Cuando el Estado se agranda, al final es la sociedad la que padece
Después de décadas de paternalismo, a la mayoría de la población argentina no la seduce el capitalismo puro, según el modelo de Hayek. Por eso, es tan difícil volver al ideario liberal.
POR CARLOS ALMA *
Existe una proporcionalidad entre lo que son los ingresos y los egresos. Esto resulta totalmente válido tanto para una empresa privada como para las administraciones públicas. Cuando se produce un desbalance negativo, en general, la empresa cierra o quiebra y en el caso del Estado se prohija inflación, o un default, que inevitablemente deriva en una crisis que debe padecer la sociedad.
En el escenario argentino actual se han sumado además, el cambio de política económica y de tasas estadounidenses más la sequía que redujo en 35% la producción agrícola trastornando drásticamente el gradualismo del plan proyectado inicialmente. Inevitablemente forzado por la necesidad, el Gobierno Nacional, decidió adoptar un cierto pragmatismo para ajustar las tarifas de los servicios públicos que combinados con los factores negativos, alteró su estrategia inicial.
Si bien el acomodamiento pausado y pautado se vió afectado por factores externos, no deja de ser cierto que fueron bien aprovechados por el sector financiero cuyo objetivo siempre es estar atento a los síntomas para actuar en consecuencia. Si bien esto no es nuevo y se repite periódicamente en el país, pareciera que se está intentando acomodar las variables económicas para asegurar una base de apoyo para cambiar la historia reciente.
El primer paso para modificar la lógica consumista sin fundamento económico, fue desarrollar una activa política acentuada en la obra pública con lo que, además, se intentó descomprimir la presión sobre los centros urbanos y al mismo tiempo, generar fuentes genuinas de trabajo. Este objetivo se vio turbado por la coyuntura externa con implicancias internas y obligó a replantear casi todo el proyecto.
La especulación, aunada con el mercado financiero pequeño, condenó a devaluaciones sucesivas del peso y el consiguiente correlato inflacionario, obligando a cambiar funcionarios tratando de estabilizar la situación. Estas modificaciones de personas sin un plan alternativo, no son suficientes para resolver lo que en principio parece ser una acometida para aprovechar coyunturas.
La primera ley en economía es demostrar la consistencia de un esquema consensuado para que las finanzas fluyan y permitan cumplir lo comprometido hacia dentro y hacia afuera. En este punto pareciera que la dirigencia política no ha madurado lo suficiente para que, quienes deben invertir, confien y lo hagan en base a un plan de negocios analizado y confiando en la estabilidad en el largo plazo.
LEJOS DEL MODELO
Friedrich August von Hayek, integrante de la Escuela Austríaca, ha sido galardonado con el Premio Nóbel de Economía hace 44 años. Inicialmente socialista y defensor del Estado intervencionista, se convirtió en paladín de la libre empresa como modelo de independencia individual. Su teoría liberal, define al Estado como un contralor del cumplimiento de las leyes pero sin intervención directa en la ejecución distributiva de la riqueza generada por el éxito de los negocios.
Su línea de pensamiento definió que salir de ese rol para interferir en el reparto de las rentabilidades supone un quiebre a esa partitura que invariablemente destruye el equilibrio generado por la ley. Para evitar esto, es preciso que el Estado sea quien controle el cumplimiento de las normas legales y permita que la sana competencia se convierta en el rector más eficiente de la economía. Por este motivo, es que se reserva para el sector privado la planificación y el riesgo de afectar sus capitales en cada caso.
Ahora bien, en un mercado abierto y con gran densidad de consumo esto sería casi ideal pues las empresas estarían invirtiendo y generando trabajo y el Estado verificando que no se produjesen posiciones dominantes ni de vulneración a las leyes. Para facilitar esta tarea, es necesario que se produzca rivalidad empresarial y que redunde en beneficio para los consumidores más un Estado eficiente, esbelto y cuya incumbencia se remita a comprobar el cumplimiento de la ley.
En Argentina, ninguna de estas características está presente en la administración pública y al contrario, se ha convertido en refugio de un ineficiente y gravoso aparato burocrático con notorio desequilibrio respecto de la actividad privada.
Ahora bien, racionalizar al sector público es un desafío que requiere ser desinflado por demanda de mano de obra del sector privado, y especialmente, tiempo para ser confiables para que de ese modo se logre volcar el fiel de la balanza hacia vectores productivos y que arriesguen su capital en procura de su lugar en el mercado. Esto es lo que identifica al capitalismo puro y no pareciera ser que a la mayoría de la población le resulte seductor después de tantos años de paternalismo. Por este motivo es que Argentina está lejos de ese modelo y lo que es peor, de la libertad económica.
* Consejero estratégico de AM Consulting