LA MIRADA GLOBAL

De Groenlandia a Guyana: soberanía y negocios

Hace menos de un mes, titulamos esta columna Los Estados como negocio inmobiliario. Comentábamos la increíble soltura de cuerpo con la que Trump y su equipo idearon adquirir Gaza para transformarla en la Costa Azul del Medio Oriente, deportando sus habitantes a otros países, al tiempo que subordinaban la ayuda estadounidense a Ucrania a la posibilidad de comprarle sus valiosas “tierras raras”, riquísimas en materiales estratégicos Todo Estado se asienta sobre un territorio, ejerciendo su soberanía. Y es un principio del derecho internacional, que recoge el art. 2 de la Carta de las Naciones Unidas, el respeto que todo Estado debe a “…la integridad territorial o la independencia política” de otro.

Ahora bien, está visto que para la administración Trump, ese principio puede subordinarse a las leyes del mercado inmobiliario (siempre que no se trate de su país, claro está).

Así, no sólo machaca periódicamente con su interés en comprar Groenlandia, sino que no muy veladamente, amenaza a Dinamarca -titular de esa inmensa isla- con que ese territorio de una u otra manera ha de ser suyo. (Y esto sucede siendo Dinamarca aliada de los Estados Unidos en la OTAN).

Tal postura, se está repitiendo tanto y en tan poco tiempo, que parece querer transformarse en regla consuetudinaria, sea, al menos, de la política internacional de su país, cuando no del derecho internacional en el que parece querérsela imponer.

Porque ahora Estados Unidos amenaza a Venezuela con intervenir por la fuerza, si ella hiciera lo propio con Guyana con respecto al litigio que por el territorio de Esequibo enfrenta a ambas naciones.

La palabra corrió por cuenta del Secretario de Estado norteameriano, Marco Rubio, tal vez para darle cierto latin touch a la amenaza. Dijo, refiriéndose a los venezolanos: “Si atacaran a Guyana o a Exxon Mobil, sería un día muy malo, una semana para ellos”. Esa petrolera ha hecho varias y fuertes inversiones en ese país, considerado una próxima potencia mundial en la producción de ese combustible.

Es decir, que un Estado, la Guyana, está en el mismo nivel en cuanto a protección territorial que una compañía petrolera en cuanto a un posible daño a sus activos o a sus intereses.

Peligrosísimo precedente que desviste de todo ropaje la actual política exterior de Estados Unidos. Porque así tanto importa la integridad de una nación como el interés de una sociedad comercial. Aunque enrolarse en semejante despropósito lleve a ser tan duro con Venezuela, como blando con su principal aliada, la Rusia de Putin. Que no tiene pensado ser blanda con nadie.