El humor en la era del celular

Juan Acosta habla de los cambios al hacer reír y recuerda a Gasalla y Veronelli. El actor, creador del recordado personaje Naboletti, está de gira con un nuevo espectáculo. Dice que, si bien toma recaudos a la hora de escribir guiones, no deja de decir lo que tiene ganas.

Con algo de resignación, Juan Acosta reconoce: “quedamos pocos”, refiriéndose a aquellos humoristas que marcaron una época. Es que 2025 golpeó fuerte al ambiente artístico con dos muertes que lo tocaron muy de cerca: Antonio Gasalla y Atilio Veronelli fallecieron con poco menos de un mes de diferencia. Ambos trabajaron codo a codo con Acosta en ‘El palacio de la risa’ (Canal 7, 1992), ciclo en el que Juan le dio vida al entrañable personaje Naboletti. Inspirado en un empleado del Ministerio de Economía, Veronelli fue quien lo bautizó de esa manera. “Nos divertíamos mucho”, recuerda Acosta en charla con La Prensa.

Con los programas de humor prácticamente extintos en la televisión local, el actor se volcó al teatro para seguir divirtiendo, y así lo hace en ‘Presidente del humor’, su nuevo unipersonal, con el que por estos días recorre el país (mañana a las 21 estará en la sala La Nonna de La Plata, el 3 de mayo en el Teatro Núcleo de Olivos y el 8, en el porteño Café La Humedad).

En el espectáculo recupera divertidas anécdotas, siempre con su sello irreverente. “En un momento hago referencia a que soy el peor turista del mundo porque fui a las Cataratas y no las vi; esas cosas son reales. También estuve en Ushuaia y me llevaron al hito del Fin del Mundo, pero les dije que quería volver al hotel porque tenía frío”, dice y se divierte.

Consciente de que las épocas han cambiado, Acosta toma sus recaudos a la hora de escribir el guion de sus shows: “eso no quiere decir que no diga lo que tenga ganas, porque en definitiva uno está en un recinto cerrado; lo que cambió es que ahora existe el celular y si alguien hace un chiste de un inválido o de un pelado como yo, y hay un teléfono, lo comparte, lo ve otro y se siente ofendido, pero porque no estuvo ahí”.

Para el exdiscípulo de Lito Cruz, las redes sociales cambiaron todo: “hoy en Tik Tok aparece un humorista cada quince segundos”. Sin embargo, el oriundo de La Tablada reconoce que gracias a Internet, programas como ‘Cha cha chá’ pueden ser vistos por las nuevas generaciones y volver a llenar teatros. “Ojalá pasara lo mismo con lo que hacíamos nosotros”, remarcó.


SIEMPRE OCURRENTE

-¿Con qué se encontrará el público que asista a ver ‘Presidente del humor’?

-Tengo una amplia trayectoria en todo lo que antes se denominaba ‘monólogo’, eso a lo que hoy le dicen stand-up. Hago un humor que tiene que ver con lo cotidiano y con las vicisitudes de la vida. En el show se van a encontrar con un Juan Acosta bastante particular. En un momento hago referencia a que soy el peor turista del mundo porque fui a las Cataratas y no las vi; esas cosas son reales. Es algo que me pasa por la falta de costumbre de salir, entonces arruino los planes de otros. Para mí las vacaciones son tomarme un café en el bar de la esquina

-¿La risa cobra una mayor importancia en tiempo difíciles?

-Yo veo a la gente en la calle un poquito más enojada que en otra época. Es que las 24 horas están dando noticias de los desastres en el mundo. Antes había más programas de humor, más entretenimiento; entonces eso te condiciona.

-Teniendo cuenta que actualmente cualquier chiste puede provocar una cancelación, ¿toma recaudos a la hora de escribir sus guiones?

-Sí, pero el tomar recaudos no quiere decir que no diga lo que tenga ganas, porque la realidad es que uno está en un recinto cerrado. Lo que cambió es que hoy existe el celular y si alguien hace un chiste de un inválido o de un pelado como yo, y hay un teléfono, se comparte, lo ve otro y se siente ofendido, pero porque no estuvo ahí. Si vos estás y comprás el código, es distinto. Adentro de una cancha de fútbol sabés que tenés que jugar con una pelota; con el humor, vos sabés que si vas a ver a (Jorge) Corona vas a escuchar malas palabras. El tema es entender los códigos. Yo tengo amigos humoristas que hacen humor negro, que a mí no me gusta, pero eso no quiere decir que no sea válido.


EN EL RECUERDO

-La gente aún lo reconoce por sus personajes, ¿cómo lo toma?

-Es increíble porque yo a Naboletti lo hice hace más de treinta años y la gente todavía se acuerda. Me da la sensación de que con las redes, los jóvenes también pueden ver eso. Vos fijate el fenómeno de ‘Cha cha chá’; es casi de la misma época que nosotros hacíamos ‘El palacio de la risa’ con Gasalla. Un pibe empezó a subir cosas de ‘Cha cha chá’ y la gente empezó a ver que le causaba gracia y, bueno, llenaron de nuevo los teatros porque la gente fue a ver algo que le gustó y lo quiso repetir. Estoy seguro de que pasaría lo mismo si alguien se ocupara de mostrar nuestros sketches. Lamentablemente, quedamos pocos de aquella época. Hoy son las redes las que hacen que algo trascienda; aparte de que estos personajes quedaron en la piel de la gente. Minguito, Lambetain, Naboletti: son personajes que la gente compró.

-Se lo nota emocionado cada vez que habla de Gasalla y Atilio Veronelli...

-Son dos personas con las que conviví muchísimo tiempo, eramos amigos. Antonio a nosotros nos dio una posibilidad para después encarar nuestras carreras, cada uno por su camino; a mí me enseñó un montón. Si bien no era maestro de teatro, tenía tal conocimiento arriba del escenario que sabía lo que iba a funcionar. Para mí fue un referente. Cuando falleció Atilio, me llamó la policía porque estaba en un hospital y no sabían a quién avisarle. Fue muy doloroso. Es más, el nombre Naboletti lo puso Atilio, él escribía junto con Antonio y fue quien lo bautizó.

-Desde que no hay programas cómicos en la televisión, el humor se mudó a las redes. ¿Qué opina?

-Cambió todo. Hay gente que hace humor en las redes y tiene 500 mil seguidores. Todo se horizontalizó con las redes. El trabajo de nosotros se hizo un poco más difícil porque si no tenés la capacidad de hacer algo que pegue y que la gente lo vea, se complica. Hoy en Tik Tok ves un humorista cada quince segundos; para mí pasa por ahí. Hay gente a la que ya no le interesa saber quién fue Tennessee Williams, o Shakespeare, o Groucho Marx. Lo veo mucho en la televisión también: murió Douglas Vinci y te aseguro que el 99 por ciento no sabe quién era. Desapareció toda esa cultura que la gente de los ‘80 teníamos porque no existía el teléfono. De mí, en Wikipedia dicen cualquier cosa porque van levantando información de todos lados. Pero tampoco hay que sufrir, es lo que hay. Yo lo único que puedo decir ahora es que soy feliz.