‘UN DIA EN LA VIDA DE ABED SALAMA’ ES UNA OBRA ESTREMECEDORA SOBRE EL CONFLICTO DE MEDIO ORIENTE
Crónica de una lucha interminable
El libro del periodista estadounidense Nathan Thrall toma un accidente de tránsito ocurrido en 2012 como excusa para contar la larga historia de odios entre judíos y palestinos. Fue galardonado con el Premio Pulitzer 2024.
Este libro galardonado con el Premio Pulitzer de No-Ficción General 2024 parece llegar a contramano en el contexto actual de Medio Oriente. Su tema de fondo, el largo padecimiento de los palestinos a manos de Israel, corre el riesgo instantáneo de ser tachado de “pro-terrorista”, cuando no de “antisemita”, de parte de la activa red de comunicadores al servicio del estado judío en permanente movilización bélica desde el 7 de octubre de 2023.
Pero ninguna de esas acusaciones pueden endilgarse de verdad a Un día en la vida de Abed Salama (Anagrama, 308 páginas), del periodista estadounidense Nathan Thrall. La obra, que en Estados Unidos se publicó apenas unos días antes de aquellos ataques extremistas, no es un panfleto a favor de Hamás, ni un ideologizado y prejuicioso alegato “judeófobo” como suele decirse hoy. Nada de eso.
Thrall, un cronista independiente de origen judío radicado hace tiempo en Jerusalén, se propuso relatar las circunstancias y consecuencias de un accidente ocurrido en febrero de 2012 en una ruta en las afueras del norte de la Ciudad Santa.
El desastre afectó a un micro escolar que, tras ser embestido por un camión con acoplado en una mañana de frío y lluvia, volcó y se prendió fuego. Los pasajeros eran niños palestinos de un jardín de infantes que iban de excursión. Seis de ellos murieron, además de una de sus maestras.
El Abed Salama del título es el padre de uno de esos pequeños, Milad, de cinco años. A partir de su historia Thrall reconstruye con la mayor precisión posible aquella jornada infausta. Sigue al protagonista y a su esposa en su peripecia por ubicar al niño recorriendo hospitales palestinos y judíos, atravesando el muro de separación erigido por Israel en Cisjordania, sus innumerables puestos de vigilancia antiterrorista y las desquiciantes restricciones a la circulación, con carnets de diferentes colores según la “peligrosidad” de sus portadores.
Registra también las inexplicables demoras de los equipos de emergencia israelíes (ambulancias y bomberos), que estaban apostados en las cercanas colonias judías y que aun así no actuaron en “una carretera controlada por Israel y patrullada por su policía”. Al hacerlo se formula la pregunta desoladora: ¿obedeció la tardanza al hecho de que las víctimas eran palestinas?.
SINTESIS
Desde luego que en el libro Thrall cuenta mucho más que un día en la vida de una persona. Intercalando los relatos individuales con una mirada panorámica, lo que asoma es una síntesis elocuente de las penurias vividas por los palestinos desde la creación del estado judío en 1948.
Viajando hacia atrás y adelante en el tiempo, cada experiencia de vida en el entorno de Abed ofrece el contexto necesario para entender un conflicto iniciado un siglo atrás.
Familias árabes expulsadas por el -hoy olvidado- terrorismo de las bandas paramilitares judías en 1947-48; generaciones enteras apiñadas en campamentos de refugiados; el auge de los movimientos de “resistencia”, con sus divisiones entre nacionalistas y religiosos; la consecuente radicalización tras el surgimiento de la OLP y sus diferentes facciones; el espejismo de los sucesivos y fracasados planes de paz; las dos “intifadas”; el terrorismo suicida; la represión, las detenciones, las torturas y los juicios sumarios en Israel y, desde 1967, la incesante ampliación de los asentamientos israelíes en territorios que debían corresponder al hipotético “estado” palestino.
El propio Abed encarnó muchas de esas experiencias. Participó de la primera “intifada” (1987-1993), integró una facción marxista de Fatah (nunca fue un “islamista” según se entiende ese término en el siglo XXI), probó y abandonó la acción directa contra las tropas israelíes, fue esposo según las costumbres de su pueblo (tuvo dos mujeres) y padre.
Thrall entremezcla esa trayectoria vital con las de algunos de sus familiares, con una doctora de la entidad de la ONU para los refugiados palestinos, con un elenco variado de rescatistas, médicos, funcionarios, policías y militares palestinos y judíos.
Los elementos centrales del libro son los testimonios de estas personas, completados por una bibliografía copiosa que se enumera en las páginas finales.
Con cinco partes, 24 capítulos y un epílogo, la estructura es la de una narración no cronológica, que gira en torno al accidente del micro escolar y acumula suspenso mientras va avanzando la dolorosa peregrinación de los padres de Milad por encontrarlo en algún hospital.
Todo está contado con un estilo cuidadosamente impersonal, adjetivación mínima, párrafos breves y ritmo de crónica. Los pasajes sobre la vida familiar de Abed y sus idas y vueltas maritales se leen con menos interés que los dedicados al siniestro del ómnibus o los que abordan el amargo enfrentamiento entre dos pueblos que siglos atrás habían logrado coexistir.
En suma, Un día en la vida de Abed Salama es la clase de libros periodísticos pensados para aspirar a premios como el Pulitzer: ambicioso, con ciertas pretensiones literarias y la voluntad de abordar un tema áspero de indudable relevancia internacional.
PUNTO DE VISTA
¿Es también un libro sesgado? No lo es en el sentido de que adultere la historia o haga trampas evidentes con la realidad que relata o las fuentes que maneja.
En cambio, sí tiene el sesgo propio -e inevitable- del punto de vista que adoptó como hilo conductor. Que en este caso es el de una familia palestina y sus conocidos y allegados.
Son sus vidas, sus pesares y sus muertes las que dominan la narración porque eso es lo que se propuso el autor: contar su lado de una pugna interminable que empezó mucho antes que el 7 de octubre de 2023.
Por eso mismo el libro habría sido muy distinto (e igual de válido) si Thrall hubiera elegido, por ejemplo, centrarse en las penurias de una familia israelí víctima de un atentado suicida cometido en la década de 1990. El dolor de unos no tendría por qué haber ocultado el de los otros.
Pero la intención explícita del estadounidense, según lo declaró a medios de prensa internacionales, no apuntaba a trazar la mera crónica de un drama humano. Su propósito fue reflejar, a través de una tragedia, todo un entramado de injusticias y atropellos que empezó decenios atrás y que no muestra señales de revertirse, más bien todo lo contrario.
NARRACION
Thrall ha explicado que apeló al método narrativo porque los años que dedicó a estudiar la situación en Medio Oriente le demostraron la inutilidad de los análisis y los debates. Plasmó el bosquejo inicial de lo que sería el libro en un sonado artículo que apareció en 2021 en The New York Review of Books.
Las repercusiones que generó aquel escrito lo confirmaron en su intención. Esa primera narración había logrado que los lectores se pusieran en el lugar de los palestinos, sin distraerse en discusiones abstractas que ningún efecto tienen sobre la realidad. Los hechos simples son imbatibles.
“Todo el que vaya y vea con sus propios ojos lo que sucede en Cisjordania podrá percibir que es una catástrofe moral. Eso es innegable”, declaró en una conversación pública organizada en 2023 por la Universidad de Nueva York.
Con elocuente crudeza en un testimonio tras otro, el libro de Thrall deja en claro la magnitud de la disputa y la disparidad de las fuerzas enfrentadas: de un lado está la férrea voluntad expansionista israelí, que no parece aceptar límites terrenales, y del otro, la menguante existencia de un pueblo privado de las tierras que deberían ser la base de un ya imposible estado propio.