“El Rodrigazo fue el punto de quiebre de la Argentina”
El Premio Nobel de Economía 2024 echó luz sobre el libro titulado ‘Por qué fracasan los países’. Pero, ¿cuál es la razón del desmoronamiento argentino? El politólogo Gustavo Marangoni hace un repaso de la historia reciente y reclama acordar sobre un puñado de temas básicos.
El Premio Nobel de Economía 2024 recayó esta vez en los economistas Simon Johnson, James Robinson y Daron Acemoglu. Los dos últimos son autores de una profunda investigación que dio origen al libro titulado Por qué fracasan los países.
El galardón obró como disparador para indagar en las razones por las cuales la Argentina, una Estado extenso repleto de recursos naturales, tiene a más de la mitad de su población por debajo de la línea de pobreza. La pregunta se clava como un dardo: ¿La Argentina es un fracaso como proyecto de Nación?
“Sí, sin dudas, a juzgar por los últimos años sí, desde el punto de vista de los resultados. Si uno analiza o le preguntan si es un fracaso en todos los órdenes, podemos decir que en todos los órdenes no. Pero creo que nos estamos refiriendo a todo lo que tiene que ver con la organización económico social”, reflexiona el politólogo Gustavo Marangoni, director de la consultora MyR Asociados.
“Por supuesto que a juzgar desde el punto de vista de la estabilidad política, Argentina no es un fracaso. Lleva 40 años ininterrumpidos de democracia. Pero su sistema político no se pudo traducir en un tema de estabilidad económica con crecimiento y distribución del ingreso -añade el experto-. Entonces desde ese punto de vista, un país que hace prácticamente una década y media que vive un fenómeno estanflacionario es claramente un fracaso en ese aspecto. Si uno pone como título ‘La Argentina es un fracaso’, a lo mejor responde más a una lógica de impacto que a una lógica más precisa. Pero si nos ceñimos a lo que estamos analizando, tenemos que hablar de fracaso.
-¿Identifica algún tiempo histórico en particular como punto de quiebre, como bisagra, o ha sido un proceso de parábola descendente?
-Siempre está esa cita de Conversación en La Catedral, el libro de Vargas Llosa, cuando Zavalita se pregunta cuándo se jodió el Perú. Yo creo que esa pregunta es válida y a la vez no lo es porque cada uno tiene su fecha de cuándo se jodió la Argentina. Quizás, si aplicara un criterio de carácter económico, diría el Rodrigazo. Con esa crisis la Argentina conoció la inflación de tres dígitos y a partir de ahí convivió con eso durante mucho tiempo. Después la estabilización fue sólo un fenómeno transitorio y volvimos a la inflación de dos dígitos, de tres, habiendo conocido algunas de cuatro. Me parece también que el hecho de establecer fechas abre lugar a una serie de discusiones muy partidarias porque para los peronistas sucedió en el ‘55; para los antiperonistas fue en el ‘45; para los radicales puede ser con la caída de Illia. Se ha agravado la situación en la última década y media. Argentina prácticamente no crece desde 2011, que fue el último año de crecimiento robusto. A partir de ahí empezamos con una suerte de ciclo pendular de un año sí, un año no, donde crecíamos en los años pares y no en los impares. Era prácticamente empate. Después empezamos a tener dos años en que no crecíamos y uno sí; luego tres no y uno sí, hasta llegar al momento actual.
El economista Simon Johnson se enteró del reconocimiento en su casa de Washington. Fue uno de los tres galardonados en la edición 2024 del Premio Nobel de Economía.
EL MODELO
-¿El modelo de bienestar, con un Estado brindando servicios, es viable en estos tiempos?
-Bueno, no. Pero el problema es que en la Argentina parece que fracasó todo. Ojalá fuese el fracaso de una sola versión. Si me dicen que el Estado presente fracasó, estoy de acuerdo. Ahora, hay otros modelos más tendientes a la apertura y la desregulación que tampoco resultaron, y no estoy hablando del gobierno actual que está en curso y falta ver cuál será su balance. Y si vamos para atrás, el péndulo tiene que ver con apertura, protecciones, más Estado, menos Estado, pero a la postre todo termina saliendo mal. Entonces quizás uno diría que parte de la explicación está ahí, pero no toda la explicación. Terminé de leer un libro muy interesante, que en realidad es una novela histórica, que se llama Un tal González. Es la biografía de Felipe González desde que era un hombre de la izquierda dura anti franquista hasta que llegó al poder. Cuando plantea el tema de cómo llegar al poder y cómo mantenerse es como que encontró un lema que en ese momento le pareció muy oportuno para encarar el proceso de modernización española, que era que España funcione. Bueno, tendremos que encontrar el esquema para que la Argentina funcione.
-Eso implica hacer concesiones políticas, ceder y consensuar.
-En realidad lo que implica es realizar algún tipo de acuerdo en algunos aspectos más o menos centrales. ¿Por qué? Porque supongamos que el gobierno del presidente Milei tiene excelentes resultados en materia de inflación, que logre establecer un dígito o que la baje a 1% mensual. Igual, el hecho de la falta de consenso en materias básicas genera dudas entre los inversores locales y extranjeros, aunque no sólo de los inversores. ¿Se podrá mantener si hay una mitad de la Argentina esperando que la otra mitad fracase? El punto clave del libro de Acemoglu y Robinson (Por qué fracasan los países) plantea el tema institucional como uno de los elementos centrales para explicar el fracaso de las naciones. No creo que sea el único pero en el caso de la Argentina tiene que ver. ¿Entendido cómo? Lo voy a explicar de una manera gráfica: viene el kirchnerismo y le pone al edificio del correo Centro Cultural Néstor Kirchner. Es casi obligado que venga otro y le cambie el nombre porque esa suerte de refundación basada en una visión política determinada obliga al otro a cambiarlo. Uno puede decir que si el tema es un centro cultural, no parece ser tan grave. El asunto es que el fenómeno se extiende a todos los ámbitos de la vida política y económica. Entonces viene uno y dice: ‘No, acá lo que hay que hacer es regular y gravar mucho el capital’. Después viene otro y dice: ‘No, acá lo que hay que hacer es desregular y desgravar el capital’. Entonces privatizamos Aerolíneas, estatizamos Aerolíneas, la volvemos a privatizar. Me parece que esa es parte de la explicación del fracaso.
Daron Acemoglu posa ante los fotógrafos. Su investigación hace centro en el rol clave de las instituciones para el desarrollo de las naciones.
-¿En qué residiría el principio de acuerdo?
-En que haya cuatro o cinco temas en los cuales tengamos mucho compromiso y después, por supuesto, los gobiernos de centroderecha inclinan la balanza un poquito hacia un lado y los de centroizquierda inclinan para el otro. Pero, por ejemplo, nadie incumpliría el orden de las cuentas públicas, determinados niveles de eficiencia en la administración de lo público, determinados esquemas de posicionamiento internacional. Para traducirlo de una manera concreta: hasta que podamos ponernos de acuerdo en que por muchos años necesitamos equilibrio presupuestario. Después, por supuesto, algunos dirán que eso se puede lograr con una estructura impositiva más progresiva y otros dirán que se logra con más ajuste. Ese será el debate pero los dos tendrán el propósito de equilibrar las cuentas. Otros podrán decir que necesitamos un nivel de regulación que sea razonable. Ni una cosa absurda que plantee las regulaciones absolutas ni el completo laissez faire. Pero eso no nos suele pasar.
CAMBIO DE LOGICA
-En tantos años de análisis político, ¿este es un momento de cambio en la lógica de cómo gestionar el Estado? ¿Vio lo mismo con el menemismo?
-Todos lo que tenemos ciertos años, y no tiene que ver con la profesión de politólogo, analista o periodista, sino con vivir, hemos escuchado muchas veces el ‘Esta vez va en serio’; ‘esta vez le venimos a poner una bisagra a la historia argentina’. ¿Cuántas veces escuchamos eso? Es el fenómeno de Juan de Garay, todos llegan a fundar la Argentina. Acá nadie funda nada.
-Hay, sin embargo, un celo muy particular en la gestión libertaria por respetar el equilibrio fiscal, algo que otros gobiernos no tuvieron como prioridad.
-No, por supuesto. Si hay algo que caracteriza a este año en particular de la Argentina es el hecho de que una parte muy importante de la sociedad, quizás como pocas veces en la historia, está privilegiando el hecho de ordenar las cuentas. El presidente lo ha concentrado diciendo ‘No hay plata’. Salvo el tema jubilados, que sí tocó la epidermis pública, se han cerrado un montón de dependencias como el Inadi o el Ministerio de la Mujer, Telam, y nadie ha hecho gran cosa porque hay como una idea de percibir que estos sectores estaban sobredimensionados, que no cumplían un rol efectivo. En ese sentido hay una cultura de decir que no se puede estar permanentemente estirando el gasto, abusando por momentos del endeudamiento externo y por momentos de la emisión monetaria. Hay que poner un freno. Y eso es algo que validó Milei en campaña y lo valida en estos primeros 10 meses de gestión. Después hay muchas otras cosas que habrá que ver. Algunos dicen que hay que contemplar otras posibilidades, que no todo el sector público es lo mismo, que el Estado es un significante muy grande como para darle todos los significados posibles. Esta experiencia recién comienza y tiene este nivel de porcentaje, pero sí creo que hay algo que no ha cambiado, que es el hecho de que la Argentina está dividida por una nueva grieta.
James Robinson celebró en familia. Es coautor del libro ‘Por qué fracasan los países’.
-¿Qué muestran las encuestas?
-Una división absolutamente binaria. Hay una mitad que dice que esto le gusta mucho o que al menos piensa que es por acá, y hay otra mitad que prefiere ir definitivamente por otro lado.
“La oposición está desarticulada”
-¿Cómo ve a la oposición frente al efecto Milei?
-Confusa, desarticulada. A la oposición en general y al peronismo en particular lo veo todavía en estado de shock. Diría que está sin terminar de comprender no sólo el fenómeno Milei sino sin terminar de comprender la Argentina de los últimos años. Cristina atisba y tira algunos títulos: El mercado global cambió; la Argentina es bimonetaria; el Estado tiene algunos problemas de regulación. Pero son sólo los títulos. ¿Qué hay debajo de eso?
-¿Vislumbra alguna renovación?
-En este momento mi respuesta sería no. Si uno ve lo que Cristina está queriendo hacer con el PJ, diría que son los desconocidos de siempre. Ahora, las renovaciones cuando se dan no piden permiso, irrumpen. La vida se resiste a la muerte y la política se resiste a la refundación. Cada uno quiere perseverar en lo que es pero en algún momento las cosas suceden. En algún momento las renovaciones se terminan dando, pero no porque alguien voluntariamente diga ‘ahora te toca a vos, lo considero justo’.No funciona así.