Drama familiar a través del tiempo

 

La promesa

por Damon Galgut

Libros del Asteroide. 324 páginas

Con La promesa el escritor sudafricano Damon Galgut obtuvo el Premio Booker 2021, el más prestigioso de las letras inglesas, y la decisión no debería sorprender.

Se trata de una novela escrita con la ambición y el empuje que suelen distinguir esos galardones. Sus páginas exhiben la pericia de quien asimiló lo mejor de la técnica novelística anglosajona del último siglo, desde las tempranas experimentaciones de Joyce, Woolf y Faulkner a las variantes que siguen aportando autores ya consagrados como Ian McEwan, Julian Barnes o su compatriota J. M. Coetzee.

Si a ello se agrega un argumento centrado en la gradual disolución de una familia de afrikaners sudafricanos inmersos en el conflictivo tránsito del “apartheid” a la integración racial, entonces se ponen en juego varios de los elementos que conforman el actual canon literario internacional.

La historia se extiende de 1986 a 2017. Comienza y termina en un funeral (las muertes y los funerales resultan muy importantes a lo largo del libro). Los protagonistas son los Swart. Manie y Rachel, los esposos, y sus hijos: Anton, Astrid y Amor. Viven en una finca en las afueras de Pretoria, el escenario en torno al cual gira toda la trama.

El punto de partida es la muerte de Rachel, víctima fulminante del cáncer. En los meses finales de la enfermedad la mujer tomó dos decisiones. Se reconcilió con el judaísmo de sus ancestros y le extrajo una promesa a su esposo: cederle a Salomé, la sirvienta negra de la familia, la propiedad de la pequeña casa en la que vive dentro del terreno de los Swart.

Esa es la promesa que da título a la novela y la que marcará el recorrido posterior del argumento, casi como una maldición. Porque su cumplimiento, siempre postergado y hasta negado, será la piedra de la discordia entre el padre y los hijos y luego entre los hermanos.

De los herederos le corresponderá a la más joven, Amor, insistir en que se honre el compromiso porque fue ella la única que, cuando tenía 13 años, alcanzó a escuchar el pedido formulado por su madre agonizante.

Así planteado, el dilema se desarrolla a lo largo de cuatro capítulos, separados cada uno por unos diez años de diferencia.

Con el paso del tiempo se van acentuando las discrepancias de una familia que marcha a la disgregación, en tanto la promesa del comienzo queda como olvidada, salvo por la terquedad de Amor, el único personaje relevante al que el autor quiso dotar de una cierta conciencia moral (también es solitaria, lesbiana y, hacia el final, vegana).

En el trasfondo el libro registra con pequeñas pinceladas la enorme transformación que significó para Sudáfrica el fin del régimen de segregación racial. Apunta sus efectos políticos, económicos y sociales, no siempre positivos, y también los cambios que provocó en las relaciones personales.

Todo esto lo cuenta una voz narrativa que, las pocas veces que deja oírse, se proyecta con un tono burlón, irreverente y cínico. Puede representar la mirada del autor, o la de un lector posmoderno que maneja las convenciones de la literatura, sus recursos y atajos.

En la mayor parte de la novela esta voz, que nos llega en la excelente traducción de la argentina Celia Filipetto, queda encubierta por las breves descripciones y la narración omnisciente. A veces se inmiscuye en los pensamientos de los personajes; otras, cede paso a sus diálogos, que se vuelcan sin guiones ni comillas, como parte de un mismo relato torrencial.

Esa narración que salta de un personaje a otro y recorre lugares y tiempos diferentes con sorprendente fluidez es el rasgo más saliente de la estructura de la novela, el sello que le confiere su forma y el que sostiene la intriga y obliga a aguzar los sentidos durante la lectura.

Galgut (Pretoria, 1963) se consagró con esta novela emotiva y exigente, cuyos puntos cuestionables, una vez reconocido el obvio virtuosismo de su construcción, están en el exceso de dramatismo y en lo abrumador de unas vidas demasiado oscuras y miserables, que no dan respiro en su decadencia.

El sudafricano ha escrito cuatro piezas teatrales y nueve novelas. Dos veces llegó a ser finalista del Booker antes de obtenerlo con La promesa. Ahora trabaja en un libro de relatos, después de los dos años “borrados” que dedicó a promocionar su mayor éxito.