LA POLITIZACION DE FRANCISCO CONFUNDE Y TERGIVERSA EL MENSAJE EVANGELICO

El riesgo de un papado militante

POR MARIO CAPONNETTO Y MIGUEL DE LORENZO

Apenas iniciado su pontificado Francisco dio una primera entrevista al extinto periodista Scalfari director del periódico marxista La Reppublica. De aquella entrevista nos interesa recordar ahora una de las preguntas de Scalfari:

- ¿Qué lugar va a tener la política en su pontificado?

- Ninguno, contestó Bergoglio, mientras yo ocupe este lugar.

Once años después, a la vista de lo que viene sucediendo día a día con este Pontificado es evidente o que el Papa cambió de opinión o, lo que sería aún más grave, ocultó sus intenciones. Porque si algo ha caracterizado la gestión de Francisco es su permanente injerencia en los asuntos políticos. Su clara e inequívoca toma de posición en favor del programa de la elite globalista, sus inocultables simpatías por los líderes progresistas mundiales, su inocultable acritud frente a cualquier cosa que huela a “derecha” y su expresa y activa promoción de todos los proyectos de la izquierda “latinoamericana” (cuyos principales líderes son habitués de Santa Marta) prueban, entre otras varias cosas que podrían agregarse, irrefutablemente lo que decimos.

Y esto sin contar su constante interferencia en la política argentina a la que en los últimos días ha dedicado comentarios que descienden hasta los menores detalles como, por ejemplo, su referencia a los incidentes que tuvieron lugar en cercanías del Congreso en ocasión del veto a la ley de jubilaciones. En este punto, su imprudencia y ligereza no pudieron ser mayores ya que obvió por completo la presencia de manifestantes violentos que agredieron a la policía y destruyeron cuanto hallaron a su paso. Es evidente que las imágenes que le llegaron al Santo Padre estaban “editadas”.

LA POLITICA

Pero yendo más al fondo de la cuestión, habría que preguntarse si es posible suscribir los postulados de la “teología del pueblo”, para la cual la liberación es un concepto político ineludible y guía absoluta para la acción, y pretender al mismo tiempo apartarse de la política. Este es el punto central. Porque digámoslo sin disimulos: no está mal que un Papa se ocupe de asuntos terrenales: de hecho, la tradición católica atribuyó siempre a los Sumos Pontífices el triple poder, el temporal entre ellos, simbolizado en la ya perimida tiara pontificia.

Sin embargo, lo grave en el caso que nos ocupa es que las intervenciones políticas de Francisco, lejos de beneficiar la Fe católica o de ajustarse a la Doctrina Social de la Iglesia, no han hecho hasta ahora otra cosa que obstaculizarlas y aun negarlas, llevándolas a un grado prácticamente inédito de debilidad y de absoluta pérdida de toda influencia en los humanos quehaceres.

Frente a tan incesante y sesgada intromisión en los asuntos políticos, no resulta difícil recordar aquella sentencia de nuestro “amigo” Bertolt Brecht quien proponía: “que no pase un minuto sin política y sin difundir el socialismo”.

Dejemos de lado, por un momento, el escenario mundial y concentrémonos en los asuntos políticos de Argentina y de Latinoamérica. Enumerar la lista de políticos vernáculos, ya sea del peronismo revolucionario, de la izquierda kirchnerista, de La Cámpora, de la mismísima Cristina, del liberalismo, radicales, socialismo, los defensores de los derechos humanos de los terroristas, la no menos numerosa presencia de jueces, fiscales y de sindicalistas de todo color, está lejos de nuestras posibilidades. El caso más reciente fue el del compañero Ricardo Clemente Quíntela, actual Gobernador peronista de La Rioja que tan airosamente protege a su Provincia, en default y con moneda falsa, atada con alambre y “sanata”. Lástima que la discreción vaticana no nos ha permitido acceder al contenido de aquel interesante diálogo.

Pues bien, el hecho es que, de uno u otro modo, a veces públicamente, otras en misiones más o menos secretas, buena parte de aquello que Anzoátegui llamaba con su temible humor la “pipirijaina política”, fue invitada a dialogar con Francisco apenas asumido.

CON LA IZQUIERDA

Pero en estos tiempos que ya se vislumbran como los finales de su Papado, las cosas han ido en un vertiginoso crescendo. El pasado 20 de septiembre tuvo lugar en el Vaticano, en el Palacio de San Calixto, el llamado “Encuentro de Movimientos Populares” (patrocinado por el Dicasterio para el Desarrollo Humano Integral) al cumplirse los diez años de su existencia como grupo. Allí estuvieron presentes, entre otros, personajes como Juan Grabois y el brasilero Joao Pedro Stedile, líder del promarxista “Movimiento de los Sin Tierra”, cuyos estrechos vínculos con el Foro de San Pablo no son secreto para nadie medianamente informado. Pues bien, el Papa no perdió la oportunidad de reiterar, en un extenso discurso, todos los tópicos de la izquierda latinoamericana repitiendo hasta el hartazgo las desgastadas consignas del más craso populismo socialista.

La cosa viene de lejos; durante años, en Buenos Aires, supimos de homilías y declaraciones suyas donde Cristo aparecía desdibujado, casi oculto. en discursos apenas inteligibles articulados sobre palabras improvisadas, anodinas o inventadas, reiteradamente apartadas del evangélico compromiso del sí, y del compromiso terminante del no: porque, claro está, distinguir, definir, requiere no solo sabiduría, sino el coraje de la verdad.

Porque, en realidad, Francisco no ha hecho nada para diferenciarse de lo vulgar; su compromiso político con el populismo neo marxista ha ido definiendo su obrar, y ha quedado, en cierto modo, atrapado dentro del turbio discurso de la nueva teología que profesa e intenta imponer a toda la Iglesia. Recordemos, por ejemplo, su activa participación en mayo de 2007, en la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, que tuvo lugar en el santuario de Aparecida en Brasil, de cuyo Documento Final fue el principal redactor. También conviene recordar que este Documento, elogiado hasta el paroxismo por la progresía, recibió en su momento más de doscientas correcciones por parte de Benedicto XVI lo que dejó bastante descolocado al entonces Cardenal Bergoglio.

UN REINO SIN DIOS

Lo cierto es que, ahora, lo que llega desde el Vaticano no es sino un montón de falacias y enredos, un aquelarre válido, ante todo, para desconcertar y trastornar, para decir una cosa y hacer la opuesta, para confundir y quebrar la tradición, para tergiversar el mensaje evangélico, dando la impresión que importara poco lo que está en juego, aunque esto fuese la fe de un pueblo, el destino de una patria, o acaso del mundo entero.

Aunque ya sabemos que no hay crisis en el campo de fe que no vaya precedida de una crisis igual de la inteligencia y, en este sentido, también el menosprecio por la metafísica que se impulsa desde la propia Santa Sede, contribuye en no menor medida, a la definitiva entronización del neomarxismo cristiano.

Querida Amazonia fue algo parecido a su declaración de principios; y a ellos se debe, en buena medida, la aparición en Roma de la Pachamanca como objeto de culto y tributo a la “sabiduría ecológica” de los pueblos amazónicos; o el vergonzoso viaje a Canadá a pedir perdón por pecados no cometidos, buscando una vez más desvirtuar la tarea evangelizadora en América, y un largo etcétera.

Pero, como a veces sucede en los momentos decisivos de la vida, uno descubre que la gran propuesta que se busca alentar no es sino algo harto insignificante. La utopía de la fraternidad universal sin Cristo, no es otra cosa que una insignificancia o más claramente una atroz impostura.

Insistimos. No es Francisco el primer Papa que se entromete en los asuntos de una nación y con resultados negativos. Para poner un solo ejemplo de los muchos que registra la historia, basta recordar la desdichada política de Pío XI en México durante la guerra cristera. Su imposición del fin de la guerra fue un trágico error político que costó miles de vida de católicos a manos del régimen comunista y masónico. Pero aquí aparece una diferencia fundamental: Pío XI se equivocó, fue el suyo un grave error prudencial; pero pese a todo nadie puede sostener que fue una acción directamente querida para asegurar el triunfo masónico y comunista de la Revolución Mexicana.

DESIGNIO

En el caso de Francisco, la cosa es bien distinta. Francisco no se equivoca. Al contrario, no hay en él una falla en la prudencia política, sino un expreso designio revolucionario que nace de la ideología anticristiana que lo anima y que lo lleva a promover de modo directo el triunfo de la revolución anticristiana, que incluye la utopía de una religión universal que funde una fraternidad demasiado humana.

Bien podemos sospechar de su clara adhesión al sincretismo religioso. Todas las religiones, declaró en Singapur, son iguales, son solo caminos para llegar a Dios. Todas ellas, incluida la religión católica, fraternizan y se hacen una en la común búsqueda de un reino que es de este mundo. Estamos delante de un nuevo designio -no el de la salvación eterna que importa poco- sino otro que reúne y congrega las diferentes religiones en pos del confort mundial para la materialización de la paz y la fraternidad universales, es decir, la edificación de la Civitas Hominis en lugar de la Civitas Dei.

Todas “hermanadas”; pero casualmente no tanto ya que solo la religión católica es la que para “fraternizar” debe renunciar a la Verdad de que Cristo es el Único Salvador del hombre. Así las cosas, es ineludible preguntar ¿qué clase de amontonamiento sin verdad es este que propone Francisco? Fue esta situación la gran inquietud de Ratzinger: por eso escribió y repitió insistentemente que la crisis de la verdad es letal para la fe y es el problema más grave de nuestro tiempo.

Y ya sabemos de que se trata ese reino que no es el Dios: apenas una suerte de felicidad material mostrenca, la utopía de que no habrá más hostilidad entre las religiones y las patrias.

El pluralismo será el valor fundamental entre los valores de una sociedad caracterizada por la fragmentación y el politeísmo (incluido el ateísmo), por el cambio constante y la segura felicidad de “pastar libres en un portero verde” que solía recordarnos Genta citando a Nietzsche.

Sin embargo, queda un impedimento, y no el menor, en este camino hacia la falsa felicidad terrena: hablamos de la Iglesia Católica. Porque como bien dice Guardini: “La Iglesia se opone a todos los poderes que amenazan esclavizar el alma; la Iglesia se enfrenta en todos los tiempos con el ahora en pro del siempre”.