Buena Data en La Prensa

El comunismo no está muerto

 

Se dividió la URSS, cayó el muro, las loas del comunismo quedaron relegadas a élites intelectuales, sin embargo, los últimos y desgraciados acontecimientos en Venezuela nos muestran que las variantes totalitarias de izquierda siguen en pie.

Recordemos que el socialismo es, desde la teoría del materialismo histórico, una primera fase de la sociedad comunista. Ver el lamento de millones de exiliados venezolanos, nos produce un profundo sentimiento de empatía. Estuvimos en el borde, pero ¿podemos considerarnos tranquilos?

EL PROCESO GRAMSCIANO

Para comprender al socialismo del siglo XXI, hay que revisar las ideas que lo gestaron. Antonio Gramsci, comunista italiano, pensó, al igual que Lenin, que la revolución podía realizarse partiendo de células básicas que engendren la dictadura del proletariado, pero tras ver que el comunismo no avanzaba en su Italia natal, entendió que debía cambiar la propuesta. En lugar de partir de un grupo selecto que tome el poder para luego influir en la sociedad, sería la sociedad la que sufriera el cambio para influir en el poder y alcanzarlo. Como resalta Sáenz: “Gramsci no apuntó a los medios de producción, como Marx, ni a los medios de poder político, como Lenin, sino a los medios de comunicación y educación, considerándolos como el objetivo básico para la conquista del poder (…) la conquista de la hegemonía es más importante que la toma del poder político (…) la toma del poder político será como recoger una fruta madura”.

La infiltración en las instituciones sería progresiva, para poder influir en sus mecanismos y modos de pensar. Habría que ser lo suficientemente sigilosos como para no provocar una defensa que pueda ser contraproducente. Aunque paulatina, la destrucción de los valores conservadores de la sociedad debería ser completa.

LOS DOS PASOS

Al momento de destrucción le sigue el constructivo, que sería el de la introducción de la nueva ideología. Para ello hay que burlarse de los elementos conservadores de la cultura y despojarla de su prestigio mediante la crítica constante. Esto engendra la duda acerca de su valor. Al mismo tiempo, también se buscarán mostrar a las ideas comunistas como compatibles con la cosmovisión religiosa propia de los valores culturales del pueblo. Tanto Fidel Castro como Hugo Chávez, y ahora Maduro, buscaron mantener un discurso con tintes religiosos, aun cuando su ideología sea radicalmente opuesta al cristianismo.

También habrá que mostrarse como un defensor de la decisión del pueblo, aunque solo sea una pantomima y un relato difícil de mantener, porque el fin buscado es la implantación de un pensamiento único.

Así, paulatinamente se llamarán traidores al pueblo y a la patria a los que se asuman opositores al comunismo, silenciándolos y ridiculizándolos. Esto será fácil una vez tomados los medios de comunicación.

Si esto surte efecto, no será necesario aterrar a los disidentes por medios físicos, sino por la exclusión moral. Pero Gramsci no imaginó el poder de las redes sociales virtuales. Cuando el relato se escurre y la verdad va quedando a la vista de todos, no hay reparos en recurrir a la fuerza bruta.

EL SOCIALISMO PRESENTE

La estrategia del socialismo gramsciano es atemporal y las alianzas pueden variar, por lo que va a ponderar un fuerte conocimiento de la realidad para comprender los medios a utilizar, pero el fin siempre es el mismo: subvertir los valores de la sociedad. El Partido Comunista vendría a ser un sujeto histórico lo suficientemente flexible y astuto como para reconocer estas situaciones. Similar a como dijo Stalin en 1945, “Hoy en día el socialismo es posible incluso bajo la monarquía inglesa. La revolución no es siempre necesaria”.

Sin embargo, desgraciadamente para Venezuela, estos últimos días no hemos visto en las pantallas al mentado socialismo del siglo XXI, ni las sutilezas del comunista italiano, sino una versión decadente del más puro socialismo decimonónico.

¿ES EL FIN DE LA HISTORIA?

Alguien podría preguntarse si actualmente el comunismo sigue vivo. Muchos dicen que después de la guerra fría desapareció de la política internacional y aún creen que hemos llegado al “fin de la historia”, salvo en casos excepcionales como Venezuela, Cuba, Nicaragua o Corea del norte. Incluso, hay quienes sostienen que el comunismo tampoco está vigente en China, porque persisten en limitar la esencia de esta ideología a sus modelos económicos.

Pero, viendo ciertos rasgos culturales actuales de occidente, podemos afirmar que el comunismo ha ido permeando la cultura con gran profundidad. Vivimos en una sociedad materialista en la que lo trascendente perdió su centralidad, gran parte de la sociedad vive como si fuera atea y lo moral está definido por sus consecuencias; se revindica la lucha de colectivos antagónicos; la idea del progreso continuo mantiene su vigencia, se acepta masivamente que los valores viejos deben ser reemplazarlos por unos nuevos; parece surgir la necesidad de un pensamiento uniforme y controlado. ¿Qué son estos, sino rasgos propiamente comunistas? Esta parece ser tierra fértil para la sociedad soñada por Gramsci.

Es necesario estar atento. Los sutiles modos del socialismo gramsciano se escabullen como humo por debajo de las puertas. Un liberalismo progresista tiene muchos puntos en común, en cuanto a lo cultural, con el socialismo.

El lector podrá seguir a Buena Data en:

YouTube: /BuenaDataOk

Instagram: @buenadata