El nombre de Garrick es proverbial. De él se han servido siempre como exponente máximo del actor. También ha servido a los poetas, a un extenso anecdotario, a fantasiosas notas biográficas y, por ello, se ha convertido en un ser casi legendario.
Para la escena inglesa es el primero de los grandes actores con que ha contado: David Garrick era su nombre, en el siglo XVIII.
Había nacido en 1717, época revolucionaria del teatro inglés, y dentro de ella, él mismo fue un revolucionario. El teatro inglés, en el primer cuarto del siglo XVIII, permanecía aún sumido en lo convencional y en lo falso, lastre que habían dejado las sucesivas transformaciones de una tradición artística.
La pasión, por ejemplo, tenía la común expresión del grito. El espanto se expresaba con verdaderos alaridos y el amor con cierta languidez. Garrick se presentó a dar batalla contra todo esto.
Intérprete revestido de gran talento, su actuación fue polémica y revolucionaria. Pero no sólo consiguió imponer este cambio radical en el arte del actor, sino que estableció, delante y detrás del telón, una serie de reformas tendientes a elevar en toda forma el arte dramático a la altura y el respeto que merecía. Reformó el sistema de iluminación, de modo que para el actor, quedasen ocultos los espectadores.
David Garrick, desde muy temprano, manifestó su inclinación por las tablas, y se cuenta que a los once años de edad, representó exitosamente en un espectáculo en su escuela. Al poco tiempo, consiguió introducirse en el teatro profesional y abandonó su empleo.
LA COMEDIA
Su pródiga carrera, concluyó en 1776 a los 59 años, cuando decidió retirarse voluntariamente, para morir tres años después. Garrick fue especialmente admirado en la comedia.
De acuerdo a una descripción de su persona, podría parecer que no tenía suficientes cualidades físicas para ser un actor: hombre de pequeña estatura, poseía un rostro muy movedizo y brillantes y expresivos ojos, siendo su voz clara y resonante.
Fue también escritor. Y 27 comedias salieron de su talento. No escribió tragedias, pero las interpretaba como nadie. Sobresalió con su personalísima comicidad, en la que utilizaba fundamentalmente sus ojos y una aparente y total seriedad.
Un famoso poeta mexicano, Juan de Dios Peza, que falleció el año de nuestro primer centenario -1910- escribió esta bella y conocida poesía, como homenaje a David Garrick a quién admiró por sus comedias. La tituló ‘Reír llorando’ y me voy a permitir mencionar algunas estrofas:
I
Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra
El pueblo al aplaudirlo, le decía:
Eres el más gracioso de la tierra
Y el más feliz… Y el cómico reía.
III
Cierta vez, ante un médico famoso
Llegose un hombre de mirar sombrío.
Sufro le dijo, un mal tan espantoso
Como esta palidez, del rostro mío.
IV
Nada me causa encanto ni atractivo
No me importan mi nombre ni mi suerte
En un eterno Spleen muriendo vivo
¿Y es mi única pasión?... La de la muerte.
V
Viajad, y os distraeréis… -¡Tanto he viajado!
Las lecturas buscad -¡Tanto he leído!
Que os ame una mujer -¡Si soy amado!
Un título adquirid -¡Noble… he nacido!.
VIII
Me deja, agrego el médico, perplejo vuestro mal
Más no debo acobardaros
Tomad hoy, por receta, este consejo:
¡Sólo viendo a Garrick… podéis curaros!.
IV
-¿A Garrick?. -Si. A Garrick
La más remisa y austera sociedad, lo busca ansiosa
Todo aquel que lo ve, muere… de risa
Tiene una gracia artística… asombrosa.
X
-¿Y él me ha de curar?
-Sí, él. ¡Tan sólo él!. Más… ¿qué os inquieta?
Siendo así, dijo el enfermo, no me curo
Yo soy Garrick. Cambiadme la receta.
Y este poema tan sentido, trae a mi mente este aforismo:
“Al telón de la vida no pueden levantarlo los aplausos”.
Para la escena inglesa es el primero de los grandes actores con que ha contado: David Garrick era su nombre, en el siglo XVIII.
Había nacido en 1717, época revolucionaria del teatro inglés, y dentro de ella, él mismo fue un revolucionario. El teatro inglés, en el primer cuarto del siglo XVIII, permanecía aún sumido en lo convencional y en lo falso, lastre que habían dejado las sucesivas transformaciones de una tradición artística.
La pasión, por ejemplo, tenía la común expresión del grito. El espanto se expresaba con verdaderos alaridos y el amor con cierta languidez. Garrick se presentó a dar batalla contra todo esto.
Intérprete revestido de gran talento, su actuación fue polémica y revolucionaria. Pero no sólo consiguió imponer este cambio radical en el arte del actor, sino que estableció, delante y detrás del telón, una serie de reformas tendientes a elevar en toda forma el arte dramático a la altura y el respeto que merecía. Reformó el sistema de iluminación, de modo que para el actor, quedasen ocultos los espectadores.
David Garrick, desde muy temprano, manifestó su inclinación por las tablas, y se cuenta que a los once años de edad, representó exitosamente en un espectáculo en su escuela. Al poco tiempo, consiguió introducirse en el teatro profesional y abandonó su empleo.
LA COMEDIA
Su pródiga carrera, concluyó en 1776 a los 59 años, cuando decidió retirarse voluntariamente, para morir tres años después. Garrick fue especialmente admirado en la comedia.
De acuerdo a una descripción de su persona, podría parecer que no tenía suficientes cualidades físicas para ser un actor: hombre de pequeña estatura, poseía un rostro muy movedizo y brillantes y expresivos ojos, siendo su voz clara y resonante.
Fue también escritor. Y 27 comedias salieron de su talento. No escribió tragedias, pero las interpretaba como nadie. Sobresalió con su personalísima comicidad, en la que utilizaba fundamentalmente sus ojos y una aparente y total seriedad.
Un famoso poeta mexicano, Juan de Dios Peza, que falleció el año de nuestro primer centenario -1910- escribió esta bella y conocida poesía, como homenaje a David Garrick a quién admiró por sus comedias. La tituló ‘Reír llorando’ y me voy a permitir mencionar algunas estrofas:
I
Viendo a Garrick, actor de la Inglaterra
El pueblo al aplaudirlo, le decía:
Eres el más gracioso de la tierra
Y el más feliz… Y el cómico reía.
III
Cierta vez, ante un médico famoso
Llegose un hombre de mirar sombrío.
Sufro le dijo, un mal tan espantoso
Como esta palidez, del rostro mío.
IV
Nada me causa encanto ni atractivo
No me importan mi nombre ni mi suerte
En un eterno Spleen muriendo vivo
¿Y es mi única pasión?... La de la muerte.
V
Viajad, y os distraeréis… -¡Tanto he viajado!
Las lecturas buscad -¡Tanto he leído!
Que os ame una mujer -¡Si soy amado!
Un título adquirid -¡Noble… he nacido!.
VIII
Me deja, agrego el médico, perplejo vuestro mal
Más no debo acobardaros
Tomad hoy, por receta, este consejo:
¡Sólo viendo a Garrick… podéis curaros!.
IV
-¿A Garrick?. -Si. A Garrick
La más remisa y austera sociedad, lo busca ansiosa
Todo aquel que lo ve, muere… de risa
Tiene una gracia artística… asombrosa.
X
-¿Y él me ha de curar?
-Sí, él. ¡Tan sólo él!. Más… ¿qué os inquieta?
Siendo así, dijo el enfermo, no me curo
Yo soy Garrick. Cambiadme la receta.
Y este poema tan sentido, trae a mi mente este aforismo:
“Al telón de la vida no pueden levantarlo los aplausos”.