Opinión
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Drogas: “dos más dos es igual a cinco”
“…Hay que aprender a decir dos más dos es cinco; habrá sustituciones de la realidad por ideologías” (George Orwell)
Un padre argentino que vive en Canadá me consulta por su hijo que tiene una adicción muy severa a los opiáceos, al “crack” y a la marihuana en ese país. Uno de sus hijos ya murió por sobredosis. A este lo tuvo que traer a Buenos Aires porque allá la venta de drogas es enorme y solo los tratamientos sirven como una mera desintoxicación. Además, las drogas alteraron su sistema metabólico y es diabético con solo 29 años de edad.
Aumentan los padecimientos por abuso y dependencia al alcohol y a las drogas en general. La gravedad de los casos es cada vez mayor con terapias intensivas como pasaje intermedio luego de instancias criticas o con intervenciones judiciales para prevenir suicidios.
Atendemos una joven de Nueva York que su familia humilde y trabajadora la trajo a Buenos Aires porque allá venden marihuana al 85 por ciento de THC (sustancia alucinógena). Allá se iba a morir. Vino en un estado de psicosis declarada. Hoy la mejoría es evidente y nos escribe: “Cuando llegué a Gradiva era otra persona… hoy todo es distinto”. La carta es emocionante en la descripción de todos los estados anímicos que vivió.
La venta libre de drogas está haciendo estragos en Canadá y ciertas zonas de los Estados Unidos, California por ejemplo y Colorado. Todo se ha complicado desde la pandemia y la pospandemia, así como el aumento de puntos de oferta incluso más sofisticados: venta de recetas de opiáceos y tranquilizantes online por órdenes desde un celular, entrega puerta a puerta por veloces “carrier” de drogas, unión entre ofertantes de sexo y lucrando con mujeres explotadas a la cual unen la venta de drogas.
Sociedad por momentos estallada por lo que me comentan algunos pacientes que se han salvado de sus compulsiones autodestructivas después de días en coma o en las comisarías. Todo esto sucede en un marco cultural de evidente anomia (anemia de normas) dentro de una sociedad desvinculada, con evidentes signos de malestar y abandono en la primera matriz social que es la familia.
MALESTAR CULTURAL
Es un malestar cultural evidente que arrastra a todo Occidente. Crisis sucesivas siguen una detrás de otras; la del 2008-2015, la crisis climática, las crisis energéticas, la inflación que ataca a varios países incluso en los Estados Unidos y ahora la guerra de Ucrania de consecuencias imprevisibles. África preñada de gente joven que ya duplica a la población europea y que en 2050 será el 40 por ciento de la población mundial.
No es patrimonio exclusivo de nuestro país, toda América y Occidente se halla dentro de esta crisis. Mientras Oriente se ocupa de tener la energía (gas y petróleo) sobornando incluso las economías de países vecinos europeos e incluso en China se premia a las familias que tienen tres hijos, en Occidente nuestra mayor preocupación pasa por el lenguaje inclusivo, la liberación de las drogas, la baja de natalidad (Europa cambiará en pocos años ya que no logra superar la tasa de nacimientos y los musulmanes serán mayoría). En 2021, por primera vez, se ha perdido población en la Unión Europea.
Debemos escuchar a Splenger que en su libro ‘Decadencia de Occidente’ anunció la caída final de la cultura occidental ya en 1918. El Cardenal Ratzinger (luego Papa) historió esa prolongada decadencia de Occidente y señaló: “los europeos se odian a sí mismos, tienen su alma marchita”. Es célebre el panel con el filósofo J. Habermas en la televisión alemana en donde el futuro Papa se enfrentó al creador de la Escuela de Frankfurt por estos temas.
El DISCURSO DE LA CANCELACION
La prevención, mientras tanto, como discurso social está cancelada, en el sentido que hoy opera la palabra cancelación, o sea no pertenece al discurso de lo “políticamente correcto”.
Pensar distinto es una deslealtad; el discurso de la cancelación obliga a la lealtad. Y para ello, como nos enseñó G. Orwell, existe un sistema de “vigilancia virtuosa” y las disidencias apelan al discurso de la cancelación.
Los hechos y los aumentos de prevalencia y daños no existen o parecen no existir y habrá que aprender a decir como decía Orwell en ‘1984’ que “dos más dos es igual a cinco”. Banalizar los daños es la consigna de lo “políticamente” correcto en el campo de las adicciones. La ideología suplanta a la realidad. Se instaura un mundo paralelo a la realidad. La evidencia científica en el campo de las adicciones parece no existir. Los daños cerebrales y de todos los sistemas del organismo parecen no ser tenidos en cuenta, la demenciación progresiva de los consumidores no quiere verse, las pérdidas económicas y vinculares tampoco.
Mientras tanto la “América no soñada” produce cada vez más drogas con ejércitos propios y dominando fronteras en “Estados fallidos” y Afganistán, luego de la invasión fallida americana, quedó con un mar de opiáceos para vender ofertando “muerte” a todo el mundo. Todo está dado para que un conjunto de “zombies” busquen las sustancias que lo ayuden a vivir para morirse cada vez más rápido. Todo esto no es visto (la ceguera de los que ven es un mal actual) y mientras tanto aumentan las tasas de suicidios y de enfermedades mentales.
LA DETECCION PRECOZ
Los hechos se suceden en la consulta cotidiana. Mi lema es que cuando se llega a instancias críticas es porque falló la prevención. La nota de hoy está dirigida a privilegiar y resaltar la ausencia de la prevención en el discurso social, educativo, escolar y familiar; especialmente lo que llamamos detección precoz. Se detendrían muertes, encarcelamientos, discapacidades, enfermedades familiares.
Esa detección precoz que se realiza en todas las enfermedades desde el cáncer de mama hasta las enfermedades urológicas, pero no en adicciones. En todo es la detección precoz una garantía de vida futura. Llegar ante es la consigna en adicciones.
En distintas universidades de los Estados Unidos se realizan un estudio anual en donde se mide la cantidad de puntos de oferta de sustancias en un distrito determinado y al mismo tiempo los programas de prevención que existen en cada comunidad tomando a la escuela, las fuerzas de seguridad y las familias. Los resultados marcan siempre una tendencia: a mayor prevención con los mismos puntos de oferta baja el número de consumidores. Luego en las comunidades donde existe menor prevención social aumenta el número de consumidores con los mismos puntos de oferta. Esto sucede en nuestro país desde hace varios años para lo cual se necesita la formación de una red de asistencia precoz en todos los municipios y una red escolar de prevención y de escuelas para padres.
CEREBRO INMADURO
Esto ha demostrado ser altamente eficaz para bajar la incidencia del consumo, especialmente en edades infantiles y puberales-adolescentes que es donde el daño se hace mayor por la cantidad de factores concurrentes de vulnerabilidad: cerebro inmaduro para resistir los efectos del consumo y su posterior tendencia a la compulsión y a la repetición de conductas autodestructivas, así como las tendencias antisociales que aumentan cuando se consume.
Pero no debemos olvidar que en los últimos años hemos perdido parte de la escuela, en muchos barrios, en la pandemia, la conectividad casi no existía y la calle fue la escuela de lo antisocial y esto, en los barrios vulnerables, es muy alto. El cartoneo con sus padres fue común o en el mejor de los casos la canchita de futbol. Reconstruir la escuela es una tarea “sarmientina” hoy alejada de todo el virus de ignorancia, fanatismo y adoctrinamiento.
Dos de cada cinco adolescentes abandonaron el colegio en barrios vulnerables de La Plata y el 26 por ciento de los niños perdió contacto con sus docentes. En el sector privado solo el 7 por ciento perdió contacto con la escuela. ¿Lograremos reconectar a esos chicos a la escuela luego de experiencias habitualmente de-socializadoras de la calle? En los barrios vulnerables la venta de drogas es un oficio más lamentablemente.
Aumentan los padecimientos por abuso y dependencia al alcohol y a las drogas en general. La gravedad de los casos es cada vez mayor con terapias intensivas como pasaje intermedio luego de instancias criticas o con intervenciones judiciales para prevenir suicidios.
Atendemos una joven de Nueva York que su familia humilde y trabajadora la trajo a Buenos Aires porque allá venden marihuana al 85 por ciento de THC (sustancia alucinógena). Allá se iba a morir. Vino en un estado de psicosis declarada. Hoy la mejoría es evidente y nos escribe: “Cuando llegué a Gradiva era otra persona… hoy todo es distinto”. La carta es emocionante en la descripción de todos los estados anímicos que vivió.
La venta libre de drogas está haciendo estragos en Canadá y ciertas zonas de los Estados Unidos, California por ejemplo y Colorado. Todo se ha complicado desde la pandemia y la pospandemia, así como el aumento de puntos de oferta incluso más sofisticados: venta de recetas de opiáceos y tranquilizantes online por órdenes desde un celular, entrega puerta a puerta por veloces “carrier” de drogas, unión entre ofertantes de sexo y lucrando con mujeres explotadas a la cual unen la venta de drogas.
Sociedad por momentos estallada por lo que me comentan algunos pacientes que se han salvado de sus compulsiones autodestructivas después de días en coma o en las comisarías. Todo esto sucede en un marco cultural de evidente anomia (anemia de normas) dentro de una sociedad desvinculada, con evidentes signos de malestar y abandono en la primera matriz social que es la familia.
MALESTAR CULTURAL
Es un malestar cultural evidente que arrastra a todo Occidente. Crisis sucesivas siguen una detrás de otras; la del 2008-2015, la crisis climática, las crisis energéticas, la inflación que ataca a varios países incluso en los Estados Unidos y ahora la guerra de Ucrania de consecuencias imprevisibles. África preñada de gente joven que ya duplica a la población europea y que en 2050 será el 40 por ciento de la población mundial.
No es patrimonio exclusivo de nuestro país, toda América y Occidente se halla dentro de esta crisis. Mientras Oriente se ocupa de tener la energía (gas y petróleo) sobornando incluso las economías de países vecinos europeos e incluso en China se premia a las familias que tienen tres hijos, en Occidente nuestra mayor preocupación pasa por el lenguaje inclusivo, la liberación de las drogas, la baja de natalidad (Europa cambiará en pocos años ya que no logra superar la tasa de nacimientos y los musulmanes serán mayoría). En 2021, por primera vez, se ha perdido población en la Unión Europea.
Debemos escuchar a Splenger que en su libro ‘Decadencia de Occidente’ anunció la caída final de la cultura occidental ya en 1918. El Cardenal Ratzinger (luego Papa) historió esa prolongada decadencia de Occidente y señaló: “los europeos se odian a sí mismos, tienen su alma marchita”. Es célebre el panel con el filósofo J. Habermas en la televisión alemana en donde el futuro Papa se enfrentó al creador de la Escuela de Frankfurt por estos temas.
El DISCURSO DE LA CANCELACION
La prevención, mientras tanto, como discurso social está cancelada, en el sentido que hoy opera la palabra cancelación, o sea no pertenece al discurso de lo “políticamente correcto”.
Pensar distinto es una deslealtad; el discurso de la cancelación obliga a la lealtad. Y para ello, como nos enseñó G. Orwell, existe un sistema de “vigilancia virtuosa” y las disidencias apelan al discurso de la cancelación.
Los hechos y los aumentos de prevalencia y daños no existen o parecen no existir y habrá que aprender a decir como decía Orwell en ‘1984’ que “dos más dos es igual a cinco”. Banalizar los daños es la consigna de lo “políticamente” correcto en el campo de las adicciones. La ideología suplanta a la realidad. Se instaura un mundo paralelo a la realidad. La evidencia científica en el campo de las adicciones parece no existir. Los daños cerebrales y de todos los sistemas del organismo parecen no ser tenidos en cuenta, la demenciación progresiva de los consumidores no quiere verse, las pérdidas económicas y vinculares tampoco.
Mientras tanto la “América no soñada” produce cada vez más drogas con ejércitos propios y dominando fronteras en “Estados fallidos” y Afganistán, luego de la invasión fallida americana, quedó con un mar de opiáceos para vender ofertando “muerte” a todo el mundo. Todo está dado para que un conjunto de “zombies” busquen las sustancias que lo ayuden a vivir para morirse cada vez más rápido. Todo esto no es visto (la ceguera de los que ven es un mal actual) y mientras tanto aumentan las tasas de suicidios y de enfermedades mentales.
LA DETECCION PRECOZ
Los hechos se suceden en la consulta cotidiana. Mi lema es que cuando se llega a instancias críticas es porque falló la prevención. La nota de hoy está dirigida a privilegiar y resaltar la ausencia de la prevención en el discurso social, educativo, escolar y familiar; especialmente lo que llamamos detección precoz. Se detendrían muertes, encarcelamientos, discapacidades, enfermedades familiares.
Esa detección precoz que se realiza en todas las enfermedades desde el cáncer de mama hasta las enfermedades urológicas, pero no en adicciones. En todo es la detección precoz una garantía de vida futura. Llegar ante es la consigna en adicciones.
En distintas universidades de los Estados Unidos se realizan un estudio anual en donde se mide la cantidad de puntos de oferta de sustancias en un distrito determinado y al mismo tiempo los programas de prevención que existen en cada comunidad tomando a la escuela, las fuerzas de seguridad y las familias. Los resultados marcan siempre una tendencia: a mayor prevención con los mismos puntos de oferta baja el número de consumidores. Luego en las comunidades donde existe menor prevención social aumenta el número de consumidores con los mismos puntos de oferta. Esto sucede en nuestro país desde hace varios años para lo cual se necesita la formación de una red de asistencia precoz en todos los municipios y una red escolar de prevención y de escuelas para padres.
CEREBRO INMADURO
Esto ha demostrado ser altamente eficaz para bajar la incidencia del consumo, especialmente en edades infantiles y puberales-adolescentes que es donde el daño se hace mayor por la cantidad de factores concurrentes de vulnerabilidad: cerebro inmaduro para resistir los efectos del consumo y su posterior tendencia a la compulsión y a la repetición de conductas autodestructivas, así como las tendencias antisociales que aumentan cuando se consume.
Pero no debemos olvidar que en los últimos años hemos perdido parte de la escuela, en muchos barrios, en la pandemia, la conectividad casi no existía y la calle fue la escuela de lo antisocial y esto, en los barrios vulnerables, es muy alto. El cartoneo con sus padres fue común o en el mejor de los casos la canchita de futbol. Reconstruir la escuela es una tarea “sarmientina” hoy alejada de todo el virus de ignorancia, fanatismo y adoctrinamiento.
Dos de cada cinco adolescentes abandonaron el colegio en barrios vulnerables de La Plata y el 26 por ciento de los niños perdió contacto con sus docentes. En el sector privado solo el 7 por ciento perdió contacto con la escuela. ¿Lograremos reconectar a esos chicos a la escuela luego de experiencias habitualmente de-socializadoras de la calle? En los barrios vulnerables la venta de drogas es un oficio más lamentablemente.