En abril de este año el gobierno de Javier Milei podía mostrar como un logro de su gestión haber achicado pronunciadamente la tasa de riesgo país a 1.148 puntos básicos desde los 2.719 que ese indicador había alcanzado sólo seis meses antes. Pero desde abril hasta hoy aquella calificación no sólo no ha seguido cuesta abajo, sino que ha remontado y roza actualmente (en más o en menos) los 1.500 puntos.
LA TASA DE RIESGO
Ese es el excedente sobre la tasa de los bonos soberanos estadounidenses que el mercado exigiría a la Argentina si estuviera dispuesto a financiarla (algo que esa dimensión de riesgo en los hechos proscribe).
Tanto el Gobierno como la mayor parte del elenco de economistas profesionales asignan motivos económicos, actuales o pretéritos, a la tasa de riesgo. Para el Presidente, “la historia de la Argentina implica una reputación espantosa que dificulta mucho ser creíble”; para el ministro Luis Caputo se trata también de un eco del pasado, “la realidad es que la inflación va a seguir bajando y la economía se va a seguir recuperando”, argumentó en la Bolsa de Cereales.
Para los técnicos que observan la situación fríamente, la causa del riesgo reside en que no hay dólares para pagar los vencimientos de deuda, no hay reservas y sin dólares no se puede pagar la deuda. Desde ese enfoque la insuficiencia de dólares obedece a la persistencia de una política cambiaria que desalienta la liquidación de exportaciones y a la subsistencia de las restricciones cambiarias, es decir, del cepo.
SAMBA DE UNA NOTA SOLA
Uno de los analistas más escuchados en el mercado, Ricardo Arriazu, invitado por el Rotary Club, expuso esta semana argumentos que convergen con la lógica del gobierno e introducen en la discusión la variable política: “La mayoría de los economistas -dijo- cree que hay que devaluar. Yo creo que no, creo que si devaluamos, se acabó todo el programa, se acabó Milei, se acabó todo”. He aquí una explicación plausible para la atención casi monotemática del gobierno con la economía en general y con la inflación en particular. Una devaluación fatalmente embestiría contra el principal activo político con el que cuenta Milei, que es la prometida (y hasta aquí cumplida) rebaja constante de la inflación.
La persistencia del cepo es una consecuencia de esa prioridad absoluta, que le permite al Presidente mantener su capital ante la opinión pública aún cuando dejó de lado una de sus primeras banderas de campaña (la dolarización; hoy el plan oficial consiste en ·fortalecer el peso”) y, como enumeró Arriazu, “cayó el salario real, cayó el empleo, cayó la actividad económica”.
El Gobierno sabe que cuenta con un Banco Central con 6.000 millones de dólares de reservas negativas y que suspender las limitaciones que impone el cepo determinaría una presión sobre las reservas que empujaría a la devaluación con la que –como avizora Arriazu- se terminaría todo, en primer lugar el poder del Presidente. Arriazu evocó en su presentación rotariana que dos hiperinflaciones estuvieron precedidas por la decisión de aplicar un cambio libre y de “flotar sin reservas y sin confianza”.
LA CONFIANZA Y LA POLITICA
Si la obsesión prioritaria por el descenso de la inflación tiene una clara dimensión política (preservar el crédito ante la sociedad y la opinión pública), la alusión de Arriazu a la “confianza” nos traslada ya principalmente al territorio de la política. No se trata sólo de mostrar destreza técnica y eficacia en el manejo de variables económicas y financieras (aunque sea lógicamente bienvenida), sino de generar una plataforma de sustentabilidad y un horizonte previsible que den fundamento y contribuyan a definir un programa de reformas y crecimiento.
Una semana atrás, Mauricio Macri se reunió con el Presidente y le propuso su propia aproximación al tema. Le señaló la necesidad de que constituyera una plataforma de gobierno basada en una alianza que tuviera constancia y consistencia programática. Obviamente, propuso a su partido, el PRO, como acompañante principal de la gestión de Milei y sugirió la integración de algunos de sus cuadros en la administración. Fue una reunión amable, aunque el Presidente no recibió con alegría ni las críticas a personas de su entorno (por más que Macri las lubricara para no irritarlo) ni la conjetura de una especie de cogobierno que aleteaba entre los consejos del creador del PRO.
Sin duda hasta ese momento Macri había sido el más dócil de los aliados. Pero aunque en La Libertad Avanza se admite que la ayuda del PRO es en algunos momentos imprescindible, prevalece la idea de que una sociedad política que conduzca a una coalición en las primarias del año próximo es o prematura o innecesaria. O conviene -se piensa allí- postergar ese paso hasta las vísperas del comicio o eludirlo definitivamente, pues el electorado del PRO ya se ha volcado al oficialismo.
DE NUEVO LOS REVESES
Macri, que no en vano es un as del bridge, interpretó los resultados del diálogo con Milei y dio luz verde a sus diputados para que el miércoles votaran en contra del DNU 656/2024. Así el rechazo del aumento de 100.000 millones de pesos a los fondos reservados de la SIDE se incrementó con 20 votos del PRO, entre ellos, algunos de legisladores que han venido colaborando entusiastamente con el oficialismo (María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Silvia Lospennato).
Otros optaron valientemente por la ausencia o la abstención, que en la contabilidad de Milei también se registrará como apoyos potenciales perdidos. Macri hizo decir que no se trataba de un rechazo a Milei, sino a su mano derecha (o izquierda), Santiago Caputo, a quien se imputa haber inspirado el DNU y controlar el nuevo esquema de inteligencia entre otros numerosos botones del poder libertario y a quien el macrismo describe como una especie de “Rasputín” posmoderno. Y el mismo miércoles cenó con el Presidente en Olivos: lo cortés no quita lo valiente. Al día siguiente, al tratar la ley de haberes jubilatorios, la mayoría de los senadores del PRO repetirían el gesto de rechazo que los diputados macristas reservaron al DNU de los fondos reservados.
La derrota oficialista en Diputados (una “ingratitud –definió el vocero Adorni- que apelamos a que en la otra cámara se revea y puedan votar con sentido común”) vino acompañada por dos reveses en la Cámara de Senadores: el mismo miércoles la Comisión Bicameral de Fiscalización de los Organismos y Actividades de Inteligencia designó como presidente al jefe de la Unión Cívica Radical , “el kirchnerista Martín Lousteau”, según el vocero Adorni. La broma es un bumerán chispeante para la confiabilidad que el gobierno necesita.
La impericia para volver a construir consensos como el que le permitió lograr su único triunfo legislativo de envergadura volvió a manifestarse ayer, cuando una mayoría rotunda que alcanzó la siempre amenazante proporción de dos tercios, sancionó la aprobación definitiva de la ley que cambia la fórmula de movilidad de los haberes jubilatorios, reconoce un aumento de 8,1 por ciento (retroactivo a abril) para compensar los puntos de inflación no reconocidos en la fórmula vigente, establece una cláusula gatillo anual para mantener los haberes alineados con los sueldos de los activos y da seis meses al gobierno para saldar la deuda con los fondos jubilatorios provinciales autónomos y pagar los juicios pendientes con jubilados.
Una negociación oportuna podría, quizás, haber moderado en el Senado el texto que había aprobado la Cámara Baja y provocado una vuelta a Diputados. Los sensores del gobierno no funcionaron.
El Presidente prometió vetar esta ley, pero hay que ver si lo hace después de evaluar el costo político de desafiar una sanción de dos tercios. Conviene recordar que también había prometido dolarizar y liquidar el Banco Central. Ricardo Arriazu, en la charla que hemos comentaado, había sugerido que “si el Congreso busca aumentarle el gasto, Milei lo bajará por otro lado”.
NO HAY PROGRESO SIN ORDEN
A esto se han sumado las disfuncionalidades del oficialismo. Las internas de LLA “son una locura”, apuntó Ricardo Arriazu antes de que se agravaran. El bloque de Diputados de LLA está cruzado por tensiones, denuncias mutuas y potenciales fugas. En el de Senadores se han evidenciado divergencias fuertes, como las del formoseño Francisco Paoltroni que tuvo un rol protagónico en la censura a la postulación a la Corte Suprema del juez Ariel Lijo, promovida por el Presidente y, según Paoltroni, aconsejada por Santiago Caputo (versión que contradice la predominante, según la cual el auspiciante fue el cortesano Ricardo Lorenzetti y el empujón político correspondió a la secretaria general de la Presidencia, Karina Milei).
La ministra Sandra Pettovelo choca con los aliados de Karina Milei y se dice jaqueada por Santiago Caputo. Agréguese a este menú la creciente tensión que se manifiesta entre la Casa Rosada y la vicepresidenta, Victoria Villarruel.
Con episodios patéticos como el que protagoniza Alberto Fernández, el desconcierto que reina en los partidos de la oposición y los logros que todavía le suministran una mirada paciente y benévola de la opinión pública, el gobierno parecería en condiciones de controlar la cancha sin sobresaltos. Se requiere ordenar la propia fuerza y disponerse a construir consensos y confianza.