Crianza: los límites y el sentido de la libertad
El sentido de la libertad es la expresión en cada ser humano de una de las cualidades por excelencia del hombre: el libre albedrío. Enseñar a los niños el sentido de la libertad es importante, para que, en la etapa adulta, cada niño pueda dar libre expresión a su vocación y propósito, su sentido de vida.
La libertad es algo inherente a la dignidad humana, es un derecho que todos tenemos. Los niños desde pequeños deben aprender a ser y sentirse libres, el sentido de la libertad. Pero también deben comprender "qué" es ser libres.
Libertad no significa que los padres sean flexibles y permisivos, al punto de cumplir todos los caprichos, que su hijo reciba todo tipo de atenciones o haga lo que quiera. Libertad no implica decir siempre SI o permitir transgresiones, presiones, avasallamiento o manipulación por parte del niño.
La libertad es poder dar libre expresión a nuestros anhelos e impulsar nuestro accionar, dirigidos por nuestra intención e intuición. Es poder hacer lo que amamos, poder sentir en libertad, poder expresarnos libremente, es poder dar espacio a la creatividad, la inspiracióny sobre todo, a nuestra capacidad de decidir y elegir sobre nuestra vida con responsabilidad.
La libertad siempre se encuadra dentro de un marco, dentro de ciertos límites. Ese marco que debe encuadrar el ejercicio de la libertad no es restrictivo, sino todo lo contrario: brinda al niño seguridad y contención. Ese marco es un elemento clave para el sano desarrollo de la psiquis y la inteligencia emocional del niño. Y debe poseer la cualidad de brindar contención al niño, sin ahogarlo, debe tener cierta flexibilidad.
Cuando un niño no tiene límites, no hay contención y seguridad por parte de sus padres. Porque allí donde aparece el límite, no debemos verlo como una restricción, sino como parte del ejercicio de la responsabilidad y el respeto. Como reza la frase: "El respeto al derecho ajeno es la paz".
Entonces estaremos frente a niños irreverentes, irrespetuosos, inseguros, que no aceptan las frustraciones y con poca capacidad de gestión emocional. Incluso podría con el tiempo transformarse en un pequeño tirano, que no acepta un "no" como respuesta o no respeta las normas de convivencia.
Por otro lado, cuando hay demasiados límites y restricciones, ese niño no podrá desarrollar la iniciativa, el libre albedrío, la capacidad de decidir y equivocarse. Tampoco podrá encontrar su vocación, inclinaciones naturales y sentido de vida, dado que estará siempre condicionado por los mandatos familiares.
La historia del elefante encadenado ilustra esta realidad. El elefantito que fue encadenado de pequeño, como una forma de pretender "domesticarlo", crece con la creencia de que no es libre realmente y cuando se hace adulto, más allá de que tiene la enorme fuerza de un elefante, no es capaz de romper la cuerda atada a una estaca en el piso para liberarse.
Tanto la sobreprotección de los padres, como una crianza demasiado permisiva terminan teniendo el mismo efecto a largo plazo: el no ejercicio y el miedo a la libertad. El miedo a la libertad es una de las expresiones más sutiles de la esclavitud y el condicionamiento del ser humano, donde las limitaciones no están en el mundo exterior, sino en el interior.
Lo mismo sucede con la crianza que brindamos a nuestros niños: poder poner límites con amor es tan importante como esgrimir en ciertas situaciones la flexibilidad. Cumplir nuestro rol de padres con autoridad, pero permitiendo también la iniciativa y libre expresión de los niños. Es un equilibrio de consciencia delicado y sutil que debemos ejercitar a lo largo de toda la vida.
Roxana Anahi Timo
Médica pediatra (M.N. 88.956)