El polo fue pionero en la fiebre del oro
El baúl de los recuerdos. En los Juegos Olímpicos de 1924, en París, Argentina subió por primera vez a lo más alto del podio gracias al llamado “deporte de los reyes”. Repitió en Berlín 1936 y dejó en claro que era una potencia mundial.
Hace un siglo, París albergó la octava edición de los Juegos Olímpicos de la era moderna. Hoy, la capital francesa vuelve a ser escenario de la cita deportiva nacida del sueño del aristócrata francés Pierre Fredy, barón de Coubertin. En 1924 Argentina envió por primera vez una delegación oficial y ese mismo año se subió a lo más alto del podio. Lo logró gracias al polo, un deporte que hoy no forma parte del calendario olímpico, pero que fue pionero en la conquista del oro, el metal precioso que es sinónimo de gloria eterna.
El barón de Coubertin fundó en 1896 el Comité Olímpico Internacional (COI) con la pretensión de rescatar del olvido las competencias que se celebraban en la antigua Grecia. La ciudad de Olimpia comenzó a albergar una serie de manifestaciones deportivas ocho siglos antes del nacimiento de Cristo. La importancia de los juegos era tal que hasta los ejércitos aceptaban una tregua para que la paz y la unidad enmarcaran esas reuniones que se extendieron hasta el año 380 de nuestra era. En 1896, obviamente en suelo helénico, el visionario francés hizo realidad su aspiración.
La iniciativa del barón de Coubertin se impuso con una fuerza arrolladora. Salvo por los capítulos postergados en 1916, 1940 y 1944, debido a la Primera y la Segunda Guerra Mundial, respectivamente, cada cuatro años congregó a los máximos exponentes del deporte universal. En 1924, al igual que en 1900, le tocó a París ser sede de la competición. El Comité Olímpico Argentino (COA), nacido en 1923, decidió enviar a la capital francesa su primera delegación oficial.
El barón de Coubertin fue el impulsor de la nueva era de los Juegos Olímpicos.
Hasta ese momento, Argentina solo había contado con las aisladas participaciones del esgrimista Francisco Camet en 1900 y del patinador sobre hielo Héctor Torromé en Londres 1908. A París ´24 concurrió con una representación de 93 deportistas. Yachting, remo, tiro, natación, pesas, esgrima, atletismo (100, 200 y 400 metros, 110 y 400 metros con vallas, posta 4x100 metros, decatlón y saltos en largo y triple), pentatlón moderno, boxeo, tenis, ciclismo y polo fueron las disciplinas que contaron con deportistas albicelestes.
EL BOXEO SUBIÓ AL PODIO
La historia le concedió un lugar destacadísimo al boxeador Pedro Quartucci, quien obtuvo la medalla de bronce en la categoría pluma y fue el primer deportista argentino en alcanzar un lugar en el podio olímpico. Derrotó en el combate por el tercer puesto al belga Jean Devergnies. En las semifinales había caído contra el estadounidense John Fields (ganador de la medalla de oro) y antes había dado cuenta del francés Henri Stuckmann, el británico Arthur Henry Beavis y el también local Marcel Depont.
Pedro Quartucci por dos: en sus días de boxeador y luego, ya como actor, junto con Carlos Gardel.
Si bien incursionó poco después en profesionalismo, una lesión truncó su carrera y se volcó a su otra pasión: la actuación. Forjó una prolífica trayectoria que se extendió hasta poco antes de su muerte en 1983. Compartió cartel nada más y nada menos que con Carlos Gardel, El Zorzal Criollo, en el filme Las luces de Buenos Aires, de 1931, y protagonizó La familia Falcón, una popular telenovela de los años 60.
El boxeo tuvo un destacado desempeño en esos Juegos, pues inició la cosecha de medallas que lo transformó en el deporte que más lauros le dio al país en el ámbito olímpico. Alfredo Copello (peso liviano) y Héctor Méndez (welter) obtuvieron preseas plateadas, mientras que Alfredo Porzio (pesado) consiguió una de bronce.
SALTO A LA GLORIA
El polo desató la fiebre del oro en el deporte argentino, pero los Juegos de París 1924 tuvieron otro gran protagonista nacional: Luis Alberto Brunetto. El atleta rosarino, de 23 años, participó en la prueba de salto triple. Se llevó todos los aplausos con una marca que permaneció vigente durante casi tres décadas en Sudamérica y por siete en el medio local.
Brunetto, que también fue parte de la prueba de salto en largo, se lució con un espectacular registro de 15,425 metros en el salto triple. Esa marca no solo superaba con holgura los 14,64 que había alcanzado ese mismo año en el Sudamericano de San Isidro, sino que le aseguraba la medalla de oro. El rosarino tenía el triunfo en la palma de la mano, pero el australiano Anthony Walter Winter llegó a los 15,525. Por diez centímetros, el argentino se quedaba sin el primer puesto.
Luis Brunetto vuela hacia la medalla de plata en salto triple en París 1924.
Dispuso de una oportunidad más y sorprendió con 15,70 metros, que mejoraba en 12 centímetros la mejor marca mundial. Estaba a punto de desatar su festejo, pero ese intento fue declarado nulo y debió conformarse con la presea de plata. Su registro de 15,425 metros fue récord sudamericano hasta 1951 y argentino hasta 1975. Brunetto murió en 1968 sin el oro olímpico, pero con la certeza de que su salto había alcanzado la gloria.
LOS CUATRO GRANDES DEL SUR
El 12 de julio, el mismo día en el que Brunetto estuvo a diez centímetros del oro olímpico, el equipo argentino de polo le ganó 15-2 a Francia y se apoderó de la primera medalla dorada para el deporte nacional. Con ese triunfo se definió el pentagonal en el que también participaron Estados Unidos, Gran Bretaña y España.
El polo es el deporte de equipo más antiguo del mundo. Sus orígenes se remontan a dos mil años antes de Cristo en Persia. Los británicos se enteraron de su existencia en 1859 en la India y lo llevaron primero a su territorio y luego a Malta, Irlanda, Australia, Estados Unidos y a la Argentina. A estas latitudes llegó en 1875 y no tardó demasiado en cautivar a los gauchos, quienes demostraron una llamativa habilidad para ese juego que en Inglaterra se conocía como “el deporte de los reyes”.
Argentina ganó todos sus partidos en el pentagonal de polo de los Juegos de 1924.
La destreza de los jinetes y la calidad de los caballos que recorrían la Pampa húmeda se hicieron notar muy rápidamente. Varios equipos argentinos viajaron a Europa y obtuvieron excelentes resultados en los siguientes años. Algo bueno se estaba gestando en el extremo sur del continente americano. Y ese pensamiento quedó confirmado en 1922, cuando la recientemente creada Asociación Argentina de Polo envió a Gran Bretaña y a Estados Unidos dos cuartetos que causaron sensación: uno de ellos se impuso en el Abierto de Hurligham Polo Association y en el Abierto de Estados Unidos.
Como el polo iba a estar presente en París 1924, el COA consideró lógico que los notables cultores locales de la actividad participaran de los Juegos. Se conformó un equipo de 25 goles de hándicap integrado por Juan Nelson (7 de hándicap), Juan Miles (7), Enrique Padilla (6) y Arturo Kenny (5). La delegación se completó con los suplentes Guillermo Brooke Naylor y Alfredo Peña Unzué. Además, se enviaron 35 caballos pura sangre.
Argentina se lució en el pentagonal con cuatro triunfos, 46 goles a favor y 14 en contra. Debutó el 4 de julio con una victoria por 16-2 sobre España y dos días más tarde derrotó 6-5 a Estados Unidos, el máximo favorito al oro. La campaña continuó con éxitos sobre Gran Bretaña (por 9-5 el 9 de julio) y contra Francia (15-2, el 12). El cuarteto nacional obtuvo la medalla dorada, Estados Unidos la plateada y Gran Bretaña la de bronce. Fue tal el impacto de la consagración que Nelson, Miles, Padilla y Kenny fueron bautizados como Los cuatro grandes del sur.
Historia pura: la medalla dorada de Juan Miles, uno de "Los cuatro grandes del sur".
OTRA VEZ EN LO MÁS ALTO
El polo fue disciplina olímpica en solo cinco ediciones de los Juegos: París 1900, Londres 1908, Amberes 1920, París 1924 y Berlín 1936. Argentina había ganado la presea dorada en suelo francés y concurrió a la Alemania que transitaba los primeros años del régimen nazi encabezado por Adolf Hitler decidida a llevarse otra victoria.
Manuel Andrada (7), Roberto Cavanagh (6), Luis Duggan (6) y Andrés Gazzotti (8) integraron el equipo argentino, que tenía un hándicap de 27. Juan Nelson, uno de Los cuatro grandes sur, fue enviado como suplente, pero no jugó ningún partido. También viajaron Enrique Alberdi y Diego Cavanagh. En esa ocasión, sus rivales fueron Gran Bretaña, México, Alemania y Hungría.
Luis Duggan, Andrés Gazzotti, Manuel Andrada y Roberto Cavanagh, los campeones olímpicos de 1936.
Nelson fue durante 72 años el único argentino dueño de dos medallas doradas. Ese honor recién fue igualado en 2008, cuando Javier Mascherano ganó por segunda vez el título olímpico con la Selección de fútbol. Masche, hoy técnico del Sub 23 que compite en París 2024, persigue ahora el escalón más alto en una función diferente a la de sus días de jugador.
El sistema de competición fue bastante particular. Se dividió a los participantes en dos grupos. En el A estuvieron los máximos candidatos al oro, Argentina, Gran Bretaña y México; y en el B se ubicó a Alemania y a Hungría. Los integrantes de la zona más poderosa debían medirse entre ellos para definir a los finalistas, mientras que los de la otra aspiraban a enfrentarse con el equipo que no accediera al partido por el oro para establecer quién se quedaba con el bronce.
Como los argentinos y los británicos asomaban como los principales aspirantes a llevarse el oro, se dispuso que solo jugaran contra los norteamericanos, pues se daba por descontado que iban a verse las caras en la final. Así, los albicelestes doblegaron 15-5 a México y los británicos dieron cuenta de ese rival por 13-11. En el grupo B, Hungría derrotó a Alemania, pero cayó 16-2 a manos de México, que terminó en el tercer puesto.
Un privilegio reservado para pocos: Juan Nelson obtuvo dos medallas doradas.
En la finalísima, Argentina apabulló 11-0 a Gran Bretaña y ocupó otra vez el escalón más alto del podio. A esa altura, ya se habían celebrado los títulos olímpicos de los boxeadores Víctor Avendaño y Arturo Rodríguez Jurado y del nadador Alberto Zorrilla en Ámsterdam 1928, los del maratonista Juan Carlos Zabala y los púgiles Carmelo Robledo y Alberto Lovell en Los Ángeles 1932 y el del boxeador Oscar Casanovas en Berlín 1936. Sin embargo, por sus éxitos en París 1924 y en la capital alemana en tiempos de Hitler, el polo había sido pionero en la conquista del oro.