Buena Data en La Prensa

Dios, los duendes y el mundo

Argentina nació católica y la mayoría de la población ha sido bautizada como tal. Los constituyentes de 1853 lo reafirmaron plasmándolo en la parte dogmática de la Constitución Nacional: “El Gobierno federal sostiene el culto católico apostólico romano” (art. 2).

El constitucionalista Dr. Bidart Campos sostenía que el derecho constitucional argentino resuelve el problema de la relación entre el Estado y la Iglesia asumiendo una postura caracterizada por “la libertad de cultos sin igualdad de cultos, en cuanto hay un culto y una iglesia que tienen preeminencia sobre las demás confesiones y obtienen un reconocimiento preferente. Se trata del culto católico y de la Iglesia respectiva, que es una persona jurídica de derecho público no estatal”. 

Sobre tales bases, hoy, día en que la Iglesia Católica dedica a la celebración de la Asunción de la Virgen María, es también una celebración de nuestro pueblo, aunque no se consigne como feriado nacional. Recordemos que la Asunción de María es el momento en que la Madre de Dios fue llevada en cuerpo y alma al cielo. Tradición, en las primeras comunidades cristianas, que se hizo explícita al ser proclamada como dogma en 1950 por el papa Pío XII.

Esta celebración predispone y abre una puerta a que hablemos de nuestro mundo espiritual.

DE RELIGIÓN NO SE HABLA

Desde chicos, escuchamos decir que, por cuestiones protocolares, en una reunión social, en la que conocemos poco a nuestros interlocutores, no se debería hablar ni de política ni de religión, dos temas que pueden herir susceptibilidades y generar un clima de tensión. Con tal prevención, el vínculo personal con Dios queda convertido, casi, en un tabú social. 

Viktor Frankl, el célebre psiquiatra vienés solía decir que en la época de Freud lo reprimido tenía carácter sexual, en cambio en la actualidad el sentido de la vida, la relación con Dios u otros temas que hacen a la vida espiritual más profundos quedan arrinconados en lo inconsciente. 

RELIGIÓN Y ESPIRITUALIDAD 

Ya desde la antigüedad precristiana se reconocía en el ser humano un alma espiritual, que lo hace capaz de trascender el mundo material. La religión y la espiritualidad están muy emparentadas: la religión asume lo espiritual como plenamente real. La palabra “religión” alude a la re-ligazón, un ligarse a otro (que es Otro) y por lo tanto es una salida de uno mismo. A su vez, lo espiritual, como todo lo humano, requiere ser encaminado. 

Sin tener que entrar en grandes definiciones -aunque ciertamente útiles- podemos ver que la religión se propone conducir al espíritu hacia el fin que le es bueno: a Dios. Es el medio por el cual el hombre, un ser finito, es capaz de abrazar al Ser pleno e infinitamente trascendente. Esto, que pareciera ser un problema (podríamos preguntarnos ¿cómo puede lo finito alcanzar lo infinito?), en el cristianismo encuentra solución: no es el hombre quien se eleva a lo inalcanzable, sino que es Dios quien baja a rescatarlo. El que ama a Dios es salvado, pero sabemos que todo amor verdadero se muestra en las obras, y esto requiere de humildad y obediencia.

La salida del egocentrismo y la docilidad a una Autoridad son dos razones por las cuales las sociedades posmodernas parecen rechazar la religión institucionalizada. Quien tenga una mirada atenta a los rasgos sociológicos de nuestro tiempo podrá notar dos cuestiones que, a simple vista, parecen contradictorias: en el hombre de hoy conviven el ateísmo práctico y la apertura a lo espiritual, muchas veces de carácter inmanente y como dijimos, no institucionalizado, como si cierta formalidad, atara y restringiera la libertad.

LA DECORACIÓN ESPIRITUAL

También parece haber una conciencia de que el materialismo y el cientificismo han resultado insuficientes al momento de interpretar y tratar el mundo. El hombre de hoy, como el de ayer, reconoce que la realidad lo excede, pero el contexto individualista actual le dificulta salir verdaderamente de sí. Muchas veces, la necesidad de enriquecer el mundo espiritual puede llevar a “decorarlo” con accesorios que, aunque vistosos, no son capaces de satisfacer las necesidades de bien y verdad que el espíritu humano busca. Así florece todo tipo de espiritualidad inmanentista, que empodera al hombre y lo convierte en un semidios de barro. Bajo esta espiritualidad cada uno es su propio sacerdote y se da a sí mismo su propia revelación.

SER CRISTIANO EN EL MUNDO

La compatibilidad entre fe y razón, aunque sea posible y necesaria, suele ser desacreditada.  ¿Por qué muchas veces el que cree en duendes, energías cósmicas o vidas pasadas parece no incomodar a nadie, mientras que quien afirma la existencia de Dios es tachado de anticientífico y oscurantista? Porque las primeras son creencias que no comprometen al mundo, ni a la sociedad ni afectan nuestras conductas, en cambio, la religión verdadera exige un compromiso, para con uno y con los demás. Cristo interviene en la historia y nos deja un mandato claro y exigente. Para alcanzar la vida eterna es la misma vida terrena la que se pone en juego.

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