Consecuencias íntimas del comunismo

 

Jóvenes héroes de la Unión Soviética

Por Alex Halberstadt

Impedimenta. 345 páginas

Con mucho menos peso en la industria cultural que el nazismo, el comunismo inspira cada tanto obras que narran algo de su pasado siniestro y revisan su legado devastador. Sin ser un trabajo extraordinario, Jóvenes héroes de la Unión Soviética, del periodista estadounidense Alex Halberstadt, es uno de esos libros.

Adoptando a modo irónico el título de un antiguo manual escolar de la era comunista, el autor, nacido en 1970 en la Rusia de Brezhnev recuerda, combinando crónica y autobiografía, la historia desgarradora de las dos ramas de su familia venida del otro lado del Telón de Acero.

Un misterio guía su relato: la verdadera vinculación que mantuvo con el régimen soviético su abuelo paterno, Vasili, a quien Halberstadt, emigrado con su madre a Estados Unidos cuando todavía era un niño, apenas conoció.

Desde Nueva York esa intriga lo conduce, ya en el siglo XXI y sin disponer de muchos datos, a rastrear al anciano en la Ucrania separada de la URSS, a visitarlo en su departamento y a conversar con él y tomarle algunas fotografías.

Cordial pero evasivo, Vasili confirma a su nieto que trabajó en el KGB, el órgano de espionaje soviético, y que llegó a ser guardaespaldas del líder máximo, Josef Stalin, en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Su relato, en parte endulzado, retacea información clave y abre la puerta para las peores sospechas referidas a su verdadero papel en los años del Gran Terror y las purgas interminables.

Halberstadt intercala en estos pasajes, como en el resto del libro, la historia general de una época y una tierra con las pequeñas experiencias personales de hombres y mujeres corrientes, sacudidos por el vendaval de la ideología y sus peores atrocidades.

La rama materna de su familia estaba formada por judíos oriundos de Lituania cuando Vilna, su capital, era “la ciudad judía más próspera de la diáspora”, un hervidero en el que coexistían comunistas, sionistas y ortodoxos.

También a ellos los aplastaría la Historia como integrantes de una comunidad azotada por dos guerras mundiales, matanzas, persecuciones, exilios y deportaciones. Entre invasiones y cambios de poder, los victimarios pasaban a ser víctimas o viceversa. Algunos parientes comunistas del autor formaron parte del gobierno lituano cuando la URSS anexionó el país en 1940; al año siguiente, buscaban la manera de sobrevivir a las purgas comunistas, antes de huir de la invasión alemana. Más de medio siglo después los odios cruzados entre judíos y cristianos seguirían latentes en la Lituania poscomunista, país en el que se evocan dos genocidios: el nazi pero también el comunista. Un rasgo común a buena parte de la Europa oriental.

Este vaivén entre lo íntimo y lo político es el sello del libro, su virtud más notoria. “Relaciones que yo había creído basadas en afinidades, rencores y malentendidos revelaban ahora su conexión con vastos acontecimientos colectivos y con las realidades cotidianas que estos imponían sobre los individuos -escribe el autor en el segundo capítulo-. Comenzaba a comprender que mis cuatro abuelos habían vivido en un país y una época donde la barrera de protección entre historia y biografía se volvía casi imperceptible”.

VIDA EN CRISIS

El tercer capítulo registra la infancia de Halberstadt como hijo único de un matrimonio en crisis (“Fui hijo único en un país de hijos únicos”). Bella y rebelde, su madre debía soportar las infidelidades del esposo, sus inexplicables ausencias y su fascinación por la cultura occidental, síntoma de un rechazo visceral a la chatura regimentada del comunismo soviético. La ruptura del matrimonio llevó a la emigración del país. Madre e hijo partieron a Estados Unidos, aunque primero habían pensado en Israel; el padre fue incapaz de abandonar la Madre Patria que tanto parecía detestar.

Elogiada por la crítica estadounidense, la obra de Halberstadt gana interés en los pasajes que logran condensar todo el dramatismo de la experiencia soviética y sus repercusiones, un siglo entero que marcó a fuego a buena parte del mundo. Las numerosas fotografías familiares que salpican el texto contribuyen a profundizar la comprensión de aquel experimento que terminó en un “error colosal”.