Debates políticos: ¿disonancia cognitiva, propaganda o hipocresía?
“Después de una crisis, nos decimos a nosotros mismos que entendemos por qué ocurrió
y mantenemos la ilusión de que el mundo es comprensible. De hecho, deberíamos
aceptar que el mundo es incomprensible la mayor parte del tiempo”.
Daniel Kahneman
En medio de los debates políticos, los formales y los informales que se dan en todos los medios, vemos que el concepto de realidad o verdad parece algo imposible de acordar. Así, ante un mismo hecho, las opiniones no son diversas sino opuestas, algunas se prestan a interpretaciones, pero ¿qué pasa con aquellas que son datos concretos? Sin embargo, en nuestra sociedad actual la realidad es brutalmente evidente. ¿Se trata de diferentes visiones de la realidad, distorsiones y sesgos cognitivos, o simplemente manipulación, mentira e hipocresía?
En las últimas semanas hubo debates políticos estructurados que intentan poner el marco dentro de un cierto orden a los debates ya más informales que se dan en los medios y especialmente en las redes sociales. Dentro de estos sobresalen los dos en los que participan los candidatos a la presidencia, el del domingo último y el de hoy.
En ellos y en primer plano se presentan los temas concretos y acuciantes de la actualidad de nuestro país, especialmente en relación al porvenir y las expectativas cargadas de angustia que se depositan en esa elección. Las respuestas que dan los candidatos generan diversas interpretaciones, que buscan de alguna manera por vías diversas y muchas veces opuestas, con candidatos a la sazón diferentes, el mismo fin: estar mejor, salir de la crisis, al menos eso es lo declamado.
Una primera diferencia es la que existe entre ese discurso formal y uno en segundo plano, que es el de la lectura que cada uno hace de la información que ellos mismos validan y los datos de la realidad (o al menos los que se difunden), es decir la interpretación que se le da a esa información. Es aquí que entramos en el concepto axial de cómo recibimos y procesamos la información.
A la lectura estricta y sin interpretaciones, se le opone aquella en la que participan una innumerable cantidad de factores no ligados al discurso especifico y, a su vez, los no verbalizados o expresados por medio de la palabra. Así, por ejemplo, preguntas o planteos que aparentemente apuntan a un sentido, en realidad parecen buscar sugerir o generar una respuesta opuesta. A su vez, gesticulaciones, movimientos corporales, silencios, son quizás un acto consciente de intentar emitir un mensaje no verbal, a veces descalificador (una mirada socarrona o perdida frente a la exposición o respuesta de otro candidato), o expresiones involuntarias no conscientes pero que revelan los reales pensamientos. En un nivel más profundo de los procesos mentales, aparecen todos los factores ligados a la neuro percepción cognitiva, es decir a la forma que recibimos y procesamos esa información. En este contexto, las distorsiones y sesgos cognitivos son los temas a tomar en cuenta.
Uno de ellos es el concepto de disonancia cognitiva. Este concepto formulado en 1957 por el psicólogo León Festinger es muy interesante, en particular en lo que hace a esa respuesta que vemos en medios o en redes sociales, ya que plantea que ante una situación dada podemos tener pensamientos opuestos o que entren en conflicto con comportamientos que practicamos, o creencias que proclamamos. Esa tensión entre opuestos busca ser controlada para que el individuo logre escapar a esa tensión de la contradicción interna. Para ello, debe generar una explicación, una idea o un cambio de escenario inclusive, que haga aceptable o excuse moralmente esa disonancia. Así se busca toda una serie de explicaciones, o razonamientos en paralelo, que justificarían, harían excusable o explicarían esa disonancia. En realidad, para hacer aceptable esa idea, una serie de distorsiones y/o sesgos cognitivos se ponen en funcionamiento.
Entre estos “filtros mentales”, está el negar algunas evidencias en una especie de ceguera cognitiva o simplemente la de filtros que toman ciertos datos y de tal manera desconocen los restantes o la mayoría de ellos. En este contexto, ese filtro de información está en la clasificación que se hace de ella y particularmente el orden de importancia o la prioridad.
Es muy frecuente así que en seguidores de tal o cual candidato o líder, remarquen aspectos aislados y muy frecuentemente descontextualizados, y que en tal contexto parcial y aislado pueden ser ciertos y moralmente válidos, pero que puestos en el marco correspondiente no lo son.
Ejemplo de esto son que, ante la evidencia de un acto delictivo de corrupción, de alguna manera no se estaba enterado, o que otra gente que no está relacionada puede ser injustamente manchada, o que es una campaña y obedece a otras razones ocultas. O una acusación de algo que es parcialmente cierto y que inclusive es parte de una “verdad”, se dio en realidad en otro momento y contexto, y las variaciones de contexto del hecho, temporales y situacionales, permiten jugar con la realidad como un material plástico al interés del discurso. En todos esos actos se busca disminuir la tensión entre los opuestos obvios de corrección moral que implicarían condenar el hecho, en caso de ser verdad, o condenar la acusación, en caso de ser falsa. Los ejemplos los pueden encontrar cada uno de los lectores en estos debates formales e informales, pero son harto evidentes.
La pregunta sobre estas afirmaciones, o respuestas, son: ¿Mentiras reales o falsas verdades? ¿Se trata de distorsiones o de retórica erística que busca según Schopenhauer las formas de triunfar en cualquier argumentación?
Uno de los sesgos muy frecuentemente usado es el sesgo confirmatorio en el cual buscamos información que confirme nuestro punto de vista, o quizás la argumentación que queremos imponer. También el efecto halo, en el que se busca tomar la impresión general que genera una persona para adecuar las percepciones y el discurso, y así de alguna manera es una argumentación “ad hominem” y no en relación al tema abordado. El otro concepto es el de “homofilia”, el amor o la adherencia a aquel que creo expresa mis ideas y valores, quien es evaluado sin críticas racionales. Se valora a la persona y se adhiere a ella completamente. También tenemos el llamado “falso consenso”, en el cual se interpreta o se intenta imponer una idea en función de considerarla como que la mayoría de la gente acordaría con ese tema. En este contexto también esté el recorte de la realidad.
Existen innumerables caminos alternativos que realiza nuestra mente para leer e interpretar la realidad y en función de ello tomar decisiones que se expresan como opiniones. Algunas son preconscientes, pero otras hacen al manejo de los mecanismos psíquicos particulares de la propaganda política.
Quizás en estos tiempos sea importante ser consciente de los posibles sesgos propios, pero también de las operaciones de propaganda o “PsyOps” (operaciones psíquicas-guerra psicológica) que se utilizan desde tiempos inmemoriales, en la publicidad comercial, hasta una forma particular de ella que es la propaganda política.
Finalmente, la pregunta permanece: ¿disonancia, distorsión o simplemente manipulación y engaño? El problema es que en el primer caso implicaría dudar de la capacidad de líderes que lean tan mal la realidad y crean en su concepción sesgada, eso ya es lo del “Rey desnudo” (y lo hemos visto de manera elocuente en tiempos recientes), en el segundo, quizás peor, es que lo ven, lo comprenden, pero nos engañan.
La causa principal del desorden (interno) es la búsqueda de una realidad prometida por otro... Es algo sumamente extraordinario que, aunque la mayoría de nosotros nos oponemos a la tiranía política y a la dictadura, internamente aceptamos la autoridad, la tiranía, de otro para torcer nuestras mentes y nuestra forma de vida. Jiddu Krishnamurti