La mirada global

El chavismo pende de un hilo

"A los grandes depredadores no los derrota nadie en particular. Los extermina el ecosistema". Máximo Gainza Castro, ex-director de La Prensa

Por Rodolfo Gallo del Castillo

Esta verdad de a puño, aprendida por Máximo Gainza directamente de la naturaleza, a través de su vasta experiencia como aficionado a la caza mayor, se fue abriendo paso en mi memoria al tratar de imaginar el futuro de Venezuela. Ya no tengo dudas de que el fin del chavismo está próximo, en la figura de su máximo depredador, Nicolás Maduro, el hijo de Chávez.

Hasta hace quince años, Venezuela pertenecía al grupo de países adherentes al Socialismo del Siglo XXI, un invento de Fidel Castro con los cuantiosos recursos económicos de Venezuela, en ese momento liderada por Hugo Chávez.

La autoria ideológica del castrismo cubano en esta posición geopolítica de varios países de América en general, pero de Venezuela en particular, está fuera de toda discusión. En esa época se pensaba en un esquema marxista por el cual se llegaba al poder, en los distintos países de la región, por medio de elecciones democráticas, libres y transparentes.

No era el caso del país mentor, Cuba, donde jamás se realizaron elecciones libres, porque el argumento fundamental para llegar al poder eran las bocas de los fusiles. La Revolución Socialista, o nada. Un Politburó manejado por los Castro, siempre tuvo la suma del poder público. Nada de división de poderes del Estado, ni libertades públicas, ni economía de mercado, ni partidos políticos, ni nada de nada.

Pero, pese a que era el modus operandi cubano, el Socialismo del Siglo XXI arrancó desde otras bases, apostando a una legitimación con los votos y no con las botas. Hasta el día de hoy, varios de los países que en su momento adhirieron a este movimiento se siguen manifestando a través de elecciones libres y transparentes, como la Argentina, Mèxico, Colombia y Brasil, sin ir más lejos. Pero no fue exactamente el caso de Venezuela, monitoreado permanentemente por Cuba.

En la medida en que las elecciones generales comenzaron a dar resultados negativos, Venezuela adoptó el esquema cubano de crear una Asamblea Nacional donde los ocupantes de los escaños son digitados absolutamente por el oficialismo. Se instaló en la patria de Bolívar una dictadura o tiranía, en el sentido más lato de esta palabra.

Por supuesto, al no tallar los votos, el poder absoluto pasó a las botas, a las fuerzas armadas y de seguridad de Venezuela. Y la represión, muchas veces dirigida por cubanos, se encargó de domesticar a los disidentes.

Las políticas económicas tomadas por el chavismo ya habían hecho daño y provocado pérdidas en el patrimonio económico de Venezuela pero, al mejor estilo soviético, la mayor disidencia fue compensada por mayor represión.

 EL EXODO

En la medida en que la economía se derrumbaba y el Producto Bruto Interno se caía a pedazos, comenzó uno de los éxodos nacionales más importantes del Planeta. Actualmente hay aproximadamente unos ocho millones y medio de venezolanos que tuvieron que migrar forzadamente por la falta de todo: medicamentos, energía, transporte, comida y libertades.

Más de la cuarta parte de la población venezolana tuvo que emigrar a Colombia (casi dos millones de venezolanos) a Perú (un millón y medio), Ecuador, Brasil, Chile, la Argentina, Panamá, México, los Estados Unidos, Canadá, Uruguay, Costa Rica y España, entre los principales destinos.

El ecosistema tomó nota. Ocho millones y medio de migrantes forzados crearon un problema mayúsculo en toda la región. Dentro de este esquema migratorio, cobró especial temor la exportación del crimen organizado tal como lo muestra el Tren de Aragua, con importantísimas ramas en toda América, incluido Estados Unidos.

El narcoestado de Venezuela (de otra forma no se lo podría llamar) llegó a uno de sus máximos puntos de expansión a principios del año pasado, con el asesinato del teniente venezolano Ronald Ojeda, asilado políticamente en Chile, secuestrado, descuartizado y enterrado en la loza de un edificio por sicarios del Tren de Aragua. El teniente Ojeda era un disidente contrario al régimen de Maduro, y hay fundadas sospechas, tal como lo sostuvo el Fiscal Nacional de Chile, de que la autoría intelectual y la financiación de esta muerte salpicaría a las máximas autoridades de Venezuela.

 CONEXION EXTERNA

Para peor, hay numerosos tratados de cooperación económica y militar con Irán, aliado de Rusia, y enemigo declarado de Occidente. en general y de los Estados Unidos en particular. En Venezuela vive actualmente un número no precisado pero numeroso, de agentes de Hamas, de Hezbolá, y otras organizaciones terroristas. Además, por supuesto, de fracciones de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y del Ejército de Liberación Nacional de Colombia (ELN) los cuales han contado siempre con un santuario dentro del territorio venezolano.

Toda esta actividad del chavismo estuvo siempre protegida por la Federación Rusa de Putín, tal como la Cuba de los Castro fue un enclave de la Unión Soviética. Como dijo un empresario venezolano muy lúcido: "Putin siempre fue el Plan B del chavismo, y también el Plan C y , por las dudas, el Plan D”.

Pero la criminal invasión de Ucrania dio un giro copernicano a la situación militar, económica y política de la Federación Rusa. Si el presidente Putin pensó que estaba siguiendo los pasos de Pedro el Grande, tres años de empantamiento en Crimea y el Dombás lo pueden haber desengañado bastante.

 LAS ELECCIONES

 Aquí se dieron dos hechos concomitantes absolutamente desfavorables: mientras la estrella de Putin lentamente languidecía. El gobierno chavista de Maduro cometió un error imperdonable: creyó que podía ganar las elecciones. Increíble pero real. Para los zorros viejos de la política venezolana, Maduro les dió una oportunidad única a la oposición unida alrededor de Corina Machado. Elecciones libres y transparentes.

La paliza que recibió en las urnas el chavismo no es para ser contada en estas líneas. Simplemente fueron controladas por expertos, incluidos los militares encargados de custodiar las urnas. Allí no hubo plan B, ni C, ni Z.

Inventar un resultado y hacerlo pasar por bueno. Pero no contaban con el ecosistema. Antorchas en más de 300 ciudades de América para saludar el triunfo de la oposición venezolana liderada por Corina Machado. Del ridículo nadie vuelve, ni siquiera Maduro. Fue una hecatombe mundial. Era tan evidente el triunfo de la oposición, que cantidad de países en el mundo desconocieron el resultado amañado de comicios que habían sido transparentes. Los de la Unión Europea, vaya y pase, pero mucho más grave es el de la opinión pública de los países sudamericanos. Los pases de facturas fueron terribles y la respuesta de Maduro fue la peor de todas: cortar los vínculos diplomáticos con todos los países de la región que no reconocían su mendaz triunfo.

Actualmente Venezuela ha cortado relaciones diplomáticas con la Argentina, Chile, Uruguay, Perú, Costa Rica, Panamá, República Dominicana, El Salvador y Paraguay. Solamente dos países enviaron a sus presidentes de facto: Nicaragua fue representada por Daniel Ortega y Cuba, por Raúl Díaz Canel.

En cuanto a la Federación Rusa, tampoco se le puede pedir peras al olmo. Declaró legítimo el triunfo de Maduro, igual que Irán, Nicaragua, Bolivia, Bielorrusia y Corea del Norte, pero tampoco puede hacer mucho más por Maduro.

Ni siquiera pudo hacerlo entrar en BRICS por el veto de Brasil. No pudo defender a Siria en Oriente Medio, ni a Armenia en el Cáucaso. Venezuela le queda bastante lejos, igual que a Irán.

El ecosistema ha elaborado una gran condena para Maduro y su séquito. Y tiene a Trump y la OTAN demasiado cerca. Para peor, sus relaciones con los limítrofes Brasil y Colombia no pueden ser peores. La supervivencia de Maduro y del chavismo pende de un hilo. Y creo que se va a cortar.