El Luthier Daniel Rabinovich sabiamente acuñó aquella frase: “No te tomes tan en serio la vida, al fin y al cabo no saldrás vivo de ella”. Así que quisiera empezar esta columna contando un viejo chiste.
Un porteño va a hacer votos de silencio a un templo del Himalaya donde solo podía decir dos palabras cada siete años durante una mañana en el que estaba unos segundos frente a un maestro similar al Dalai Lama. El porteño pasa siete años sin hablar y cuando le toca estar frente al maestro le dice sus dos palabras: “Cama dura”. Pasa un nuevo período y a los siete años cuando está ante el Dalai pronuncia: “Comida mala”. Pasan de nuevo siete años de silencio y al estar finalmente frente al líder espiritual exclama: “Me voy”. Y el Dalai Lama le contesta: “¡Ma´si, tomátelas, si vos vivís quejándote!”
¿Les gustó? Digan que sí. Ahora hablemos en serio. Como solía afirmar mi padre: “El progreso era algo bueno hasta que se prolongó”.
En síntesis, hoy en las grandes capitales del mundo no vivimos, sobrevivimos, por eso técnicas de silencio y meditación se imponen para calmar esa mente que como un monito salta permanentemente de rama en rama sin detenerse. La boca calla a veces unos segundos pero sigue parloteando por WhatsApp, mensajes de texto, e-mails, redes sociales, videollamadas o simplemente el teléfono. Y en el encuentro personal se subestima el papel de la simple escucha del otro en silencio sin juzgar.
Recuerdo un comentario de un amigo, conocido documentalista argentino: le estaba haciendo una nota a un campesino en medio de un monte y cuando le hizo una pregunta el entrevistado éste se quedó callado. Entonces el camarógrafo le susurró al oído a mi amigo que no se preocupara, que después él editaba la nota y cortaba ese sorbo de silencio. Y mi amigo le respondió: “no cortes nada, simplemente el hombre está pensando, antes de contestar”.
El filósofo Eckhart Tolle afirma en su libro ‘El silencio habla’: “Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento interno”.
Ya que como diría Tolle, en última instancia, siempre nos estamos encontrando con nosotros mismos….o evitando hacerlo.
Un porteño va a hacer votos de silencio a un templo del Himalaya donde solo podía decir dos palabras cada siete años durante una mañana en el que estaba unos segundos frente a un maestro similar al Dalai Lama. El porteño pasa siete años sin hablar y cuando le toca estar frente al maestro le dice sus dos palabras: “Cama dura”. Pasa un nuevo período y a los siete años cuando está ante el Dalai pronuncia: “Comida mala”. Pasan de nuevo siete años de silencio y al estar finalmente frente al líder espiritual exclama: “Me voy”. Y el Dalai Lama le contesta: “¡Ma´si, tomátelas, si vos vivís quejándote!”
¿Les gustó? Digan que sí. Ahora hablemos en serio. Como solía afirmar mi padre: “El progreso era algo bueno hasta que se prolongó”.
En síntesis, hoy en las grandes capitales del mundo no vivimos, sobrevivimos, por eso técnicas de silencio y meditación se imponen para calmar esa mente que como un monito salta permanentemente de rama en rama sin detenerse. La boca calla a veces unos segundos pero sigue parloteando por WhatsApp, mensajes de texto, e-mails, redes sociales, videollamadas o simplemente el teléfono. Y en el encuentro personal se subestima el papel de la simple escucha del otro en silencio sin juzgar.
Recuerdo un comentario de un amigo, conocido documentalista argentino: le estaba haciendo una nota a un campesino en medio de un monte y cuando le hizo una pregunta el entrevistado éste se quedó callado. Entonces el camarógrafo le susurró al oído a mi amigo que no se preocupara, que después él editaba la nota y cortaba ese sorbo de silencio. Y mi amigo le respondió: “no cortes nada, simplemente el hombre está pensando, antes de contestar”.
El filósofo Eckhart Tolle afirma en su libro ‘El silencio habla’: “Cuando te das cuenta del silencio, se produce inmediatamente ese estado de serena alerta interna. Estás presente. Has salido de miles de años de condicionamiento interno”.
Ya que como diría Tolle, en última instancia, siempre nos estamos encontrando con nosotros mismos….o evitando hacerlo.