MIRADOR POLITICO

El desbande

El resultado de las elecciones dejó en claro que la Presidenta perdió cuatro millones de votos y, lo que es más importante, el liderazgo. Errores económicos y políticos condujeron a un escenario en el que, por el apego de Cristina Fernández a La Cámpora, hasta los intendentes del conurbano se atreven a plantear objeciones. Así, crece el riesgo de que muchos de ellos se muden al massismo y cambien el panorama de cara a los comicios de 2015.

En las elecciones del domingo la presidenta Cristina Fernández perdió -junto con cuatro millones de votos-- su liderazgo. Por eso la estructura peronista está empezando a recuperar su papel de árbitro en la interna del partido.

La pérdida del liderazgo es atribuible a por lo menos tres hechos: imposibilidad de una nueva candidatura en 2015, falta de "arrastre" electoral y graves errores económicos y políticos acumulados desde 2011. Gobernadores e intendentes "K" derrotados en sus distritos por la oposición o por el peronismo disidente pudieron comprobar que, aunque reciban fondos abundantes del Tesoro Nacional, pierden por paliza o, en el "mejor" de los casos, sufren una fuerte sangría de votos. En suma, que el negocio es pésimo.

Un caso transparente de la pérdida de liderazgo de la Presidenta la dio Mario Ishii, ex intendente híper "K" de José C. Paz. Tras la derrota de Néstor Kirchner en 2009 había dicho que saldría a "cazar traidores". Ayer, en cambio, reconoció en términos pintorescos el duro revés que le propinó el massismo y lo atribuyó a que la gente está "enojada" con la jefa de Estado. Ishii tuvo en el cierre de listas una fuerte disputa con "la Cámpora", un aparato de poder creado desde la Casa Rosada para sustituir a los jefes territoriales del peronismo que demostró ser un fiasco.

El problema de Ishii lo tuvieron también otros barones de conurbano como Hugo Curto (Tres de Febrero), Alberto Descalzo (Ituzaingó), etcétera, etcétera. Lo más lógico, entonces, es que intenten trasfundirse en el massismo a corto plazo, lo que significará un cambio fuerte del escenario de las presidenciales de 2015.

Los desaciertos de construcción política del kirchnerismo fueron tan graves como los que cometió Guillermo Moreno con la inflación y el dólar. Pretendió reemplazar la máquina electoral probada del PJ por "militantes" sin ningún peso, pero de lealtad incondicional. Eso funcionó mientras la economía tenía índices positivos de actividad y consumo y la presidenta, de aceptación, pero mostró su fragilidad apenas la actividad declinó. Las banderas, los cantitos y el carnaval setentista no juntan votos.

La reacción del electorado no se hizo esperar y ahora comienzan a reaccionar los dirigentes que siguen dependiendo de la chequera de la Casa Rosada, pero que están alarmados por el ominoso panorama electoral de octubre. Hugo Moyano lo dijo con una mezcla de regocijo y rencor: cuando intendentes y gobernadores empiecen a sentir "más olor a calas" van a tomar distancia del gobierno.

Evitar ese desbande requiere mucha astucia política; nada autoriza a creer que es posible para este gobierno. Es como el ajuste de las variables macroeconómicas que la presidenta demora, arriesgándose a un estallido. Sabe que tendrá fuerte costo político, pero en su manual no hay ninguna solución alternativa.