A PROPOSITO DE "TRES NOVELAS FAMILIARES", DE ANA GRYNBAUM

El intenso color del erotismo

Uruguay no ha perdido la capacidad de sorprender. Es la tierra de narradores raros -aunque escasos-; es la tierra de Felisberto, Onetti y Levrero. Añadimos a nuestra cartografía -siempre provisional e incompleta- a la señora Ana Grynbaum. Se ha publicado en Buenos Aires un volumen que encierra tres de sus novelas. De esta singular y desafiante escritura -no sin belleza e inteligencia- hablaremos a continuación.

Primero, el contexto. Grynbaum fundó en Montevideo el sello editorial Los libros del inquisidor, junto a su marido Ercole Lisardi, también escritor. Explicó la emprendedora a la agencia Telam que su propósito es corregir un defecto de nuestra época: "La literatura erótica de calidad y profunda, sin facilismo ni lugares comunes, no abunda, en la literatura en español... el discurso del sexo se ha pasteurizado".

¿Porno literario a esta altura del partido? Sí. Entiende Grynbaum que se limita el arte (y la vida) por un recalcitrante "maremágnum de tabúes". Sin embargo, la tríada que se imprimió en la Argentina es interesante y recomendable no porque despliega Alto Erotismo, sino por sus ideas (filosóficas, psicológicas e históricas), por los argumentos que desarrolla, y por la potencia estética de su estilo. Aunque de tonos muy intensos, el sexo no es un único color en la trama, como ocurre siempre en la buena literatura. Al fin y al cabo, las tres obras, con sus heroínas resilientes, concluyen redondeando un mensaje bastante convencional. Sólo el amor salvará al mundo.

Tres novelas familiares (469 páginas, edición 2022) incluye pues los siguiente títulos: El hombre que pudo haber sido", "La conquista del deseo y Un asiento demasiado confortable.

En la primera nouvelle, un antropólogo israelí (Iaír) llega a Montevideo para estudiar a los judíos nacidos en Europa que todavía viven en la capital uruguaya, pero cae en una casa de pesadilla. La segunda nos lleva de la mano a la iniciación en el placer de una jovencita (Iara) en los opresivos años ochenta. En la última, una mosquita muerta (Leila) se evade del calvario familiar en el sillón que un vejete repulsivo -""verdadero artista de la succión genital femenina""- esconde en la trastienda de su cuchitril.

EL DECALOGO DE G.

El lector encontrará en el volumen diez elementos destacados, por lo menos:

1) En alguna medida, las tres son novelas de formación (bildungsroman), relatos de iniciación, formación o aprendizaje. Narradas en forma de evocación, van desde los deseos insatisfechos hacia la autorrealización. "Uno tiene la obligación de darse las oportunidades de vivir, de hacer las cosas que podrían eventualmente generar la felicidad o algo emparentado con ella...", se establece en la página sesenta y seis.

2) Personajes sin atributos remarcables, sujetos a la maldición de la infelicidad, pero que se las arreglan para salir adelante.

3) Reflexiones sobre los retorcidos senderos del deseo. La dependencia del goce, que incluso engancha a algunas personas libidinalmente a un estilo maldito de hacer las cosas mal, o al ejercicio de la maldad, como la madre de Leila (¿es éste el libro de las madres crueles?).

4) Podredumbre doméstica. La urdimbre describe atmósferas malsanas en el hogar, donde también ocurre la indignidad, la deshumanización del ser humano. Como la que han construido, Bernardo y Clara -anfitriones de Iaír-, "37 años de vida matrimonial: se revolcaban en el goce del mutuo maltrato como los cerdos en el barro". Así, Grynbaum nos advierte que "la novela familiar se ha convertido en una serie criminal con toques de humor sádico".

5) El cultivo del feísmo nacional. Montevideo es gélida, gris, anodina, maloliente. Uruguay, el "País de todos los quietismos". Grynbaum declara su fastidio, su desesperación, por el país que pudo haber sido, las promesa batllista incumplida, el progreso abortado... Y uno que pensaba que los argentinos somos los campeones mundiales de las oportunidades perdidas.

6) El libro cavila sobre la condición judía; especialmente sobre el peso abrumador de ser sobreviviente del horror nazi en un tranquilo arrabal de Sudamérica.

7) Estudio de la mente humana. Grynbaum es psicóloga también y -¡ay!- hace hablar a algunos de sus personajes como si hubieran estudiado durante años a Freud y a Adler. La jerga profesional se convierte en un ripio. Verbigracia: "La fascinación es una forma del deseo congelado".

8) Pornografía. El texto es rico en palabras puercas e incluye escenas revulsivas. Somete a escrutinio neurótico, por caso, la obsesión con una lengua camélida de la pobre Leila, ""una marioneta en disputa por las fuerzas opuestas de la fascinación y la repugnancia"...

9) Denuncia del sistema de salud, sus estrategias comerciales y su deshumanización del paciente. Llega a compararlo la autora con los campos de concentración hitlerianos por reducir a un número a las personas.

10) El mensaje y la ideología. Nuestros vecinos, al parecer, no han podido superar el galeanismo, enfermedad infantil de la literatura hispanoamericana. Grynbaum abomina, una y otra vez, del mundo pequeñísimo burgués,. Vivir acumulando cosas y venerarlas como ídolos es ruin, los shoppings son horribles, fruslerías de ese tipo.

Pero a la autora le interesa, principalmente, brindar otro mensaje existencial: "En la vida lo esencial es realizarse", leemos. Podría suponerse que hay una sentencia de Nietzsche que le gustaría grabar en piedra: "Conviértete en lo que eres". 

Es razonable la consigna de violar las puertas de la ley (que por supuesto están sin llave) para muchachas buenas oprimidas por la rigidez familiar y social, pero a cualquier comunidad le resultaría problemático si todos nuestros semejantes la llevan a la práctica hasta sus últimas consecuencias.