EUROPA EN GUERRA

El cumpleaños más triste de Putin

El 7 de octubre, Vladiimir Vladimirovich Putin cumplió setenta años, inmerso en una guerra santa contra Ucrania y Occidente de muy tenebrosos resultados.

  Un escenario de muerte y destrucción masiva cuyas dimensiones finales son casi imposibles de avizorar. Nacido en San Petersburgo (por entonces se llamaba Leningrado) en octubre de 1952, en el seno de una humilde familia rusa (su abuelo, Spiridon Putin, fue cocinero de Lenin y de Stalin; su padre fue recluta de Marina, donde se desempeñó como submarinista y, terminada la guerra, revistó luego en tareas policiales. 

  Terminada su educación terciaria (se recibió de abogado en la Universidad de San Petersburgo) comenzó su carrera como funcionario de la KGB, la famosa policía secreta soviética, hasta ser destinado a la ciudad de Dresden, en la entonces Alemania Oriental.

  Allí alcanzó, antes de los cuarenta años, la jerarquía de teniente coronel. Una carrera sin demasido brillo, pero también sin demasiadas complicaciones.  La implosión de la Unión Soviética, en 1991, produjo un quiebre profundo en su destino personal preanunciado, sin duda, por la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989. Tenía 37 años. 

  Dos años después, habían desaparecido de la escena política internacional, tanto su puesto de trabajo, en Alemania Oriental; como su empleador: la Unión Soviética. Renunció a la KGB y volvió a San Petersburgo, su ciudad natal. Algunas versiones dicen que llegó a manejar un taxi. Si lo hizo, fue por muy poco tiempo, porque amigos cercanos al alcalde de San Petersburgo lo pusieron en contacto con Boris Yeltsin, encargado históricamente de enterrar a la Unión Soviética y dar vuelta la página del marxismo leninismo.

  Lo hizo como pudo, con la desdichada circunstancia de que los precios del petróleo crudo bajaron hasta el sótano. Para un país como la Federación Rusa, donde la exportación de hidrocarburos representa (hasta el día de hoy) dos terceras partes de sus ingresos en divisas, era la muerte en coche. 
  De todas maneras, Boris Yeltin tampoco era demasiado hábil para organizar el nuevo orden de cosas, y Vladimir Vladimirovich Putin sí, en grado sumo. Luego de una brillante actuación en la política de San Petersburgo, en 1996 se había mudado a Moscú como principal colaborador de Yeltsin, Saneó las finanzas públicas rusas, mejoró notablemente la Administración Pública de su país y enderezó los mayores entuertos y desajustes provocados por décadas de marxismo leninismo. 

  Cerca de Yelstin tuvo una carrera política meteórica. En 1999 había sido elegido por la Duma (Poder Legislativo ruso) como Primer Ministro, y el entonces presidente lo había designado in voce, como su sucesor.

  La carrera política de Boris Yeltsin estaba entonces muy golpeada por errores propios y ajenos y, el 31 de diciembre de 1999, renunció inesperadamente a la presidencia de la Federación Rusa. De la noche a la mañana, Vladimir Vladimirovich Putin, se encontró como Presidente interino del país más extenso de la Tierra. 

  Las elecciones generales se realizaron el 26 de marzo de 2002, donde Putin se impuso por el 52% de los votos.  Salió teóricamente de la Presidencia desde 2008 hasta 2012 pero, en su lugar, dejó en el cargo a su íntimo amigo Dmitri Medvedev quien, al día siguiente, nombro como Primer Ministro a Putin quien, de hecho, siguió ejerciendo la Presidencia de la Federación Rusa. En 2013 volvió a ganar las elecciones generales (aunque acompañado por graves denuncias de fraude) y, desde entonces, reformas mediante, se ha asegurado el poder presidencial hasta 2036. 
  Si Dios le diera fuerzas y vida, podría seguir siendo presidente hasta los 82 años. Por lo menos.

AUTORITARISMO A LA CARTA

La historia política de Putin podría dividirse en dos grandes períodos. El primero, desde el 1ª de enero de 2000 hasta el 18 de marzo de 2014, cuando dispuso unilateralmente la Anexión de la Península de Crimea y del puerto naval de Sebastapol. Hasta ese momento se había mostrado como un fino político y hombre de Estado, muy hábil para acumular poder, supo interpretar muy adecuadamente el desencanto del pueblo ruso con el experimento soviético, sintetizado en una de sus frases más famosas: ``Quien no tiene nostalgia de la Unión Soviética y de sus logros, no tiene corazón. Quien quiera volver a ella, no tiene cerebro''.

  Para Putin, los males del marxismo leninismo estaban en la entraña de su ideología, completamente reñida con la naturaleza humana. Por eso, la exclusiva propiedad del Estado de los medios de producción era la muestra de una ideología inviable, absolutamente.  De hecho, actualmente el Partido Comunista ruso ocupa solamente el diez por ciento de los escaños de la Duma. Mientras que su partido, Unidad Rusa, tiene dos terceras partes del número total de bancas.

  Podríamos decir que el ideal político de este libriano en el poder, está muchísimo más cerca de los zares que de cualquier esquema marxista. Pero, eso sí, sin ningún fanatismo por las formas democráticas, la división de tres poderes en igualdad de jerarquias, los derechos humanos y la existencia de una economía de mercado realmente libre. Por lo contrario, no promueve para nada la competencia interna, y solamente fomenta un capitalismo de amigotes.

  Padece de un nacionalismo eslavo, un paneslavismo de muy viejo cuño, cuyo origen está en el primero de los zares realmente imperiales: Ivan el Terrible, a quien acompañan en su santoral Pedro el Grande y Catalina la Grande porque son quienes extendieron a imperio ruso desde el Mar Báltico hasta el Mar Negro.

  Hay un puesto reservado también para Iosef Stalin, a quien se le perdonan los bolcheviques, la persecución y exterminio de los cosacos y muchas matanzas más, simplemente porque llevó las fronteras imperiales de la Unión Soviética hasta alcanzar la notable extensión de 22 millones de kilómetros cuadrados.

EL PEOR CUMPLEAÑOS

  Es muy difícil determinar cuál es el peor cumpleaños de una persona, porque se trata de sentimientos y sensaciones muy subjetivos, donde intervienen multitud de factores. Pero, sin embargo, casi podría afirmar que el de la semana pasada es uno de los peores cumpleaños de Putin, por varias razones.
  En primer lugar, porque su conducta, al invadir cruelmente a Ucrania, revela un tremendo sentimiento antioccidental. Antinorteamericano en primer lugar, antiatlantista en segundo término. Quien pone todos estos terribles sentimientos de muerte y destrucción en palabras es Cirilo I, el Patriarca de la Iglesia Cristiana Ortodoxa de Moscú. Según sus dichos, es como si todos los que no pertenecieran a su confesión, así fueren cristianos ortodoxos del Patriarcado de Constantinopla, o de Kiev, o greco-católicos ucranianos, todos caen en la misma bolsa satánica de agentes del Demonio.

Es la cima de un sentimiento antioccidental vigente, actualmente, en muchos estamentos de la sociedad rusa. Una toma de distancia profunda frente a los valores políticos representados por Occidente. Ni hablar de la Iglesia de Roma y el Vaticano que, para Cirilo I y Putin, se trata de una verdadera apostasía.

  Ese ha sido el motor de la invasión de Ucrania, a quien no le perdonan, demasiados rusos, que haya elegido los valores de Occidente para organizarse política, económica e institucionalmente, de cara al futuro.

GRUESOS ERRORES

  En estos momentos, las tropas rusas están recibiendo una verdadera paliza militar en Ucrania, tanto en el Dombás como en Crimea. 
  El comportamiento de las fuerzas armadas de la Federación Rusa están mostrando muy pobre desempeño y evidenciando una gran falta de preparación.  Los restos de sus mejores tropas están huyendo en desbandada, dejando, en su apuro por huir, ingentes cantidades de armamento y municiones que capturan los ucranianos para volverlos a utilizar contra las tropas rusas.

  Dada esta circunstancia, hoy por hoy, la Federación Rusa ha sido el principal proveedor de tanques en buen estado de las fuerzas ucranianas.  A saber, éstas han recibido de Rusia 417 tanques, mientras que los polacos han contribuido con 300 unidades, los checos con 75; y los macedonios del Norte, con 8.   

A esto hay que agregar 191 sistemas de artillería, de los cuales 56 son remolcados, 92 son autopropulsados y 43 son lanza cohetes múltiples.

Las bajas rusas se calculan en unas 60.000, a los cuales hay que agregar los heridos y fuera de combate.  Los que quedan están completamente fatigados, enojados, o resignados a un peligro mortal permanente en aras de una victoria militar completamente esquiva. 

Entre los errores más gruesos de la invasión dispuesta por Vladimir Vladimirovich Putin figuran los siguientes:

1 - No fue un paseo militar ante el cual el gobierno de Zelenski hubiera salido corriendo inmediatamente. Por lo contrario, se quedó y pidió ayuda a Dios, a la Virgen y a Todos los Santos, todo el tiempo y a los gritos. A los países europeos que no le daban armas les dijo de todo, en todos los idiomas, y se los repitió, por las dudas de que no hubieran entendido.

2 - China no lo acompañó en la parada militar, ni ahí. Que sepamos, no le vendió ni puñales. India, mucho menos comprometida con Rusia que
China, por lo menos le compró petróleo a precios de liquidación.

3 -  La exportación de gas abundante y barato no le sirvió a Putin para manejar el mercado europeo. Prefirieron pagar el doble, pero recurrir a un proveedor confiable.

  Si pensó que la amenaza económica de suspender sus envíos de gas iba a hacer temblar a Europa, se equivocó de medio a medio. Justamente, el mayor perjudicado, Alemania, es la cuarta economía del mundo, detrás de los Estados Unidos, China y Japón. Ha elegido pagar caro el gas este Invierno boreal, para comenzar a rearmarse con todo, para llegar a ser la principal potencia militar de Europa.

  Ni hablar de Polonia, Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania.  Ahora Rusia tendrá fronteras con la OTAN, por varios miles de kilómetros.

  4 - Mientras la guerra continúe,  los países atlantistas seguirán apoyando a Ucrania con todo, en contra de la Federación Rusa, convertida en la malvada de la película, por propia decisión. Nada está dicho hasta que no termina una guerra, pero....

  En 1991 la Unión Soviética ya perdió la carrera armamentista contra los países de Occidente. En 2023 habrá un final abierto, salvo que la guerra se siga prolongando. Un mal cumpleaños, realmente.