Con perdón de la palabra

El Club Evaristo XIII: el caso de José María Pinedo

La sesión en que Alvarado trató el caso de José María Pinedo, tuvo una peculiariedad: no sólo se brindó al finalizar la misma, por la memoria del comisario Meneses, sino también antes de que empezara. A cuyo efecto la casa suministró sin cargo algunas botellas de sidra. ¿Por qué sidra? Pues porque Avelino es asturiano y tiene debilidad por ella. ¿Y el motivo del brindis?: que algunos miembros del club hicieron llegar a sus oídos la buena noticia de que Bob O’Connor se había arreglado finalmente con su mujer, poniendo así fin a una separación de varios años. Que a veces amagó solucionarse sin que ello terminara de concretarse. O’Connor pegó un par de bufidos cuando se enteró de que el asunto había trascendido pero, en el fondo, se sintió halagado por la solidaridad de sus amigos, manifestada en el gesto de Avelino.

Concluido el brindis, Alvarado inició su exposición:

–Oportunamente –dijo–, Matías desarrolló aquí un tema vinculado con las Islas Malvinas, al explicar el enigma que rodea el ataque de aviones argentinos al Invincible, ya sobre el final de la guerra del 82. Hoy voy a ocuparme nuevamente del archipiélago, explicando las circunstancias de su ocupación por Inglaterra...

–De su usurpación, dirás –interrumpió Gallardo.

–Está bien, me corrijo. Explicaré las circunstancias de su usurpación, que son curiosas y poco conocidas. Y terminaré informando sobre la extraña situación en que se vio envuelto el teniente coronel de marina José María Pinedo, cuya conducta tendrán que juzgar ustedes.

–Así me gusta más.

–Bueno... El 6 de noviembre de 1820, un marino norteamericano, comisionado al efecto por el gobernador de Buenos Aires, Martín Rodríguez, enarboló la bandera argentina en Puerto Soledad. Se trataba de David Jewett, un norteamericano que comandaba la fragata Heroína y contaba con una patente de corso argentina. ”Y fue también durante la gestión de Martín Rodríguez cuando Luis Vernet se asoció con un señor Pacheco, para gestionar el cobro de cierta deuda que el gobierno mantenía con éste. Hijo de hugonotes franceses refugiados en Alemania, Vernet había nacido en Hamburgo y se llamaba Elías. Pero, más adelante, cambiaría su nombre de pila y sería recordado como Luis”.

LAS VACAS

”En compensación del crédito, Pacheco y Vernet aceptaron finalmente quedarse con las vacas que pastaban sin dueño en las Malvinas, después de retirarse de allí los españoles”.

”Vernet visitó las islas en 1826, desinteresó a Pacheco y a otro socio que se había agregado a la operación, negoció un nuevo contrato con las autoridades de Buenos Aires y, ya como titular de una concesión que lo autorizaba a organizar una colonia, fue puesto a cargo de la Comandancia Política y Militar creada el 10 de junio de 1829, con jurisdicción sobre el archipiélago, Tierra del Fuego, la Isla de los Estados, las Georgias y las Sandwich del Sur”.

”El 15 de junio del mismo año, Vernet se instaló en Puerto Soledad con su familia, compuesta por su mujer, María Sáez de Vernet, y sus hijos Luis Emilio, Luisa y Sofía. Más tarde nacería allí la menor de ellos, a la cual bautizaría Malvina. También acompañaron a Vernet su hermano Emilio y su cuñado Loreto”. ”Las ruinas de la casa en que vivían se conservan aún. Era sólida y confortable, construida en piedra y con techo a dos aguas. Como prueba de refinamiento contaba con un piano, en que María Sáez ejecutaría valses, mazurcas y minués”.

”A mediados de 1831, tres goletas norteamericanas, la Harriett, la Breakwater y la Superior, anduvieron por las Malvinas y la Isla de los Estados cazando lobos marinos sin autorización. Detenidas en Puerto Soledad se desató un incidente y, en procura de una solución, al comenzar noviembre el comandante de la Superior se dirigió a Buenos Aires, incluyendo entre sus pasajeros a Vernet y familia”.

”Aún estaba el asunto en trámite cuando, el 28 de diciembre, apareció en las islas una nave con bandera francesa, pidiendo autorización para atracar. Se trasladó a ella el segundo de Vernet, M. Brisbane, que había quedado a cargo de la colonia y que fue aprisionado, quedando retenido a bordo. Se puso así en descubierto que el barco francés no era tal sino un buque de guerra norteamericano, el Lexington, al mando del capitán Silas Duncan. Quien, luego de esa aproximación traicionera, se proponía practicar una represalia por la detención de las goletas”.

”Un grupo de hombres armados bajó a tierra y se dedicó a devastar la población, entrando en las casas, destruyendo cuanto había en ellas y apoderándose de algunos de sus habitantes. Los demás, despavoridos, huyeron a campo traviesa”.

–¿Puerto Soledad estaba donde hoy está Puerto Argentino? –preguntó Pérez.

No, la capital de las Malvinas fue trasladada más tarde a su ubicación actual –respondió Alvarado, retomando enseguida el hilo de su exposición.

ATROPELLO

”El gobierno argentino protestó sin éxito por ese atropello y los Estados Unidos alegaron evasivamente que las Malvinas eran inglesas. Años más tarde, siendo embajador argentino ante la Unión, Sarmiento insistió, exigiendo reparaciones, sin que le llevaran el apunte”.

”Demorado Vernet en Buenos Aires y arrasado Puerto Soledad por los hombres de Silas Duncan, Rosas resolvió nombrar un gobernador interino del archipiélago. Y designó para ocupar el cargo al capitán de artillería José Francisco Mestivier, nacido en Blois y casado con la bella porteña Gertrudis Sánchez, de la cual tenía un hijo de corta edad”.

“El encargado de transportar a las islas al nuevo gobernador fue el teniente coronel de marina José María Pinedo, comandante de la goleta Sarandí. Entre cuyos pasajeros también se contarían algunos soldados, a las órdenes del ayudante José Antonio Gomila, que conformarían la guarnición de las Malvinas”.

”Y les voy a leer algunas de las instrucciones impartidas por don Juan Manuel a Mestivier, que decían: ‘Tomarás las medidas conducentes y pondrá todo esmero en que los habitantes se dediquen a la siembra de maíz, papas, porotos y otros vegetales que se dan en aquel clima... En el caso impensado de ser atacado el punto que manda, hará la resistencia que se espera de su honor y conocimien tos para dejar bien puesto el honor de la República... Se encarga con especial recomendación al comandante todo el esfuerzo posible para que se mantenga la moral y decentes costumbres, tanto en la tropa como entre los demás pobladores, cuidando de promover la Religión Católica del estado por medio de prácticas piadosas, como hacer rezar el Rosario de la Santísima Virgen en todas las noches, y en los domingos y días de fiesta destinar dos horas a la enseñanza de la doctrina cristiana por el catecismo del Padre Astete, que se usa en las escuelas de esta Provincia, instruyendo de ese modo al pueblo en los dogmas y preceptos de nuestra Religión’”.

“En las dadas a Pinedo se expresaba: ‘En caso de ser atacada la isla facilitará al comandante los auxilios que necesite... Correrá la costa de NE-SE desde la Isla Soledad hasta la Isla Nueva, es decir ciento cincuenta millas observando en toda ella los buques extranjeros que se hallaren a la pesca a los que hará las intimaciones que le prevenga el comandante de la isla... en el caso de ser atropellado violentamente y que se le hiciere fuego llenará en toda su extensión el Código Naval que previene que todo comandante de bajel de guerra suelto deberá defenderse de cualquier superioridad de que fuere atacado con el mayor valor, nunca se rendirá a fuerzas superiores sin cubrirse de gloria en su gallarda resistencia’”.

EN PUERTO SOLEDAD

”El 6 de octubre de 1832 llegó Pinedo a Puerto Soledad, donde desembarcó al gobernador interino y su familia, al ayudante Gomila, a la tropa y a algunos dependientes de Vernet que venían a bordo”.

“Prestó auxilio a la goleta inglesa Rapid, que se hallaba averiada en la rada, puso en posesión del cargo a Mestivier y zarpó para cumplir la misión de patrullaje que se le había encomendado”.

”Se excedió en el cumplimiento de la misma pues, una vez recorrida la costa del archipiélago, llegó hasta el Estrecho de Magallanes, donde asistió a un bergantín estadounidense y abordó una goleta del mismo país, prohibiéndole seguir cazando lobos marinos. De regreso, el 29 de diciembre la Sarandí fondeaba frente a Puerto Soledad”.

”A poco de anclar llegó hasta ella un bote que conducía a Gomila, armado con pistola y sable, y a otros dos individuos. Quienes comunicaron a Pinedo noticias tremendas”.

”¿Qué había ocurrido durante su ausencia? Nada más ni nada menos que un motín, protagonizado por varios integrantes de la tropa, durante el cual había sido muerto el capitán Mestivier y maltratada su mujer, siendo autor del asesinato un soldado negro llamado Manuel Sáenz Valiente, seguramente descendiente de esclavos de esa familia”.

”Aunque el capitán Guerin, comandante de la goleta francesa Jean Jacques, arribada poco después de los sucesos, había intervenido en favor de la vida de su connacional, desarmando y engrillando a los amotinados con ayuda del resto de la guarnición, un ambiente tenso seguía reinando en el lugar. Los amotinados presos se hallaban recluidos en la Rapid, que aún no había levado anclas”.

”Pinedo bajó a tierra y, según declararía más tarde, encontró ‘todo en desorden y abandono y la tropa igualmente, habiendo entre ellos algunos cómplices del motín’. De modo que, para establecer la realidad y alcance de los hechos acaecidos, dispuso se labrara un sumario, encomendando la tarea a Gomila y nombrando para secundarlo al subteniente Luciano Listas”.

”Lo que ignoraba el marino es que la revuelta había sido promovida por... el mismo Gomila. Ante el cual se negaron a declarar, por ese motivo, los primeros testigos citados”.

”Parece que el ayudante, partícipe destacado de la rebelión, se había quedado con el reloj y con la mujer del muerto, instalándose en la habitación de éste, donde la tenía encerrada.

”Enterado Pinedo de tal versión, arrestó en su buque a Gomila, recogió el armamento de la guarnición y dispuso despachar en la Rapid los presos en ella detenidos, con destino a Buenos Aires. Hecho todo lo cual pareció restablecerse el orden en Puerto Soledad. Era el último día del año 1832”.

TIERRA DE FRONTERAS

–Realmente, una historia áspera, propia de tierras de frontera –comentó Zapiola. –Sí. Y vas a ver lo que falta.

”Poco había de durar la tranquilidad en la zona –continuó Alvarado–. Pues, el 2 de enero, inopinadamente apareció en la isla un buque británico. Se trataba de la corbeta Clío (barca de guerra se la llama a veces), comandada por el capitán John James Onslow, quien comunicó a Pinedo que ‘venía a tomar posesión de las Islas Malvinas, pues antes de 24 horas tenía órdenes de poner el Pabellón Inglés’”.

“Cabe imaginar la sorpresa de Pinedo que, con buena lógica y alguna ingenuidad, preguntó a su colega si se había declarado la guerra entre Gran Bretaña y la Argentina, recibiendo por respuesta que no era así, ‘y que muy al contrario la amistad y comercio seguían lo mismo’. Agregando la respuesta que, no obstante ello, a las 9 de la mañana del 3 de enero, Onslow se posesionaría de las islas ‘pues eran de Su Majestad Británica’”.
“Ante esta situación convocó Pinedo a reunión de oficiales y, con intención de resistir, ordenó cargar los cañones a bala y metralla. Pero la resistencia no se concretó, pues medió una malhadada circunstancia.

TODOS INGLESES

¿Cuál fue esa circunstancia? Sencillamente que casi todos los oficiales y la mayoría de los marineros de la Sarandí... eran ingleses. Cosa bastante frecuente en las repúblicas sudamericanas recientemente emancipadas, ya que en ellas no era difícil conseguir jinetes para sus escuadrones o infantes para sus regimientos pero, en cambio, costaba mucho alistar gente de mar para tripular sus barcos, viéndose obligadas a contratar extranjeros”.

”Ningún reparo oponía Inglaterra para que sus súbditos se enrolaran en escuadras de otras naciones. Pero lo que no admitía era que combatieran contra naves de la corona. Y, si llegaban a hacerlo, eran capturados, se los ahorcaba sin más trámite. Lo cual explica la reticencia de los tripulantes de Pinedo para batirse contra la Clío, pese a las estrictas órdenes con que contaba el comandante”.

”Esto es lo que declararía John Clark, cirujano de la Sarandí: ‘Habiendo llamado la gente a los cañones ninguno de los marineros extranjeros acudió, oyéndose la voz de que si peleaban con los ingleses y eran vencidos los colgarían a todos.

“Tan difícil era la situación que Pinedo no atinó a resolverla. Protestó verbalmente contra Oslow, recibió el pabellón nacional que éste mandara arriar, embarcó la tropa y designó a Juan Simón, capataz de Vernet, como Comandante Político y Militar de las Malvinas. Luego zarpó rumbo a Buenos Aires para informar sobre los acontecimientos y posibilitar el envío de fuerzas suficientes para recuperar el archipiélago.

”En cuanto a Onslow, cumplida su misión también se alejó de las islas un par de semanas después, dejando en ellas a otro dependiente de Vernet, Guillermo Dickson, encargado del almacén de la colonia, quien debía izar el pabellón británico los días domingo y en ocasión de entrar a puerto alguna nave”.

”Si bien no hace estrictamente a esta historia, parece oportuno informar sobre la suerte corrida por quienes estuvieron involucrados en los turbulentos sucesos que acabo de relatar”.

”Sometidos a juicio en Buenos Aires, seis de los protagonistas del motín fueron fusilados en la Plaza de Mayo. Antes de ejecutarlo, a Sáenz Valiente le cortaron la mano derecha. Gomila resultó condenado por cobardía, o sea que no se le habría probado su participación directa en la rebelión. En cuanto a Pinedo, la sentencia dictada a su respecto por el Consejo de Guerra que lo juzgó fue modificada por el gobernador Balcarce y resultó una decisión curiosa, que sin duda tuvo en cuenta los buenos antecedentes del comandante de la Sarandí y las difíciles circunstancias en que le tocó actuar”.

”Se le aplicó, concretamente, una suspensión de cuatro meses en su empleo, disponiéndose asimismo que fuera separado de la Armada... para prestar servicios en el Ejército. La base de tan singular sanción sería que un teniente coronel de marina, al mando de un buque, no estaría en condiciones de consultar a un superior para actuar en circunstancias complejas, como las vividas por Pinedo, que tenía ese grado; cosa que, en cambio, habitualmente podría hacer un oficial del Ejército en tierra”.

De todos modos, la mencionada sanción no tuvo vigencia indefinida. Pues, enfrentada la Confederación con Inglaterra y Francia, en 1845, el almirante Brown se vio escaso de oficiales para su escuadra. Motivo por el cual convocó a Pinedo que, así, terminó su carrera siendo marino”.

EL JUICIO

”Me parece que no he omitido ningún aspecto importante de este caso. De manera que ahora corresponde resolver respecto a la conducta de Pinedo, condenándolo o absolviéndolo con relación a ella”.

–Si a quienes lo juzgaron entonces les resultó difícil resolver el asunto, más difícil nos resultará a nosotros, casi dos siglos después de ocurridos los hechos –reflexionó Ferro.

–Es cierto. Pero estamos en posesión de los elementos de juicio necesarios para hacerlo –respondió Gallardo–. Y diría que las alternativas que se nos presentan son tres: confirmar la extraña decisión tomada por el gobernador Balcarce; condenar a Pinedo por no haber cumplido las estrictas órdenes que había recibido; o absolverlo totalmente en atención a la imposibilidad de hacerlo. Yo voto por condenarlo.

–Estás loco –terció O’Connor–, las órdenes se deben acatar mientras sea posible hacerlo. Y Pinedo se vio absolutamente impedido para cumplirlas. Fijate que ordenó cargar los cañones a fin de batirse y no fue obedecido. Careciendo de la fuerza necesaria para hacerse obedecer. Voto por absolverlo.

–En cuanto a mí –declaró Ferro–, creo que la original sentencia de Balcarce resultó adecuada para un caso original. La suscribo.

En definitiva, Pinedo resultó absuelto por cinco votos, contra tres que optaron por plegarse a la sentencia dictada oportunamente y dos que lo hicieron a favor de una condena más severa.

Concluida la votación, dijo Alvarado:

–Inmediatamente después de los sucesos que acabo de contar, en las Malvinas se produjeron otros, cuyo principal protagonista fue el llamado Gaucho Rivero. Como todavía se discute si Rivero fue un patriota o un bandido, propongo que en nuestra próxima sesión se trate su caso, como hicimos respecto a la desaparición del pintor Nicanor Blanes, de la que nos ocupamos después de debatir la misteriosa muerte de Lavalle, tomando en cuenta que el cuadro más conocido de Blanes es el que representa el traslado de los restos del general por la Quebrada de Humahuaca. La moción fue aprobada y Medrano se ofreció como expositor.

Esa noche se volvió a brindar con coñac español.