El insólito Dr. Monzó

Mirador político-

 

El deterioro de la situación de Emilio Monzó en el oficialismo ha dado pie a infinidad de expresiones de condolencias periodísticas. En los medios proliferan sus viudas. Elogian su condición de político tradicional, su origen peronista y su presunta capacidad para la "rosca" de la que carecería una administración de empresarios y Ceos.
Esas opiniones ignoran, sin embargo, dos hechos: el desempeño de Monzó y los cambios en el escenario político posteriores a octubre. En el primer caso, la estrella de Monzó declinó simultáneamente con la de Sergio Massa. Durante el primer año de gestión de Mauricio Macri muchos proyectos que salían de Diputados eran producto de acuerdos Monzó/Massa con letra del segundo.
Algunos resultaron engendros legislativos. Cuando Macri se hartó del sinuoso Massa hubo que buscar el apoyo en otro lado y Monzó comenzó a perder influencia. Mucho más eficaz que él resultaba Miguel Pichetto. Y no había que aguantarlo como oficialista crítico. En ese contexto hay que leer la declaración despectiva de Monzó sobre el timbreo.

FENOMENOS PARALELOS
El fracaso electoral de Massa y el desplazamiento de Monzó en la interna del macrismo bonaerense son también fenómenos paralelos. El presidente de Diputados quiso opinar sobre la lista de candidatos 2017, pero María Eugenia Vidal no lo dejó. Si su función era de nexo con el peronismo, que una dirigente del PRO manejara la caja en La Plata lo volvió superfluo.
Después del afianzamiento electoral de octubre el mapa del poder cambió. En el gobierno todos los caminos conducen a Marcos Peña, circunstancia que está en buena medida detrás del actual ruido mediático antimacri. Porque el fortalecimiento de Peña es consecuencia del de Macri como candidato favorito para el año que viene. Los proyectiles lanzados por la oposición Ñpolítica, empresaria y sindicalÑ apuntan contra esa posibilidad. Ocho años de Macri reconfigurarían muchas cosas. Entre ellas el sistema corporativo y dentro de éste, el de partidos.
De allí que hoy esté en discusión el papel que jugará el peronismo en el futuro inmediato. Una discusión con episodios tragicómicos como el de Barrionuevo/Duhalde y las cerraduras de la calle Matheu y otros más serios como el de la candidatura presidencial del año próximo o la conservación del poder en las provincias.
De allí también que el radicalismo haya presionado para ser el socio principal de Macri abriendo la puerta del caos en Diputados con su reclamo por las tarifas. En este marco Monzó no cumple ningún papel, salvo el de patalear como los radicales, pero sin éxito. Fueron los radicales los que se presentaron en gobierno, hablaron con Macri y a la salida hablaron con los medios. Después volvieron al Congreso y colgaron el retrato de Macri en el bloque de senadores de la UCR. No creen que haya crisis. Apuestan a que Macri será reelecto.
Para los peronistas el panorama es más complejo, porque están pagando el haber apostado por Daniel Scioli en 2015. Lo insólito es haber apostado entonces por Macri, como lo hizo Monzó, y marchar ahora rumbo al exilio interno.