En la última nota que publiqué en este diario, con motivo del reemplazo del monumento a Cristóbal Colón por el de Juana Azurduy, me referí a la inquina que alientan los partidarios del indigenismo por el descubridor de América. Y, como el mío fue un comentario marginal, me propongo ahora extenderme sobre el asunto porque tiene miga.
Y, sobre el particular, conviene recordar que, oportunamente, el actual partido que gobierna procedió a reemplazar el Día de la Raza por un feriado que denominó Día del Respeto a la Diversidad Cultural. Es sobre ello que quiero detenerme.
El Día de la Raza fue instituido por don Hipólito Yrigoyen mediante un decreto que, en alguno de sus párrafos, expresa: "El descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores derivan de este asombroso suceso, que a la par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu (...) Que se debió al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón, efemérides tan portentosa que no queda suscrita al prodigio del descubrimiento sino que se consolida con la conquista (...) Que la España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático el magnífico valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales, y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana".
Hasta aquí don Hipólito.
HABLA PERON
Pero también se ocupó del tema el general Perón. Quien, con motivo de un aniversario cervantino y siendo ya presidente de la Nación, expresó, entre otras cosas, en una conferencia dictada en la Academia Argentina de Letras: "Para nosotros la raza no es un concepto biológico. Para nosotros es algo puramente espiritual (...) Para nosotros los latinos, la raza es un estilo. Un estilo de vida que nos enseña a vivir practicando el bien y a morir con dignidad. Nuestro homenaje a la madre España constituye también un homenaje a la cultura occidental. Su obra civilizadora cumplida en tierras de América no tiene parangón en la Historia. Es única en el mundo. Constituye su más calificado blasón y es la mejor ejecutoria de la raza, porque toda la obra civilizadora es un rosario de heroísmo, de sacrificio y de ejemplares renunciamientos (...) Como no podía ocurrir de otra manera, su empresa fue desprestigiada por sus enemigos y su epopeya objeto de escarnio, pasto de intrigas y blanco de la calumnia, juzgándose con criterio de mercaderes lo que había sido una empresa de héroes.(...) Algunas corrientes ideológicas de signo progresista pretenden imponer una visión deformada de la Conquista de América, preconizando un indigenismo anacrónico, tergiversador y deformante de la historia. Los peronistas no podemos caer en el juego de aquellos que en nombre de los pueblos originarios aborrecen de nuestra identidad hispanoamericana". Hasta aquí el general Perón.
¿QUE HACER?
Hipólito Yrigoyen fue el numen tutelar del radicalismo argentino. Juan Perón, el creador del movimiento peronista. Radicalismo y peronismo, sumados, constituyen la gran mayoría del mapa político nacional. Cabe preguntarse entonces qué representación pudo invocar el kirchnerismo para derogar el Día de la Raza y suplantarlo por el del Respeto a la Diversidad Cultural. Por el respeto a una cultura que desconocía el lenguaje escrito, el uso de la rueda y el dinero, incluyendo en muchos casos sacrificios humanos ofrecidos a sus dioses implacables.
¿Cuál debe ser, entonces, la postura correcta a adoptar en este tema? ¿Aborrecer al indio y procurar la abolición de todo rastro aborigen? De ningún modo. La postura correcta, la Política de Estado que se ha de propiciar al respecto, es la misma que llevaron adelante aquí los gobiernos anteriores y posteriores a nuestra Independencia. Que consistió, sencillamente en procurar la elevación cultural del indio y su incorporación al resto de la población, evitando esa discriminación que, paradojalmente, supone el indigenismo. Fue en virtud de tal política que Ceferino Namuncurá, nieto del feroz emperador que rigió la Liga Araucana, llegó a ser declarado beato por la Iglesia Católica.