Por Verónica Airala
Los argentinos venimos de muchas décadas padeciendo y arrastrando el lastre de la inflación. Este flagelo siempre estuvo presente en cada conversación, con unos mates o un café de por medio, y en cada encuesta que se publicaba, donde las palabras estrellas que dominaban eran 'inflación', 'economía' e 'inseguridad'.
Sin embargo, en un estudio de opinión recientemente publicado por el consultor político Jorge Giacobbe (Giacobbe & Asociados Opinión Pública) nos muestra cómo la 'nube de palabras' ha cambiado en los últimos meses.
Ahora, el término que más sobresale es 'corrupción', seguido de 'pobreza' y, en menor medida, economía e inflación.
PROBLEMA ENDEMICO
Esto nos interpela como sociedad, dado que la corrupción política es otro problema endémico que afecta a la Argentina. Pese a ello, nunca se ha puesto sobre la mesa a la hora de votar. Es más, parece que fue aceptada por la mayoría hasta convertirse en algo natural y normal; así encontramos quienes usan la famosa frase 'roban, pero hacen'. Y no es que no tuviéramos casos resonantes, sino todo lo contrario: han sido y son escándalos que no pasaron desapercibidos.
Podemos nombrar, entre ellos, las coimas del caso Skanska, el caso Ciccone y la maquinita de hacer billetes de Boudou, la tragedia de Once con De Vido y Jaime, la obra pública con CFK y Lázaro Báez, la causa Cuadernos, el caso Hotesur y Los Sauces y el lavado de dinero, el yategate de Insaurralde, y podríamos continuar.
PRINCIPAL PROBLEMA
En este sentido, cabe preguntarse por qué antes la corrupción pasaba desapercibida y hoy en día es el principal problema que afecta al país, o al menos es lo que la mayoría de los argentinos percibe como el más importante.
Podríamos pensar que a los ciudadanos se les cayó la venda de los ojos al ver cómo políticos, sindicalistas y oportunistas acrecientan sus bolsillos mientras la sociedad se sumerge cada vez más en la pobreza, la miseria y el clientelismo. Este despertar no es casual; es también una reacción ante cómo varios gobiernos se han dedicado a destruir y degradar valores fundamentales, llevando a que la delincuencia sea romantizada, la violencia sea moneda corriente y la meritocracia se considere una mala palabra.
O quizás la respuesta es más simple: la gente se cansó, se hartó de mantener con sus impuestos a una política parasitaria e inútil. Se llegó a un límite de lo tolerable; la corrupción es tan obscena que ya no puede pasar indiferente. Los ciudadanos comenzaron a tomar conciencia de que la corrupción mata, empobrece y obstaculiza el desarrollo y crecimiento de un país.
Impensado años atrás para algunos, un sueño hecho realidad hoy en día para muchos que deseamos un país próspero, pujante y justo.
Es hora de que los argentinos exijamos transparencia y responsabilidad, y que comprendamos que el cambio no vendrá solo de aquellos que ocupan los altos cargos, sino de cada uno de nosotros. Solo a través de una sociedad que valora la honestidad y rechaza la corrupción en todas sus formas, podremos construir una Argentina en la que nuestros hijos no tengan que normalizar la injusticia ni resignarse a la desigualdad. La hora de actuar es ahora: que cada voto, cada reclamo y cada acción que tomemos sean un paso hacia el país que merecemos.
Los argentinos venimos de muchas décadas padeciendo y arrastrando el lastre de la inflación. Este flagelo siempre estuvo presente en cada conversación, con unos mates o un café de por medio, y en cada encuesta que se publicaba, donde las palabras estrellas que dominaban eran 'inflación', 'economía' e 'inseguridad'.
Sin embargo, en un estudio de opinión recientemente publicado por el consultor político Jorge Giacobbe (Giacobbe & Asociados Opinión Pública) nos muestra cómo la 'nube de palabras' ha cambiado en los últimos meses.
Ahora, el término que más sobresale es 'corrupción', seguido de 'pobreza' y, en menor medida, economía e inflación.
PROBLEMA ENDEMICO
Esto nos interpela como sociedad, dado que la corrupción política es otro problema endémico que afecta a la Argentina. Pese a ello, nunca se ha puesto sobre la mesa a la hora de votar. Es más, parece que fue aceptada por la mayoría hasta convertirse en algo natural y normal; así encontramos quienes usan la famosa frase 'roban, pero hacen'. Y no es que no tuviéramos casos resonantes, sino todo lo contrario: han sido y son escándalos que no pasaron desapercibidos.
Podemos nombrar, entre ellos, las coimas del caso Skanska, el caso Ciccone y la maquinita de hacer billetes de Boudou, la tragedia de Once con De Vido y Jaime, la obra pública con CFK y Lázaro Báez, la causa Cuadernos, el caso Hotesur y Los Sauces y el lavado de dinero, el yategate de Insaurralde, y podríamos continuar.
PRINCIPAL PROBLEMA
En este sentido, cabe preguntarse por qué antes la corrupción pasaba desapercibida y hoy en día es el principal problema que afecta al país, o al menos es lo que la mayoría de los argentinos percibe como el más importante.
Podríamos pensar que a los ciudadanos se les cayó la venda de los ojos al ver cómo políticos, sindicalistas y oportunistas acrecientan sus bolsillos mientras la sociedad se sumerge cada vez más en la pobreza, la miseria y el clientelismo. Este despertar no es casual; es también una reacción ante cómo varios gobiernos se han dedicado a destruir y degradar valores fundamentales, llevando a que la delincuencia sea romantizada, la violencia sea moneda corriente y la meritocracia se considere una mala palabra.
O quizás la respuesta es más simple: la gente se cansó, se hartó de mantener con sus impuestos a una política parasitaria e inútil. Se llegó a un límite de lo tolerable; la corrupción es tan obscena que ya no puede pasar indiferente. Los ciudadanos comenzaron a tomar conciencia de que la corrupción mata, empobrece y obstaculiza el desarrollo y crecimiento de un país.
Impensado años atrás para algunos, un sueño hecho realidad hoy en día para muchos que deseamos un país próspero, pujante y justo.
Es hora de que los argentinos exijamos transparencia y responsabilidad, y que comprendamos que el cambio no vendrá solo de aquellos que ocupan los altos cargos, sino de cada uno de nosotros. Solo a través de una sociedad que valora la honestidad y rechaza la corrupción en todas sus formas, podremos construir una Argentina en la que nuestros hijos no tengan que normalizar la injusticia ni resignarse a la desigualdad. La hora de actuar es ahora: que cada voto, cada reclamo y cada acción que tomemos sean un paso hacia el país que merecemos.