El país sigue expectante

La economía exige un marco jurídico que le brinde seguridad a los inversores. El Gobierno eligió el duro camino de implementar políticas antipopulistas.

La ley Bases es necesaria para el Gobierno porque viene, como toda ley, a poner un poco de orden en la sociedad en que vivimos. No es posible, tanto para nosotros como para los inversores, no tener idea de cómo responderá la realidad a nuestras acciones, vivir en un país apenas predecible.

El Gobierno pretende dar una plataforma sobre las cual actuar ante el cambio que promete, tranquilizar a los inversores acerca de la propia racionalidad o predictibilidad de su conducta, con más razón ante la intolerancia fuertemente emocional de ciertos grupos que lo atacan.

La violencia empalidece la argumentación, un pensamiento y expresión claros alimenta la razón, alerta contra las teorías conspirativas tan comunes en la oposición kirchnerista. Éstas provienen de hombres y grupos poderosos de presión, ambicionan que la gente haga responsable a Javier Milei de haber planeado todos los males que sufren.

El Estado tiene un papel esencial en el clima de violencia que tantas veces soportamos. Es un mal necesario: debe proteger los derechos de todos, débiles y fuertes, ricos y pobres, el monopolio de la fuerza es para cumplir esa función. Sin embargo, también constituye un peligro constante. Por naturaleza siempre quiere avanzar sobre la sociedad civil.

El Gobierno desea reducirlo, reforzar los mecanismos del mercado, aumentar la creatividad de la gente, quebrada, encerrada por los Kirchner, para que pueda ensayar, incluso cometer errores, los cuales hacen a la construcción de la propia vida.

La democracia se fortifica si se abre la economía, se reemplazan los controles, incitaciones y apremios del Gobierno por los estímulos naturales del mercado. Afianzarla es imprescindible para que no tengamos que pagar un alto precio por la protección del Estado. Nos da el armazón para actuar de manera organizada y coherente, permite la acción electiva, la libre discusión y la libertad de pensamiento.

ANTIPOPULISTA

Un gobierno antipopulista, como pretende ser el del presidente Milei, debe explicar lo que se propone y mostrar que puede resistir la crítica, insistir en ello. Conviene tolerarla porque amplía el conocimiento: la mayoría de las veces procedemos mal por ignorancia, sin damos cuenta que nos perjudicamos porque somos seres limitados, no tenemos la certeza de conocer la verdad, el que por soberbia asegura que la tiene es imposible que acepte la opinión de los demás.

Ningún sistema económico evitará la desocupación, la marginalidad ni las crisis. El Gobierno ante el reiterado fracaso de un sistema basado en decisiones políticas, propone el mecanismo espontáneo del mercado, donde productores y consumidores realizan intercambios sobre la base de normas compartidas, las cuales hacen posible la comparación de productos, precio y calidad, o sea la competencia, también la libre información y elección.

La Ley Bases ayudará a resolver problemas, como otras que vendrán después. Para lograr apoyo el Gobierno debería tomar decisiones sin recurrir a la violencia verbal, hacerlo mediante la argumentación y el compromiso, abandonar el trato autoritario en el ámbito de la opinión.

Es imposible tener una discusión racional con alguien que amenaza con disparar un balazo, decía el autor de Los enemigos de la sociedad abierta, Karl Popper, pero hay límites para la tolerancia, si se consiente la intolerancia se destruye la razonabilidad.

Hay un cambio bienhechor, sustancial en la nueva manera de gobernar. No se prometen reformas sociales inadmisibles o utópicas, Javier Milei trabaja para la eliminación de males precisos, más que para la realización de bienes abstractos.

Desde el primer día se interesó en bajar la inflación y aumentar las reservas, en vez de prometer, como gobernantes anteriores, la utopía de conseguir la felicidad a todos por medios políticos, cuando ésta sólo puede ser lograda por el esfuerzo personal. Eligió el problema más acuciante de la sociedad y trató de convencer a la gente, desde la campaña electoral, de que era posible librarse de él por medios concretos.

LA POLITICA

El factor político es importante, es el desencadenante de cualquier acción económica: una de las patas de la gestión del Gobierno es tener muy buena relación con los países democráticos y desarrollados del mundo: la política de inclusión en el mercado mundial implica cambiar todas las reglas del mercado interno, sino sería incongruente, no podría durar.

Ello traerá problemas en el corto plazo, habrá empresas que quedarán en el camino, pero si vienen del exterior productos de menor precio no seguiremos subsidiando con nuestro dinero a quienes los venden a un precio mayor.

Ingresar al mercado mundial implica que los ricos se harán más ricos pero instalando fábricas, vendiendo bienes y ofreciendo ocupación. No sólo nos permite ayudarnos a nosotros mismos, sino también a la gente de otros países. El mundo se ha convertido en una aldea. Por primera vez en su historia la especie humana vive en un solo mundo: junto con las miles de interacciones e intercambios aparecen las intermediaciones para acercar a la gente, los modernos medios de comunicación.

Ahora nos enteramos de lo que pasa en todas partes, así como Carlos Menem, Javier Milei vio la dirección correcta, por eso aceptó enfrentarse a las políticas populistas del kirchnerismo aunque sea el camino más difícil. Es economista, estudió la experiencia comunista en la Unión Soviética y en otros países, también donde se abrió la economía dando por resultado una mejora descomunal del nivel de vida, eso le da coraje a su liderazgo.

Si el presidente logra realizar una amplia reforma del Estado, no sólo disminuirá su poder sino también el de las corporaciones, las cuales dejarán de extorsionar al Gobierno pidiéndole, por ejemplo, tal o cual ley o un decreto. Tampoco habrá grandes huelgas de empleados del Estado ni conflictos obreros importantes, de ese modo se atraerá a empresas extranjeras, las únicas que tienen posibilidades de desarrollarse rápidamente.

Esto no quiere decir que se acabarán los problemas. Las situaciones imprevisibles e inesperadas son condiciones de la existencia, pero serán menores porque los problemas del modelo basado en prebendas del Estado, generadores de enorme corrupción, dejarán de existir.

Es importante que el Gobierno tenga una gestión exitosa y, como no podemos evitar los costos, sea sin sacrificarnos el presente por mucho tiempo más. Está encarando, dejando atrás la euforia populista que nos caracteriza y siguiendo el genuino espíritu de la Constitución de 1853 lo mejor que se puede.

Va tras el tremendo desafío de lograr una apertura a un horizonte más rico para las potencialidades de los argentinos, sin dejarse tentar por utopías donde las personas son monigotes de los planificadores. ¡Ojalá pueda!

 

* Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia. Miembro del Instituto de Economía de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Premio a la Libertad 2013 (Fundación Atlas). Autora de “El Crepúsculo Argentino” (Ed. Lumiere, 2006).