Cuadros de una decadencia: vida y muerte de Modest Músorgski
Modest Músorgski (1839-1881) fue, sin duda, el músico más original del conocido grupo de “Los Cinco” (en ruso: Mogúchaya kuchka). Sin embargo, en sus notas autobiográficas sostuvo no pertenecer “a ninguna agrupación de músicos, ni por el carácter de mis composiciones, ni por mis perspectivas sobre la música”.
Miembro de una antigua familia rusa de terratenientes, su padre había elegido para su segundo hijo la carrera militar, como era costumbre en tiempos del zar. Entre 1852 al 1856, Músorgski completó su formación como oficial del ejército imperial, pero su amistad con Mili Balákirev –también oficial– fue decisiva para abandonar las armas y dedicarse a desarrollar su talento musical.
Fue entonces que se unió al grupo de “Los Cinco”. Curiosamente casi todos estaban ligados al ejército: como ya dijimos, Balákirev era oficial, Aleksandr Borodín médico militar, César Cui ingeniero del ejército y Nikolái Rimski-Kórsakov cadete de la marina. Balákirev tenía una gran cultura musical y dictaba clases sobre la evolución del arte europeo a las que Músorgski asistía con entusiasmo. Sin embargo, Modest nunca tuvo una educación formal en armonía, contrapunto ni composición. Se podría afirmar que era un autodidacta que opinaba que la formación académica era europeizante y él estaba decidido a romper con el romanticismo y exaltar las tradiciones rusas.
Después de dejar el ejército, Músorgski experimentó un “quebranto emocional” que requirió un retiro a un spa a fin de recuperarse. Según él mismo relató, “estaba oprimido por una terrible enfermedad… una mezcla de misticismo con pensamientos cínicos sobre la deidad”. Se recuperó, pero jamás tuvo una vida estable: no se casó, no formó una familia ni tenía un domicilio fijo. Si había que ubicarlo, daba la dirección de su hermano.
Desde 1858 en adelante vivió en la casa de varios parientes, incluida su madre y su hermano, ya que su padre había muerto en 1853. A lo largo de su vida, tuvo problemas económicos, circunstancia que lo obligaba a trabajar en puestos burocráticos que detestaba. En 1865, con la muerte de su madre, una pianista amateur que lo había iniciado en la música, tuvo otro quebranto emocional. Ya había empezado a beber copiosamente y ese año padeció un “delirium tremens”. Una vez más, su hermano lo llevó a vivir a su casa.
Hasta 1871, vivió en la casa de una familia amiga, los Oposchini y aprovechó esa paz hogareña para componer su ópera “Borís Godunov”, basada en la obra de Aleksandr Pushkin. La obra fue rechaza por el comité del Teatro Mariinski.
Vivió un tiempo con Rimski-Kórsakov mientras escribía una segunda versión de esta ópera que fue estrenada en 1874. En el interín, comenzó las investigaciones para su nueva ópera, “Khovanshchina”, además de preparar una obra basada en un texto de Nikolái Gógol, y canciones sobre los versos del conde Vladímir Goleníshchev, “Cantos y danzas de la muerte”.
Su permanencia en San Petersburgo se caracterizó por frecuentes visitas a burdeles y bares. Bebía a deshora y en forma exagerada. Su vida era desorganizada y errante. Solía quedarse dormido en cualquier lugar después de haber bebido hasta perder la conciencia.
En 1878, la cantante Daria Leónova lo tomó bajo su protección y juntos emprendieron un tour por el sur de Rusia. En 1880, fue despedido de su trabajo en un ministerio, circunstancia que empeoró sus problemas económicos. Un grupo de amigos, entre los que estaba Balákirev y el crítico Vladímir Stásov, le prometieron apoyo económico a cambio que completara “Khovanshchina”, ópera que nunca concluyó (la reescribió y le dio forma su amigo Rimski-Kórsakov).
Algunos estudiosos de la obra de Músorgski, como Stásov, marcaron la decadencia del compositor a partir de 1880. Atrás habían quedado “Cuadros de una exposición”, “Borís Godunov”, “Salammbô”, una ópera inconclusa basada en un texto de Gustave Flaubert, al igual que “Khovanshchina”... estas obras le granjearían su porción de eternidad.
Otros críticos, como Golenishchev Kutuzov, sostienen que en su último periodo también se adivinan chispas de genio y sus melodías eran menos estridentes.
Lo concreto es que en 1881 tuvo un ataque de excitación psicomotriz visitando a su amiga Leónova. Ella lo calmó y, después de un rato, creyó que estaba en condiciones de cumplir un compromiso donde Músorgski la acompañaría al piano. Sin embargo, bruscamente perdió el conocimiento. Todos pensaron que había sufrido un accidente cerebrovascular. Fue conducido a la casa de Leónova, donde, con su consentimiento, pasó la noche durmiendo en un sofá. Al día siguiente, Músorgski dijo que se sentía muy bien, pero, al pronunciar esas palabras, una vez más perdió el conocimiento. Leónova le pidió al Dr. Lev Bertenson, un amante de la música, que lograse que Músorgski fuese admitido a uno de los hospitales en los que trabajaba. Así lo hizo y, según comentarios hechos años más tarde, gozó de una cómoda habitación individual con dos enfermeras atentas a sus necesidades, incluida una dieta equilibrada.
Durante su permanencia en el nosocomio, se barajaron varios diagnósticos: ¿era epilepsia? ¿era un accidente vascular o toda la sintomatología se debía a una intoxicación etílica crónica ? Lo que llamó la atención a los amigos que lo visitaban era su verborragia contando historias delirantes.
Estando internado, fue visitado por el pintor Iliá Repin, quien realizó un retrato que lo muestra con la mirada extraviada y la nariz y mejillas coloradas pero aclaró que en su presencia siempre estuvo sobrio y colaborativo.
Sin embargo, como toda adicción, el alcoholismo es muy difícil de abandonar. Estando internado, no podía consumir alcohol, pero la oportunidad se presentó en marzo de 1881, cuando su hermano le acercó un dinero. Modest sobornó a una de las personas de vigilancia para que le comprara vodka… y así lo hizo.
Después de una ingesta exagerada, no pudo mover piernas ni brazos, se quejó de dificultades respiratorias y, pocas horas más tarde, falleció en la madrugada del 16 de marzo (vale aclarar que en el resto de Europa era el 28 de marzo según el calendario gregoriano pero en Rusia hasta principios del siglo XX se usó el calendario juliano, de allí la diferencia).
En el obituario publicado días más tarde, se habló de “parálisis del corazón y la espina dorsal”, todos eufemismos para ocultar la causa de defunción. Una vez más, Balákirev nos cuenta que pasó con su amigo: “Los médicos no sabían si habría de vivir unos años más… y desconocían si seguía bebiendo… solo hay que imaginar que cuando se descompuso en el apartamento de Leónova, al recuperarse pidió vino”. Casi todos sus coetáneos coinciden en señalar al alcohol como el causante de su declinación. La obnubilación de su mente y el debilitamiento de su cuerpo por la bebida conducía al estancamiento de su creatividad.
Otros sostenían que el alcoholismo solo ocultaba un desorden mental. El etilismo no era la causa de su deterioro “sino que hasta lo aliviaba”. Probablemente haya sufrido alguna forma clínica de epilepsia, que muchas veces se complican con accidentes vasculares.
En su diagnóstico final también señalaban la cirrosis, la cardiomegalia y una polineuritis –inflamación de las extremidades nerviosas– propias de los casos más avanzados de alcoholismo.
Cuando aluden a sus dichos incoherentes y fabulaciones es muy probable que Modest Músorgski padeciese el Síndrome de Wernicke-Korsakoff (que recién fue descripto siete años más tarde) o encefalopatía alcohólica, por falta de vitamina B1, dada la pobre alimentación de los bebedores. Este síndrome es causante de diplopía, delirios confabulatorios, ansiedad, insomnio, y amnesia.
Uno de sus más cercanos amigos, Leonter, se indignaba cuando decían que la causa de muerte era su adicción al alcohol. “¡Mentiras!”, exclamaba, “Es una blasfemia, aunque haya una verdad fisiológica en esa afirmación, él cayó víctima del peso de la imposibilidad de desarrollar su potencial humano que condenó su genio y lo encadenó a la pobreza”.
En interesante saber la opinión de Pyotr Ilyich Tchaikovsky, un músico que estaba en las antípodas de Músorgski y sin embargo reconocía su talento pero resaltaba “su falta por completo de ansias de perfeccionarse... adicto a las ineptas ideas de quienes lo rodeaban… estaba enamorado de todo lo tosco, desaliñado y rugoso…. Pero con frecuencia tiene intuiciones originalísimas”.
“El arte en sí no es un fin”, decía Músorgski, “más bien un medio para dirigirse a la humanidad”. Y Músorgski, a pesar de una vida desgraciada y la decadencia de su genio, anegado por el alcohol, legó su obra a la humanidad.