UNA REFLEXIÓN SOBRE LAS 14 OBRAS DE CARIDAD CRISTIANA
De la apremiante sed de misericordia en el mundo
POR FERNANDO MIGUEL SALON
Este es un mensaje que los católicos tenemos que aplicar y diseminar de acuerdo con lo que Cristo nos ha encomendado. “Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui forastero, y no me recogisteis; estuve desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis (…) De cierto os digo que en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis. E irán estos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:42-46).
Debemos recordar esto, especialmente teniendo 52.9% de pobres. Sucede que es más fácil tener presente el Evangelio, pues lo escuchamos en misa ya sea yendo a la Iglesia, o escuchándolo, o leyéndolo online diariamente. Esto último no lleva más de 15 minutos con lectura y reflexión incluida. Pero acerca de las obras de misericordia no tenemos tanta difusión o recordación frecuente directa. Sí indirecta, según lo dicho antes.
LAS 14 OBRAS
Las obras de misericordia son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a nuestro prójimo en sus necesidades corporales y espirituales, siete en cada parte. La lista que tenemos que cumplir es:
Obras Espirituales:
1. Dar buenos consejos
2. Enseñar a los que no saben
3. Consolar a los tristes
4. Corregir a los que erran
5. Perdonar las injurias
6. Sufrir con paciencia las debilidades de nuestro prójimo
7. Rezar a Dios por vivos y muertos
Obras Corporales:
1. Enterrar a los muertos
2. Visitar a los presos
3. Dar posada a los peregrinos
4. Visitar a los enfermos
5. Vestir a los desnudos
6. Dar de beber al que tiene sed
7. Dar de comer al que tiene hambre
Los títulos se entienden por sí mismos por su simpleza, con lo cual cualquier persona con una conciencia bien formada en la Ley Natural reconocerá que son obras justas, de amor, y de caridad. Y son más claros aun si nos hemos dedicado a leer y entender en la Biblia lo que Dios espera de nosotros, o sea las obligaciones que tenemos para con El.
Recordemos que no somos nosotros quienes ponemos las reglas, sino El. Recordemos que no podemos poner en boca de Cristo cosas que El no dijo ni enseñó. Este último es un defecto común en nuestros días, y consiste en pensar que cualquier cosa que nos apetezca puede ser relacionada con Dios, o pedida a Dios como su favor, cuando esas cosas van o pueden ir directamente opuestas a lo que Él nos enseña.
Dar buenos consejos se refiere a dar los consejos que están en las Escrituras, los consejos de la moral cristiana, o simplemente la moral. Consejos que lleven a la verdad, a la vida, a la fe y esperanza. También a alertar sobre los malos consejos con gusto a miel que nos suele dar el mundo cada día, desafortunadamente. No son los consejos de la gente o del mundo, sino los de Cristo.
Enseñar a los ignorantes significa no dejarlos caer en el pozo. ¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos juntos en el pozo?, dijo Cristo. Hay que enseñar a quienes no saben cuál es el camino, y creen que ellos lo determinan aunque ya estén perdidos y no lo sepan.
Hay que buscar hasta el final la forma de enseñarles lo que está bien. Y a que identifiquen el mal. Hay que estar preparados para encontrar resistencia, pues el que no sabe copiará al mundo.
Consolar a los tristes es amarlos para que sepan que hay razones para no estar tristes, y que la tristeza se cura con la fuerza de la fe y la esperanza que Cristo nos da. Con El no desesperaremos, pues nos ayuda a cargar con nuestra cruz. Nunca nos dijo que nos quitaría la cruz, sino que nos aliviaría para cargarla junto con El. ¿Qué otro consuelo para ir al Cielo queremos? “Venid a mí los que están cansados y agobiados, y yo los aliviare”, nos dijo.
Puestas todas juntas, las obras de misericordia
ayudan al necesitado y nos ayudan a nosotros
mismos, pues es más feliz el que da que el que
recibe. “¿Corazón que no dais, que esperáis?”,
dice un viejo refrán.
MARTIRES
Corregir a los que erran es una tarea dura hoy, pero es obligación encararla. Nos tratarán de locos como a muchos cristianos mártires durante más de 2.000 años; nos dirán ‘medico, cúrate a ti mismo” como le dijeron a Cristo, o como lo desafiaron a librarse de la Cruz en su martirio. Si con El hicieron eso, ¿qué podrán hacer con nosotros? Como máximo, lo mismo.
De allí para abajo todo, pues Él es Dios y nosotros simples pecadores a lo sumo arrepentidos. Los Apóstoles fueron horriblemente martirizados por seguirlo y predicar la corrección a través del arrepentimiento y la conversión. San Pedro murió crucificado cabeza abajo, San Bartolomé fue despellejado vivo, y los otros diez también fueron muertos horriblemente por no renegar de su Fe. Ante eso, hagamos lo que nos toca. Si hoy nos despellejan, no será físicamente al menos.
Perdonar las injurias es mucho más fácil si el que ofende a Dios y nos ofende se arrepiente. Ese es el camino de la Salvación. Perdonar sin arrepentimiento es más difícil porque nos obliga a insistir con el arrepentimiento, a hacerle saber al que injuria que eso está mal, a que entienda que la soberbia lo está llevando a la ruina aquí en la Tierra como en el Cielo. En Mateo 18 está escrito que “si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra. Si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia; y si no oyere a la iglesia, tenle por gentil (en el sentido bíblico) y publicano”. Hay que tener cuidado de no confundir perdón con complicidad en lo que está mal.
VIRTUDES TEOLOGALES
Sufrir con paciencia las debilidades de nuestro prójimo es necesario, sin perder la oportunidad de ayudar a nuestro prójimo en mejorar y curar sus debilidades. Cristo nos ha dado muchas herramientas para ello. Cada ocasión es una oportunidad. Hay quien cae en esas tres debilidades y tentaciones muchas veces. Pues debemos intentar que a través del arrepentimiento trate de no volver a caer. El cristiano normalmente tiene más paciencia que el pagano, a causa de la Fe, la Esperanza, y la Caridad, las tres virtudes teologales que nos deben guiar en la vida. “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lc 23, 34). Ese dolor que nos causan, y que sufrimos en silencio, es un crédito a nuestro favor para llegar a Cristo.
Rezar a Dios por vivos y muertos. Rezar es el centro de todo. Quien reza se acerca a Dios, lo escucha y le habla. Le da gracias y le pide perdón. Y escucha su guía. ¿Qué puede reemplazar esto? Nada. ¿Cómo no rezar con tanta confusión moderna, con tanta ideología woke o progre (que no es progresista pues eso significaría ir adelante para mejor, sino que es retro pues retrotrae al hombre a la miserable decadencia del pecado, queriéndolo blanquear como se blanqueaban los sepulcros fariseos)? Dará sus frutos; leamos la historia de Santa Mónica y San Agustín.
Enterrar a los muertos es nuestro deber. En la esperanza de la Vida Eterna. Hay Vida Eterna para quien tenga dudas, ya nos lo ha dicho Cristo. Y solo Él nos dará la Salvación. “Nadie va al Padre sino por Mí”, dijo. También hay vida eterna en el Infierno, si no hay arrepentimiento. Allá será el llanto y el rechinar de dientes, dijo Cristo. Atención aquellos que no creen en el Diablo ni en el Infierno, pues es mejor arrepentirse ahora. Lo que ates en la Tierra quedará atado en el Cielo. Lo que desates en la Tierra quedará desatado en el Cielo, dijo Cristo.
Visitar a los presos. Consiste en prestarles no sólo ayuda material sino una asistencia espiritual que les sirva para mejorar como personas, enmendarse, aprender a desarrollar un trabajo que les pueda ser útil cuando terminen el tiempo asignado por la justicia. Si el preso se ha arrepentido, mucho mejor. Esta obra no está muy difundida en nuestra sociedad, y hace poco se produjo un altercado político por visitas a presos. Cualquier persona pueden hacerlo, y eso es bueno para Dios.
Dar posada a los peregrinos es la idea de abrigar y proteger a quien está de paso. Aquel que va de paso con un objetivo de peregrinación merece ser cuidado. Que no se malinterprete como la noción irrealizable de promover migraciones y/o turismo masivo de gente. Eso crea un caos peor, que está a la vista en muchos países.
Visitar a los enfermos es aliviarles su dolor, su soledad, quizá sus últimas horas. Es consolarlos, hablarles de sus cosas, de Cristo, de la Vida Eterna donde quizá verá a sus padres. De distraerles la mente de su preocupación por la enfermedad. De hacerles un mimo. O de ir a pedirles perdón si alguna vez los hemos ofendido. Si no, mejor no ir, y el enfermo estará mejor. Que no vea al visitante soberbio, pues eso lo matara antes.
Vestir a los desnudos es darles abrigo inmediato cuando estén con frio, desprotegidos, vulnerables a los mil peligros de hoy. Desnudos de cuerpo o de alma. En nuestros días hay más desnudos de corazón que de cuerpo. Vestirles el alma es una gran tarea, a veces simple si hay receptividad, o ciclópea si la persona es atea y terca. Pero es nuestra tarea. Si no, ¿quien lo hará?
Dar de comer y beber al que tiene hambre y sed también tiene su doble acepción. Física, en cuanto a ayudar con comida y bebida al pobre necesitado (no confundir pobre con vago), es decir limosna, donación, sustento, contribución material, medicamentos. Del alma, en cuanto a dar la Palabra de Dios que ya está en el Padre Nuestro cuando rezamos “Danos el pan de cada día” y también cuando leemos “Escrito está: no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
IMPERIO DE LA MALDAD
Puestas todas juntas, las obras de misericordia ayudan al necesitado y nos ayudan a nosotros mismos, pues es más feliz el que da que el que recibe. ¡Qué desesperadamente necesita el mundo de misericordia! Hay falta de compasión por doquier, crímenes rotulados como derechos (aborto, eutanasia), confusión de roles entre hombre y mujer, indiferencia, persecución por la Fe, soberbia, avaricia, egoísmo, ocultamiento de cosas que hieren, siembra de maldad en lugar de sembrar buena semilla. ¡Primero yo, vocifera el soberbio! Yo decido, yo quiero, yo, yo, yo…..
Vemos muchos actos de vanidad, muchas cosas vanas, innecesarias, mucha gente viviendo y soñando en la vanidad fantasiosa de lo no-esencial, de lo pasajero en un mundo aturdido y superficial, incapaz de parar por un momento, reflexionar y enderezarse.
“¿Corazón que no dais, que esperáis?”, dice un viejo refrán. Aunque antes haya sido nuestro hemisferio occidental y cristiano, ahora solo es el hemisferio occidental geográfico, ni nuestro, ni casi cristiano. El número de paganos bautizados -como llamó el Papa Benedicto XVI a quienes por familia y tradición fueron bautizados pero olvidaron la Fe- ha crecido demasiado, acorralándolos con las tentaciones del mundo, y no saben lo que es misericordia, en su mayoría. Hagamos el esfuerzo de ser misericordiosos y de seguir los mandamientos, virtudes y preceptos que nos ha dado Dios. Nunca nos rindamos a la relatividad moral que lleva a ver las cosas bajo la moda mundana del momento, y no caigamos en la ignorancia de pensar que es más importante una preferencia o decisión personal que lo que Dios manda. Eso jamás será felicidad, pues el único camino, verdad y vida es Cristo.