, capaz de restaurar el equilibrio perdido.

En este contexto, la obra presenta un dispositivo significativo: un árbol genealógico que el hijo completa con fotos, lo que simboliza la construcción de postas en su viaje de comprensión de los vínculos familiares. Este elemento no sólo refuerza la conexión con el pasado sino que permite explorar el impacto de las relaciones intergeneracionales, mientras que conecta con las grandes sagas de aventuras.

'Sapos secos. Crónica de una mirada ausente' se presenta los domingos a las 17 en el Teatro El Extranjero. (Foto: Martina Gruppalli) 

LA PUESTA

La puesta en escena de ‘Sapos secos’ se edifica sobre la eficacia colectiva de un elenco que opera con precisión rítmica, energía uniforme y virtudes vocales, además de solidez actoral. Los actores saben balancear el foco entre la actuación y la música en una dinámica de movimiento que se destaca en un espacio vacío, habitado sólo por unos pocos objetos y cuerpos.

En cuanto a la dramaturgia, el manejo del tiempo se articula a través de dos historias paralelas que transcurren en dos momentos clave: el pasado en la infancia y el presente de la adultez de la madre. Lo interesante es que ambas historias, con roles diferentes, ocurren en un mismo espacio: la costa. Además de estos dos roles, también aparecen el padre y la madre de la mujer durante la niñez, componiendo un entramado familiar que se despliega simultáneamente en tiempos distintos, lo que genera una estructura narrativamente sólida.

Además, la obra propone crescendos emotivos que están ligados a las acciones de los personajes y culminan en resoluciones musicales precisas. Estas elevaciones en la intensidad emocional se integran para destacar los puntos más conflictivos de las relaciones familiares, tanto entre la madre y su hijo como entre los hermanos, el padre y la abuela. Así, el reconocimiento y la peripecia permiten una purga del error o una expiación de las tensiones acumuladas, y ofrecen un espacio para reflexionar sobre la restauración del equilibrio subjetivo a través del viaje de los personajes.

Este entramado de relaciones y la tensión entre el pasado y el presente garantizan un viaje cargado de ritmo.

Calificación: Muy buena