El reciente debate entre los candidatos que hoy han de confrontar en la segunda vuelta electoral, resultó tan pobre que decir de él que fue chato elevaría su nivel. Por nuestra parte, abrigamos dudas sobre la utilidad de tales debates escenificados para la televisión (con hinchadas presenciales, eso sí). Antes, lo que contaba eran las propuestas de los candidatos y de los partidos que los apoyaban.
Dentro de este juego es muy posible que un buen farsante desplace a quien, superándolo intelectualmente, “carezca de carisma televisivo”, como dice el periodismo adicto al show. Periodismo al que Vargas Llosa llamó “hijo perverso de la libertad de expresión”.
Pues bien. Es de ese gran escritor del Perú, de quien tomamos el título de esta nota. Uno de sus libros, se llama así: La civilización del espectáculo. En él se ocupa de cómo, gradualmente, la política se ha diluido en el mundo del espectáculo.
Y recordando como antaño los políticos buscaban el apoyo de científicos o escritores, comprueba que hoy procuran “…la adhesión y el patrocinio de los cantantes de rock y de los actores de cine, así como de estrellas de fútbol y de otros deportes”. (Se nos ocurre: ¿Cuánto valdría, por ejemplo, la foto de un candidato abrazado a Lionel Messi?).
Así es que los dos pretendientes que se enfrentan el domingo llevan hechas muchas más horas de sets televisivos que de actos en plazas o en estadios. La tribuna de hoy es el éter. Y no debe ser del todo casual que, con cualquiera de ellos que llegue a residir en Olivos, habrá figuras de la televisión en su grupo familiar. Será Fátima o será Moria.
Dejemos a salvo que hubo figuras del espectáculo que jugaron gran papel en política. Un actor de Hollywood, no primerísima figura, Ronald Reagan, fue un excelente presidente de su país. Y actrices del talento de Melina Mercouri o de Glenda Jackson alcanzaron, merecidamente, el Ministerio de Cultura de Grecia la una y el rango de parlamentaria en Inglaterra la otra. (Que aquí no nos haya ido tan bien con Palito Ortega y otras figuras, queda para otra oportunidad.
LA DECADENCIA
La discusión mediática de días atrás fue una muestra, lacerante, de la decadencia argentina. En este domingo, quedará decidido solamente lo electoral. Porque la hora de la verdad, la de revertir esa decadencia, vendrá después. Aunque gane el candidato de la oposición, la tormenta que cubre a nuestro país no despejará de inmediato.
Porque en los tres poderes del Estado son más quienes se sirven de él, que quienes se disponen a servirlo. Incrustados en los poderes políticos hay muchos corruptos, mientras que en el Poder Judicial – y en el Ministerio Público – lo están quienes hacen la vista gorda ante sus saqueos. Las legislaturas están impregnadas de distintos chocolates.
Ineptitud y corrupción, que van de la mano, no son patrimonio de un solo partido. Aún de perder el gobierno las elecciones, ellas están tan encaramadas en la política, como entre los factores de poder que la circundan, gremialistas millonarios y empresarios paraestatales a la cabeza.
La hora de la verdad, si suena, dará su primer campanazo este domingo. Pero hacen falta muchos más. Llevamos un largo rumbo erróneo que debe desandarse. Un pensador de nuestro país solía decirme: “La Argentina es mejor de lo que parece”. Claro que lo decía sabiendo que su mejor cara llevaba largo tiempo oculta. Por nuestra parte, creemos que puede volver a la luz. Sabiendo que no es tarea de un día. Pero que un día debemos comenzarla.