Siete días de política

El aventurerismo electoral de Massa descalabra la economía

El plan platita para dar vuelta el resultado de las PASO salió mal: dólar descontrolado, reservas agotadas, inflación sin freno. El problema no es Insaurralde, es el modelo que colapsó

Después de salir tercero en agosto Sergio Massa hizo un diagnóstico acertado de su situación electoral, pero aplicó la medicina incorrecta. La bajísima performance del peronismo fue señal de que el electorado propio había faltado a la cita o había elegido otra opción. Si quería entrar al balotaje debía, por lo tanto, recuperarlo. Pero intentó hacerlo con la herramienta habitual del kircherismo y causa de fondo del desastre económico actual: subsidios, planes, bonos y aumentos a estatales, a lo que sumó rebaja o eliminación de impuestos. Un desquicio fiscal que creía que no estallaría antes de las elecciones. Sin embargo, ya no contaba con ese margen de maniobra: los aumentos comenzaron a llegar a las góndolas antes de que la “platita” aterrizara en el bolsillo de los votantes.

Como de costumbre los mercados se anticiparon. El miércoles fue luctuoso para el gobierno. El blue llegó a $843 y el contado con liquidación superó la barrera de los $900. El Central puso más de 100 millones de dólares para frenar la corrida, pero el viernes el blue estaba en $880 y el CCL en $892. Los problemas de dólares se arreglan con dólares y al gobierno casi no le quedan.

A esa altura los operadores dejaron de preguntarse si se produciría o no un estallido y pasaron a preguntarse cuándo se produciría. La fuga de los depósitos en pesos hacia cualquier forma de dólar fue imparable. Como observó con acierto un diario especializado en temas económicos “los negocios con bonos quedaron convertidos en una gigantesca casa de cambios”.

Mientras tanto el gobierno entraba a los bancos para amedrentarlos con denuncias e inspecciones. Una patética muestra de impotencia, porque a esta altura la incertidumbre había sido reemplazada por el sálvese quien pueda. Además de dólares a Massa le falta credibilidad y eso no tiene remedio.

Pero el problema no es sólo de Massa y de su gobierno. Las entidades bancarias preocupadas por la fuga de depositantes emitieron un comunicado aclarando que los 23 billones de letras y bonos que le compraron al gobierno K no son una “bomba a punto de explotar ni una bola de nieve que crece autónomamente”. Un fallido tan inoportuno como colosal.

En este amenazante marco económico episodios como el debate entre los candidatos, las andanzas náuticas de Martín Insaurralde por el Mediterráneo o la ausencia o presencia de Masa, Milei y Bullrich en el coloquio empresarial de Mar del Plata tienen una relevancia modestísima.

Sin duda el escándalo que golpeó al ex jefe de gabinete de Axel Kicillof no fortalece al oficialismo, pero difícilmente Massa y el gobernador bonaerense pierdan el voto estructurado o duro del conurbano. La corrupción nunca ha sido un motivo de grave pérdida de votos para el peronismo. En 1995 cuando la mayor parte de los escándalos ya habían sacudido a su gobierno, Carlos Menem logró la reelección con cerca del 50% de los votos. En 2011, cuando nadie ignoraba quién era Lázaro Báez y cuál su relación con los Kirchner, Cristina ganó con el 54% de los votos.

El impacto del “affaire” Insaurralde parece más político que electoral, porque afecta a un dirigente central en las disputas de poder del peronismo bonaerense. No sólo manejaba un importante grupo de intendentes del conurbano, sino que era el arma elegida por Máximo Kirchner para controlar a Axel Kicillof y sus arrestos de independencia respecto de la Cámpora. Funcionaba como un elemento de estabilización de la siempre tumultuosa interna del PJ que desde que Cristina Kirchner ya no puede ser candidata empezó a dar señales de que entró en estado de alerta.

Por su parte Javier Milei sería según su base de voto “anticasta” el beneficiario natural de los escándalos políticos de los últimos 20 días. Sin embargo, si ha de creerse en las encuestas de intención de voto, el libertario está estancado un poco por encima de los 30 puntos desde hace semanas.

Se ha instalado que no sólo entraría en un eventual balotaje, sino que también tiene probabilidades de ganar en primera vuelta, pero esa es una opinión sustentada en las encuestas de intención de voto que después de tantos errores tienen una credibilidad que compite con la de Massa.

En tanto Patricia Bullrich sigue ocupando, según los mismos sondeos, el tercer lugar en la carrera electoral. Pero su problema son menos las encuesta que de liderazgo, algo que no logró resolver venciendo a Horacio Rodríguez Larreta. Le falta el empujón triunfador que sólo podría darle Mauricio Macri, embanderándose tras su candidatura. Pero el ex presidente no quiere verse envuelto en una posible derrota. Sólo atiende su juego que él cree que es el de articulador de la alianza que reemplace a Juntos por el Cambio por un juntos con Milei, a pesar de que el libertario ya dio claras muestras de que prefiere un entendimiento con Massa (ver “Reacciones contra Macri”).