Desinformación y psicastenia
Una paciente comentaba en estos días retomando la consulta que estaba afectada por covid. Era la tercera vez a pesar de tener igual cantidad de vacunas, que había presurosamente ido a buscar, como tantos otros, a Miami. Al preguntarle sobre su estado, me refiere que tiene una ligera congestión nasal y cansancio, aunque aclara que en especial, ya hace un tiempo se siente fatigada, desganada. Ha hecho la consulta contando, a diferencia de la mayoría de la población, con recursos que le permiten una cobertura médica de primer nivel, pero es evaluada por mensajes de WhatsApp. Es la era de la "nueva medicina" la cual se hace sin contacto con el paciente, en la que el médico queda desconectado no solo del paciente sino de su praxis habitual y de su formación, donde la clínica era soberana.
Así comenta que escribió "congestión y tos" y, sin indicación de testeo, se diagnosticó covid. Sin conocer su estado de base, otras patologías, o comprobar siquiera su existencia civil, se le indica que ingiera una cantidad no precisa de ibuprofeno. Desalentada, solo atina a responder a la consigna, a la espera, ansiosa, de un nuevo mensaje de texto o voz. Comenta a la espera de una escucha y una respuesta, que no recibió, que lo que más le afecta en realidad es el cansancio, tanto físico como mental.
Nada sorprendente cuando si uno sintetiza la ecuación, ha sido sentir un malestar difuso, realizar el pedido de ayuda, creer que en función del privilegio de contar con una cobertura diferencial y costosa lo tendrá y como respuesta la que daría un Bot, que le notifica que tiene (sin la menor anamnesis o estudio) una patología que mata millones de personas, a pesar de sus tres vacunaciones. Nada alentador para mejorar su profundo cansancio y desgano. Evidentemente la cacofónica sobreinformación mediática ha sido eficiente y tiene miedo, ya que a pesar de la escasez sintomática cree estar afectada. Así con desaliento y cierta desesperanza, imagina una cuarta dosis, a pesar de no estar en edad o condiciones previas de riesgo, y como síntoma cardinal, la astenia.
Varios términos han caído en desuso en medicina, pero releerlos, así como toda la historia de la medicina, no deja de aportar miradas de fascinante profundidad y de una riqueza clínica que extrañamos. Hace algunos años, las palabras neurastenia, psicastenia, de simple etimología, eran usadas hasta de manera peyorativa para descalificar a alguien.
En medicina, en particular en psiquiatría luego de Pierre Janet, injustamente olvidado por la historia al ser contemporáneo de Freud, que dividía las neurosis (diferenciando de las psicosis claro) en psicastenia e histeria.
Ambos términos han desaparecido de la nosología actual, pero la psicastenia era un estado de rumiación, de ansiedad, de miedos difusos, en los cuales Janet básicamente encontraba una caída de energía psíquica y física, dejando a la persona en situaciones a veces extremas. La parálisis, el estrechamiento emocional, psíquico, comportamental, la ausencia de herramientas y una profunda fatiga, eran centrales.
En algunos casos, el paciente -anteriormente llamado neurasténico, término que Janet descartó para explicar que no tenía que ver con lesiones orgánicas- quedaba detenido en su curso vital, y así por años. Sin embargo, su mente estaba poblada de ideas de pensamientos en general negativos y a veces asociados a enfermedad, de allí que en algunos casos se hablara de hipocondría.
En la novela de referencia obligada en la actualidad, así como muchas otras, 1984 de Orwell (Blair su apellido real), se presenta un escenario en el que como un ostinato musical de fondo, las infinitas pantallas abruman con datos cargados de cifras, obviamente incomprobables, y los personajes solo asisten a ellos pasivamente aceptando la validez de los mismos, aunque sabemos que son solo ficticios. El efecto es el estado de cansancio en particular el emocional e intelectual, el replanteo que desesperadamente intentan acallar mediante lo único que sí es libre, el alcohol, para aturdirse.
La obsesión del régimen es que no exista otra información que la que ellos aportan, pero a su vez que sea claro que carecen de todo control sobre su vida y su entorno. El objetivo logrado, según Orwell, es limitar básicamente la libertad de las personas, volviéndolas objetos privados de su esencia.
No es incomprensible que la psicastenia sea la respuesta, buscada claro, y que el medicamento ante ello sea una pantalla que dice que debe ingerir ibuprofeno, es decir lo que hubiese realizado sin la intermediación del Bot.
De todas maneras, el autor no se equivocó, el incremento del alcoholismo es alarmante, pero eso es otra historia.