El alto precio de seguir perteneciendo

Revulsiva y descarnada, “La sustancia” amerita un análisis a consciencia.

La película ganadora del premio al Mejor guion en el último Festival de Cannes, dirigida por Coralie Fargeat, la misma de ‘Revenge’ (2017), llegó la semana pasada en salas de cines. Las críticas no eran grises antes de su estreno y tampoco lo son ahora; sin duda, ‘La sustancia’ no tiene intención de dejar indiferente ni al espectador ni al periodismo especializado. Hay en su concepción, más allá de una crítica despiadada a los cánones de belleza femeninos instaurados, una suerte de fábula (oscura y no apta para menores ni impresionables) en la cual la moraleja es evidente: todos vamos a envejecer, no hay antídoto contra eso.

Demi Moore encarna a Elizabeth Sparkle, una ex estrella de cine que tiene desde hace décadas un programa matutino de gimnasia por televisión. La imagen que le devuelve el espejo la enfrenta con una realidad: ya no es la misma que hace un par de décadas. Le preocupa, por sobre todas las cosas, lo que la gente tiene para decir de ella, su imagen.

El repulsivo personaje del productor del programa de televisión para el que trabaja, interpretado por Dennis Quaid (y cuyo nombre es Harvey, como Weinstein, detalle no menos importante), decide renovar la imagen del show y para eso despide a Elizabeth y publica un casting para encontrar a su reemplazo.

La crítica a los poderosos ejecutivos de televisión, misóginos y desagradables, que sostienen una relación con sus “estrellas” siempre y cuando vendan y sean visualmente atractivas, es punzante y acertada. El objetivo es encontrar a una joven lo más perfecta posible, con “cada cosa en su lugar” (como dicen los personajes que toman el casting, dos hombres por supuesto), alguien que “enamore” (léase, caliente) al público.

Tras enterarse de esta búsqueda, Elizabeth, quien no está dispuesta a seguir adelante con su realidad, su nuevo presente, recurre a “la sustancia” y, como consecuencia de ello, surge Sue (Margaret Qualley), la otra parte de ella misma, quien se activa una semana por medio, hecho que ninguna de las dos termina de aceptar. Las reglas del juego son claras pero si se rompen no se puede volver atrás. El “desacuerdo” con ella misma justifica narrativamente la sucesión de eventos de esta horror movie con bastante gore, a la que le juega en contra su extensa duración.

SER OTRO

La mirada sobre los medicamentos que rejuvenecen a tal punto de “ser otra persona” que plasma Fargeat interpela al señalar la nefasta necesidad de no aceptar la edad ni el cuerpo que cada uno tiene, aun (aunque no debería ser el motivo) cuando se es querido y deseado (el personaje de Elizabeth cancela una cita porque no se acepta tal cual se ve frente al espejo).

Además, esta sustancia genera cada semana efectos irreversibles en el cuerpo de la protagonista, y aun así ella decide seguir consumiéndola, cegada por lo que proyecta la otra parte de sí misma (Sue).

Pasajes y tomas de cámara que hacen guiño a ‘La mosca’, ‘Carrie’, ‘El resplandor’; desprendimientos físicos, mutilaciones, monstruosidades y sangre por doquier. ‘La sustancia’ es una película con un mensaje actual, resonante, con sólidas actuaciones y rubros técnicos funcionales.

El diseño de sonido va de la mano con la tensión y los climas del filme, por momentos insoportables, que transmiten el infierno y la desesperación que vive la protagonista. Una oportunidad cinéfila para no dejar pasar.