REFLEXIONES SOBRE LA IMPORTANCIA DE LA ANUNCIACION

Del ‘Fiat’ de Dios al de María

POR TOMÁS I. GONZÁLEZ PONDAL

El Lunes Santo de este año 2024 cayó justo el 25 de marzo, día que, como es sabido, se celebra La Anunciación de María. Pero precisamente como Semana Santa de este año abarcó en su comienzo la mencionada fecha, la celebración del anuncio del Arcángel San Gabriel a la Madre del Salvador se trasladó para mañana, 8 de abril.

En el Génesis bíblico leemos cómo Dios fue creando el mundo. Así, al comienzo, dijo la Augusta Trinidad: Fiat lux. Et facta est lux (Génesis 1, 3: “Hágase la luz. Y Hubo luz”). Se trató de la luz física, la que se opuso al caos y a las tinieblas. Una luz que serviría a la vida biológica de los seres.

Mas transcurrieron los siglos y vino María, y ella dijo al ángel: fiat mihi secundum verbum tuum (Lucas 1, 38: “Hágase en mi según tu palabra”). Un fiat que produjo algo único e irrepetible: la Encarnación de otra Luz.

Una Luz con mayúscula: la venida a la existencia humana de la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Jesucristo.

Una Luz que no solo nos da la vida física sino que da la vida de la gracia; una luz que ilumina a todo hombre venido a este mundo (erat lux vera quæ inluminat omnem hominem venientem in mundum, Juan 1, 9); una Luz que vino a los suyos pero los suyos no lo recibieron (in propria venit et sui eum non receperunt, Juan 1, 11); y a quienes la reciben les da el poder de llegar a ser hijos de Dios (quotquot autem receperunt eum dedit eis potestatem filios Dei fieri, Juan 1, 12).

Esa Luz increada, Luz por la que todo ha sido hecho de cuanto existe, se quiso limitar para venir en carne y dejó la decisión a la voluntad de María. ¡Oh, que grandeza grandiosa de la Madre de Dios!

Pues recién cuando ella voluntariamente pronunció su Fiat el “Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” (et Verbum caro factum est et habitavit in nobis Juan 1, 14).

Sin el “Hágase” pronunciado por la Virgen Inmaculada, la existencia humana sería un vivir para la desesperación eterna, y, sencillamente, hubiera sido mejor para todo hombre jamás haber nacido.

LUZ Y TINIEBLAS

El Génesis nos dice que las “tinieblas cubrían la faz del abismo” (1, 2), y gracias al Fiat de Dios se hizo la luz para disipar esas tinieblas abisales. Gracias al Fiat de María Santísima, con la Encarnación, la Luz llamada Cristo vino para vencer la esclavitud a la que el infierno de las tinieblas eternas tenía sujeto al hombre, y para que todos aquellos que se aprovechen de esa Luz no mueran sino que vivan eternamente.

Teniendo presente la caída del hombre, sostengo que la luz creada por Dios en el principio hubiera sido oscuridad (¡y hasta a la postre, tormento!), sin la Luz que nos vino por María.

Y teniendo en cuenta la referida caída, si me apuran afirmaré lo siguiente: que así como el Antiguo Testamento prefigura al Nuevo Testamento, sostengo que el “hágase la luz” del Génesis es figura del “hágase en mí” de María que nos dio la Luz salvadora.

Insisto. ¡Cómo será de importante el día de La Anunciación, que la existencia del género humano no tendría razón de ser sin el Fiat de María!